Editorial
PORFOLIO PERSONAL – En las últimas semanas, los argentinos tuvimos que transitar un torbellino financiero que estuvo a punto de colocar en jaque la estabilidad económica de nuestro país. Repasemos brevemente los recientes acontecimientos. En principio, un impuesto a la renta financiera que gravaba las inversiones, realizadas por los extranjeros en Letras del Banco Central, provocó una salida de capitales desde estos activos hacia el dólar. A su vez, el aumento de la demanda de dólares comenzó a ejercer presión sobe el tipo de cambio.
Esto llevó a que, además, el BCRA comenzara a perder credibilidad frente a los actores económicos, quienes observaban cómo la falta de independencia de la institución y la ausencia de una directriz clara de política monetaria amenazaba sus ahorros e ingresos.
A diferencia de otras regiones del mundo, el argentino guarda la parte de sus ingresos que no consume debajo del colchón en dólares, como una forma de ahorro y amparo ante la inflación. Esta práctica, ya cultural, es fruto de los históricos ciclos económicos que mantienen en vilo a nuestro país con políticas económicas que, de manera efectiva, supieron apropiarse de una parte del poder adquisitivo de los trabajadores. Por lo tanto, cualquier mínimo disparador puede detonar una corrida hacia el dólar, ya que le genera, al promedio de la población mayor confianza y respaldo.
Esta corrida hacia el dólar comenzó a tambalear uno de los soportes de financiamiento del gobierno con un vencimiento de LEBACs de $645.000 millones tocando el timbre. Las LEBACs se encontraban concentradas en un 40% en manos privadas y un 60% en organismos públicos y bancos. Con el objetivo de frenar dicho desarme se recurrió a una serie de medidas. Por un lado, se elevaron las tasas en pesos para volver más atractiva la inversión en LEBACs y se dejó correr el dólar hacia $25, penalizando a los que intentaban pasarse a estos. Por el otro, se relajaron los requisitos de encajes de los bancos por tres meses hasta junio. Los encajes son la parte de los depósitos de los agentes que los bancos deben reservar para mantener la liquidez, es decir, para solventar los retiros en efectivo que realicen los actores económicos. Esa reducción de liquidez fue utilizada para comprar LEBACs y maquillar este desarme. En algún momento este cambio de pasivo, pero con interés, deberá ser pagado por alguien.
El problema de fondo es que la Argentina adoptó este modelo de endeudamiento porque tiene un enorme déficit fiscal que debe ser financiado. Este es la razón y ser del gradualismo, que parece no encontrarse en la agenda política, amenazando la estabilidad económica. Por ello, es imprescindible asegurarse de que la política fiscal acompañe la política monetaria. El aparato estatal debe reducirse de una u otra forma. Antes de ahogar más al sector privado con tarifazos, quitas de subsidios e impuestos cada vez más regresivos, se debería achicar el gasto y alivianar la carga que debe soportar los trabajadores del sector privado. Es tan inmenso este aparato que solamente en remuneraciones el sector público absorbe un 3% del PBI. Es prioridad defender el ingreso del privado que es el que genera mayor valor. Políticas claras y precisas son indispensables. Primero hay que enfocarse en achicar el gasto con sus reformas laborales, impositivas y previsionales que se requieran y luego proponerse metas monetarias.
Por otra parte, durante los últimos días se volvió a centrar el debate en las paritarias. El último dato de inflación dio 2,7%, es casi imposible que cumplan la meta aunque utilicen la tasa de referencia de política monetaria como anclaje ya que deberían incrementarla varios puntos y eso te llegaría a impactar sobre la actividad de manera contractiva, dudo que sea el camino que elijan pre elecciones.
La depreciación que sufrió el peso durante la corrida sumado a los aumentos en las tarifas impactará sobre la inflación y eso sin considerar que cuando pasen los 60 días de congelamiento de los precios de combustibles vamos a tener una inflación aún mayor. No es sorpresa que la inflación se posicione por encima del 30% para este año y es lógico que los diferentes sectores protejan los intereses y los ingresos de sus trabajadores.
Esta situación no es culpa de los empresarios sino de la autoridad monetaria ya que la inflación es responsabilidad de esta. Al igual que es una falacia conceptual considerar que la inflación puede no tener orígenes en la emisión, es un error responsabilizar al empresariado de inflar los precios. La Argentina necesita que se deje de jugar al gallito ciego con los ingresos de todos.