(Panam Post). El premio Nobel de literatura (2010), Mario Vargas Llosa, se encuentra de visita en Argentina, donde en el marco de una entrevista, afirmó que el presidente Mauricio Macri, “clarísimamente” se encuentra dentro de una tradición liberal. Sin embargo, estas manifestaciones merecen ser analizadas más en detalle. No con ánimo de refutar con intención crítica o de acordar a ciegas, pero sí para dar luz sobre un tema polémico y aportar voces al debate.
Las palabras del destacado escritor fueron las siguientes:
“Yo creo que el presidente (es liberal) no solo en un lenguaje retórico sino en una realidad. Él está haciendo una política que es democrática, que es liberal, y que está trayendo clarísimamente beneficios a un país que estaba prácticamente contaminado por el populismo, al que el populismo había hecho verdaderos estragos. Entre otras cosas, destruyendo su imagen internacional. Esa imagen de Argentina internacional está recuperando el respeto, la simpatía internacional y eso está trayendo inversiones de nuevo a la Argentina. Yo diría que clarísimamente el Gobierno de Macri es un gobierno demócrata, liberal”.
Las declaraciones que no merecen mucho debate ni análisis son las que se relacionan con el populismo que ha causado estragos en el país y los intentos bien encaminados del presidente argentino de devolver a Argentina al mapa internacional. Ambas cosas están a la luz del día. Pero vamos a la cuestión del “Macri liberal”.
¿Cuál sería la forma para poder asegurar si un presidente adscribe a una corriente ideológica? ¿Sus creencias personales? ¿Sus manifestaciones? ¿Su gestión de gobierno? Sin dudas que el legado más importante a la hora de evaluar un período gubernamental y la orientación de su mandatario son sus hechos y consecuencias. Tampoco podemos dejar de lado el contexto, las limitaciones políticas y las agendas coyunturales. La historia nos muestra varios casos donde los discursos no han coincidido con las acciones, con políticos de “centro derecha” que han sido más irresponsables fiscalmente que sus contrincantes socialdemócratas y casos paradigmáticos como los de varios funcionarios “comunistas” que generaron grandes reformas, que incluso han terminado de enterrar al modelo que supuestamente defendía el propio partido.
Lo que sí podemos acordar es que con el discurso y las intenciones no alcanza.
ASPECTOS DEL “MACRI LIBERAL”
Aunque con el discurso, como dijimos, no alcance, injusto sería dejar de mencionar aunque sea que dice el presidente argentino, cuando se refiere a cosas concretas, situación que suele darse en visitas al exterior.
En el diagnóstico y el ideal, Mauricio Macri, a la hora de expresarse, sin dudas tiene un claro discurso liberal donde reconoce que el tamaño del Estado no puede superar a la economía privada y que es necesaria una economía de mercado libre, pujante, para poder garantizar el desarrollo que el país necesita.
Quedará para el análisis si tiene razón o no en posponer la implementación del modelo que pregona, pero dado el desastre de la época kirchnerista, al menos hoy se advierte que si existiera la intención política de un cambio, podría ser posible.
Otra cuestión fundamental que es justo mencionar es el cambio de clima político en Argentina, que sin dudas es una realidad. Se dejó de utilizar al Estado como un aparato de persecución, bajó considerablemente la violencia política y se respiran en el país aires de tolerancia, que distan mucho de la situación previa a diciembre de 2015.
Incluso dentro de la misma coalición de gobierno hay críticas, disidencias y diferentes opiniones. Posiblemente este sea uno de los aspectos más destacados en los que cambió el país.
Donde también han habido mejoras de orientación más civilizada es en ir hacia un Estado que no sea botín del partido gobernante con fines políticos. Aunque los liberales seguimos esperando la reducción de ese Estado, al menos los canales públicos ya no son sinónimo de propaganda oficial, y de a poco se va saliendo de esa sensación agobiante que uno sentía al ingresar a una dependencia pública, que se percibía como una sede partidaria del peronismo kirchnerista.
EL MACRI MENOS LIBERAL
Un aspecto reprobable desde la visión de las ideas de la libertad es que desde el Gobierno no se dé la “batalla de ideas” que requiere el país luego del kirchnerismo. Desde Macri para abajo se sigue haciendo gala del “Estado presente” a la hora de brindar planes asistenciales y existe una sobreactuación izquierdista que muestra desesperación por desmarcarse de las acusaciones de la “derecha neoliberal” que hacen el kirchnerismo y la izquierda. Lo peor es que este discurso macrista está anclado en la realidad.
El Gobierno destina fortunas en planes fracasados que generan más dependencia que desarrollo.
Probablemente lo más estatista que mantenga hoy Argentina, y que separan al macrismo de cualquier intención liberal, es la cantidad de impuestos y regulaciones que impiden el libre comercio, supuestamente garantizado en la Constitución. Si bien se implementaron algunas mejoras en el ámbito de las grandes empresas y los sectores estratégicos como el campo, para el ciudadano promedio es absolutamente imposible emprender. Las complicaciones para abrir un comercio en un barrio, sobre todo donde manda el macrismo, como en la Ciudad de Buenos Aires, son mayores que, incluso, donde gobierna el peronismo.
Los inspectores gubernamentales que se desempeñan, por ejemplo, bajo la intendencia de Horacio Rodríguez Larreta, son más nocivos, corruptos y perjudiciales que los que trabajan en otros distritos. Hasta el kirchnerismo tenía un aspecto “liberal” en no perseguir demasiado al pequeño comercio informal. En este sentido, la presión gubernamental macrista es agobiante, lo que se traduce en mayor pobreza y desempleo.
EL GRADUALISMO ¿LIBERAL O ANTILIBERAL?
Esta estrategia económica de salir despacio del desastre heredado del kirchnerismo permite hacer ambas lecturas. Una como liberal, pero otra como todo lo contrario. El aspecto más afín con el liberalismo sería el rumbo hacia donde se va. En el caso de que el Gobierno tenga éxito y atraviese este desierto con el paso de tortuga que eligió, Argentina reducirá el déficit fiscal, la inflación y, según prometen, la presión impositiva.
Pero el costado antiliberal son los costos, que son nada más ni nada menos que el endeudamiento y la inflación, que financian una apuesta, que de salir mal y no llegar a destino, puede devolver al país al más profundo populismo.