Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.
CLARÍN – A horas que la Cámara de Diputados lleve a cabo la sesión especial en la que se discutirá la legalización del aborto, comenzaron las tomas de numerosos colegios de la Ciudad de Buenos Aires. Al respecto, Julián Asiner, presidente de la Federación Universitaria de Buenos Aires, aseguró que la misma “impulsará ocupaciones en decenas de colegios, facultades y profesorados para que el Congreso apruebe la legalización del derecho al aborto”.
La historia se repite una y otra vez. Las tomas de colegios son tan habituales como los paros docentes a principios del año lectivo. En los hechos, el resultado es el mismo: los chicos pierden días de clase que, si bien formalmente, puede que se recuperen, en la práctica sabemos que no sucederá.
Sin capital humano, en la actual sociedad del conocimiento, ¿qué posibilidades tiene un joven para desarrollarse y progresar? Probablemente muy pocas. Millones de “ni-ni” son crudo testimonio de ello. Me atrevo a afirmar que los padres de los chicos que hoy se encuentran tomando los colegios no son conscientes de ello.
Hace pocos días, el doctor Guillermo Jaim Etcheverry, autor de ese gran libro que fue La tragedia educativa expresó, en una entrevista realizada por este mismo medio, que “la sociedad no está preocupada por la educación.
Más allá de lo que se dice, no hay una preocupación concreta por el logro académico. Y después está la paradoja del desinterés de los padres: la mayoría piensa que la educación está mal en el país, pero cada uno considera que la educación de sus hijos es espléndida, y eso hace que nada cambie, que no haya presión social. No hay manifestaciones por las calles de padres que digan “enséñenle más al nene o a la nena”. Piden otras cosas.
Los políticos analizan las encuestas y ven que no hay un reclamo social por la calidad en la educación. La descripción no puede ser más acertada. Si no cómo entender que muchas veces los padres hasta apoyen a sus hijos en las tomas de colegios.
En abril pasado visitó nuestro país Jean-Michel Blanquer, ministro de Educación de Francia, inesperadamente el más popular de los ministros del gabinete de Emmanuel Macron. Es interesante resaltar una de sus expresiones que hace a la realidad que hoy nos toca vivir: “La escuela debe transmitir saberes pero también valores”.
Curiosamente, diez años atrás, Nicolás Sarkozy, por entonces candidato a la presidencia de Francia expresó una idea similar: “La escuela no es deliberativa, no es un coloquio permanente. La escuela es la transmisión del saber, de las normas y de los valores y, en primer lugar, del respeto”.
Valores, he aquí la cuestión. Los chicos se comportan como tales y tienen todo el derecho a hacerlo; al fin y al cabo son adolescentes: es nuestra responsabilidad como adultos el educarlos. ¿Apoyar o aun permitir las tomas de colegios, por razones legítimas o ilegítimas, es la forma adecuada de hacerlo? Es claro que no. Por el contrario, es otra nítida foto de la vergüenza educativa que vive hoy la Argentina.