La trascendencia de la libertad de prensa

Presidente del Consejo Académico en 

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

INFOBAE – Hoy, 3 de mayo, se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa y es propicio para subrayar lo vital que significa esta garantía para la supervivencia de la sociedad abierta.

La libertad de prensa consagrada y cumplida en todas las Constituciones de los países civilizados, por una parte, resulta esencial a los efectos de ampliar el conocimiento en todos los niveles, puesto que solo dando rienda suelta al pensamiento de cada cual es posible embarcarse en el proceso de prueba y error para reducir nuestra ignorancia e incorporar algo de tierra fértil en el contexto de corroboraciones provisorias y refutaciones. Por otra parte, resulta imprescindible para mantener el poder político en brete con todas las críticas y las opiniones diversas sobre su comportamiento.

Es sabido que, como ha consignado el historiador decimonónico Acton: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Fuera de los organismos de contralor y la necesaria división de poderes, el cuarto poder debe funcionar sin cortapisa alguna. La mejor legislación sobre la libertad de prensa es la que no se promulga.

Jefferson ha escrito: “Entre la disyuntiva de un gobierno sin libertad de prensa y libertad de prensa sin gobierno me inclino decididamente por esto último”. Todos los mequetrefes autoritarios han pretendido silenciar voces, lo cual constituye un atropello inadmisible. Milton, en su discurso sobre la libertad de prensa, en 1644, prioriza esa libertad por encima de las otras libertades civiles: “Dadme la libertad de conocer, de expresar y discutir libremente según la conciencia, por encima de todas las demás libertades”.

Ya la humanidad ha debido soportar suficientes quemas de libros, inquisiciones, censuras y otras bellaquerías como para a esta altura del siglo XXI tener que aguantar megalómanos que, en nombre de una pureza mal parida, sigan con sus letanías a favor de un discurso único. “La razón aprisionada” titula John M. Bury uno de los capítulos de su clásica Historia de la libertad de pensamiento donde dice: “Las opiniones nuevas son consideradas tan peligrosas como molestas, y cualquiera que hace preguntas inconvenientes sobre el porqué y el para qué de principios aceptados es considerado como un elemento pernicioso”.

 Gracias al periodismo independiente (una expresión redundante pero dada la época que vivimos vale el adjetivo) se han descubierto corrupciones gubernamentales, ya que no siempre la Justicia ha sido suficientemente ágil y eficiente para detectar esos delitos. Esto en modo alguno quiere decir que todos los periodistas sean probos, de lo que se trata es de abrir de par en par la competencia y todas las voces. Tampoco quiere decir que se puede calumniar impunemente, pero los recursos judiciales, en los casos que resulten pertinentes, siempre deben ser ex post facto, pero nunca censura previa, lo cual constituye una cachetada feroz a la convivencia civilizada y un paso mortal para los espíritus libres.

Salvo honrosas excepciones, con razón Woody Allen ha escrito: “Nuestros políticos son corruptos e ineptos y a veces las dos cosas en el mismo día”. La desconfianza en el poder y el seguimiento permanente de sus pasos resulta primordial para la tranquilidad de los ciudadanos.

Aprovecho este aniversario para insistir en la necesidad de eliminar las llamadas agencias estatales de noticias, en lugar de protestar por desiguales entregas de publicidad oficial. Si hay algo que debe anunciar el aparato estatal del momento lo debe comunicar en conferencia de prensa, sin necesidad de montar agencias gubernamentales de noticias. Los gobiernos nada tienen que hacer en estos campos, del mismo modo que deben abstenerse de intervenir en los negocios del papel y similares regulaciones.

Aprovecho también para sugerir que se asignen derechos de propiedad para las ondas electromagnéticas al efecto de evitar la peligrosa figura de las concesiones por parte de los aparatos estatales, que son una espada de Damocles, puesto que el que otorga la concesión es de hecho el dueño del espacio.

En estas líneas quiero dejar expreso reconocimiento a todo el periodismo independiente y el enorme agradecimiento a todas las faenas y a veces esfuerzos ingratos por su labor ejemplar, tanto en los medios radiales, televisivos, digitales como en papel. La crítica seria y responsable es la característica de quienes dedican su vida al periodismo. Las pesquisas permanentes son un alimento para todas las personas de bien.

El autor es Doctor en Economía y también es Doctor en Ciencias de Dirección, preside la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires y es miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas.

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