Lic. en Administración de Empresas. Magister en Economía Aplicada de la UCA. Doctorando en Economía en la UCA.
LOS ANDES – El primer desembolso del crédito del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el ascenso que logró el mercado argentino a la categoría de “emergente” sin duda significaron un alivio para la vapuleada economía argentina, pero los pronósticos aventuran más complicaciones en el segundo semestre, cuando la marcha inflacionaria conviva con la recesión.
Los economistas consultados por este diario coinciden, más allá de sus escuelas o de sus banderas políticas, al advertir que el gobierno de Cambiemos aún debe atacar los problemas estructurales para capitalizar el respaldo del FMI (que ya envió 7.500 millones dólares de los 50.000 millones de dólares que le prometió a la Argentina). Y por supuesto, mencionan la reducción del déficit fiscal y el punto final a la escalada de precios.
Todos reconocen que lejos quedó aquella meta inflacionaria del 15% y calculan que el guarismo se encamina a cerrar el año con un avance acumulado superior al 32%. Incluso remarcan que el gobierno deberá realizar esfuerzos para que no supere ese techo virtual, porque eso implicará dar explicaciones al FMI para gestionar las partidas de dólares restantes (sujetas a condiciones).
La crisis cambiaria que se desató a principios de mayo multiplicó los frentes de batalla del ahora modificado equipo económico del presidente Mauricio Macri: en medio de la tormenta, el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne asumió el rol de coordinador y, confirmado el acuerdo con el FMI, se procedió a reemplazar aFederico Sturzenegger por Nicolás Caputo al frente del Banco Central de la República Argentina (BCRA).
Ahora, los enroques y los pedidos de auxilio financiero al FMI acotaron el margen para las justificaciones del gobierno nacional.
Sobre la fiebre verde, los economistas entienden que el dólar será una de las variables del ajuste, a través del régimen de libre flotación. En ese sentido, hay quienes se animan a proyectarlo incluso sobre los 32 pesos hacia diciembre.
Pero las preocupaciones centrales de los analistas pasan por el cuello de botella que encarará la economía en el segundo semestre, cuando se comenzará a evidenciar el impacto del ajuste que programa el gobierno nacional, los coletazos que tendrán el salto del dólar y la rediscusión de las paritarias en los precios, y el frenazo de la actividad económica. Más allá de los números, todos anticipan también mayor conflictividad social.
Aunque moderados, las cuentas dejan lugar para resultados optimistas que indican que si Macri logra ajustar las clavijas del rumbo económico, el futuro puede ser prometedor, principalmente para Cambiemos que debe recuperar parte del terreno perdido en la opinión pública de cara a las elecciones del próximo año.
Iván Cachanosky – Economista de la Fundación Libertad y Progreso.
-¿Cuál es el nuevo escenario económico?
-Claramente, haber ido al FMI demuestra que no hiciste las cosas bien. Es como una pequeña mancha, pero a la vez es una oportunidad porque el Gobierno no estaba teniendo autodisciplina para ordenar las cuentas, para ordenar los problemas estructurales. Entonces, que venga el FMI es como que venga alguien que puede de alguna manera ayudarte a tener cierta autodisciplina. Si el Gobierno no reduce el gasto público, no reduce los impuestos, no resuelve los problemas de costos laborales, la cantidad de juicios, si no reduce el déficit de la cuenta corriente y no mantiene cierto nivel de reservas, etc., lo único que se consigue con el préstamo es patear el problema para adelante, y después sería peor. Ahora, si resolvemos los problemas estructurales y de fondo, la historia puede ser otra y puede ser buena. Claramente cumplir con las metas va a implicar por lo menos dos trimestres en los que la economía no crezca. Eso se va a sentir, va a haber conflictividad social, pero todo con el objetivo de que el año que viene se empiece a ver el crecimiento, para llegar a las elecciones con una economía que esté creciendo nuevamente.
-¿Y qué supone haber recuperado la calificación de “mercado emergente”?
-El hecho de ser país emergente desde ya que ayuda un poco en lo político, es una buena noticia porque implica que los que compran paquetes de acciones de países emergentes van a estar obligados, les guste o no, a comprar parte de las acciones de la Argentina, porque algunas inversiones se compran en paquete. Pero este efecto monetario se va a ver el año que viene. Se estiman entre 4 mil y 5 mil millones de dólares para el año que viene. No es un monto súper considerable. Es buena noticia, ayuda, pero no resuelve los problemas de fondo. Aunque seamos emergentes, no van a llover las inversiones si seguimos con presión tributaria récord y juicios laborales.
-¿Qué futuro le depara al dólar?
-El dólar me parece que va a ser la variable de ajuste. El Fondo presta dinero y plantea indirectamente que no nos va a prestar para que ese dinero se vaya en turismo, en fuga de capitales o en gasto público. Entonces, por ejemplo, el Fondo pone una meta de reservas internacionales que te obliga a no intervenir en el mercado cambiario y, por ende, es de esperar que el dólar termine donde terminó e incluso que suba un poco más; no sería muy alocado un tipo de cambio para fin de año de alrededor de 32 pesos.
-¿Cuál es el panorama para la economía del segundo semestre?
-En términos de inflación, si bien, el ex titular del BCRA Federico Sturzenegger dijo que no había meta para este año, eso es incorrecto: en la carta de intención que se envió al FMI hay explicitada una meta de inflación que para este año es del 27%, pero que puede tener un desvío de 5 puntos. Si se pasa del 32% hay que ir al Fondo, al directorio y explicar por qué se desvió. Y si la explicación convence, el FMI sigue desembolsando el préstamo. Es decir, el techo es el 32%. En términos de actividad, el gobierno piensa en 1,4% de crecimiento, pero el FMI le hizo hacer una simulación con crecimiento de 0,4%, con lo cual ya te hablan de un optimismo mucho menor.
Van a venir dos trimestres malos, seguramente, con lo cual lo más probable es que la actividad se encuentre en un punto intermedio, más cerca de 0,4%. Yo diría 0,6% o 0,7%. Y, por último, las metas fiscales, que son de 2,7 para este año y de 1,3 para el que viene. Eso no creo que cambie, yo creo que el verdadero desafío va a estar el próximo año, en el que gran parte del ajuste sería por obra pública, algo que es difícil que suceda en un año electoral.
-¿Cuáles son los desafíos políticos de la nueva agenda económica?
-Creo que el principal desafío político es a corto plazo: estos dos trimestres que siguen, como van a ser malos en actividad y con una inflación el alza, por lo menos durante los primeros meses, va a tener mucho conflicto social, y hay que sortear eso. Todo el equipo de Cambiemos tiene que estar mentalizado de que van a ser dos trimestres con mucho conflicto social, con mucha gente en la calle. Por otro lado, va a haber un desafío también en el tema de las paritarias, porque se negociaron varias con cláusula de revisión pensando que se iba a tender a un 15%, que era la meta original; al final, va a terminar siendo el doble.
Claramente cuando se activen las cláusulas de revisión va a haber reclamos para que se renegocien los salarios, y eso puede volver a pegar en la inflación llevándola todavía más para arriba. Y el tercer desafío es que, dados estos cambios y que se acabaron las excusas, el Banco Central tenía dominancia fiscal y podía ser una excusa de por qué fracasó el régimen de metas de inflación. Bueno, ahora vino el FMI y dijo: “Tenés que sacar la dominancia fiscal, poné una meta de inflación, pero ahora no hay excusas para no llegar”. Ahora el BCRA es realmente independiente y si no lo hace le cuesta el puesto a cualquiera que esté ahí.
Esteban Mercatante – Economista del Partido de los Trabajadores Socialistas
-¿Cuál es nuevo escenario económico?
-Para hacer cualquier definición sobre el escenario hay que terminar de ver qué va a pasar con el dólar, que no está estabilizado. Estamos viendo que el BCRA, aun con la nueva gestión de su flamante titular Nicolás Caputo, para asegurar una cierta estabilidad monetaria tuvo que validar una tasa del 47% en el corto plazo para las Lebac, y todavía está el tema de cómo va a desarmar esa bomba de las Lebac. La corrida que se inició en los últimos días de abril desestabilizó todas las variables: estamos con una inflación que ya está en el 31 o 32%, y es probable que esa proyección siga subiendo. La actividad económica yo creo que está ubicada más bien cerca del 0,4 en el año, porque estamos entrando en el segundo semestre en una fuerte recesión. Y el acuerdo con el FMI, que para el Gobierno representa la garantía de última instancia de cara a los inversores, agrava la situación de la economía real. Es decir, una de las principales herramientas que tenía el gobierno para reactivar la actividad económica era la obra pública, y está siendo fuertemente recortada.
-¿Y qué supone haber recuperado la calificación de “mercado emergente”?
-Va a tener un impacto sobre todo en lo financiero. De todos modos, los que vayan a invertir en bonos del país o en acciones van a mirar la situación macroeconómica, y en ese sentido hay límites para pensar que va a haber un salto en la entrada de inversiones. Lo que sí puede haber son mejores condiciones para el desarrollo de los proyectos de Participación Público Privada, que venían muy comprometidos.
-¿Cuál es el panorama para la economía del segundo semestre?
-En términos de inflación, un poco los precios mayoristas de mayo (aumentaron 7,5%) anticipan lo que vamos a estar viviendo en los precios al consumidor. Eso confirma que la suba del dólar es un elemento que va a tener una fuerte incidencia en la aceleración de la inflación. La meta del 27% ya está viejísima. Creo que estamos moviéndonos en una inflación de entre 31% y 32%, y si no es mayor es por el efecto de la retracción de la actividad económica y, por otro lado, depende de lo que haga el Gobierno en término de tarifas y de combustibles. Respecto a la actividad económica, el primer trimestre terminó con un crecimiento de 1,1%, pero eso también es una foto muy vieja. Los elementos que más dinamizaron, que pueden ser la inversión o la construcción, van a estar entrando en retracción, sobre todo por la obra pública. Y después está el tema del consumo, que obviamente no venía siendo el sector más dinámico, pero que va a entrar en una fuerte retracción porque parte del esquema impacta fuertemente en los salarios. El gobierno está obligado a ajustar por el compromiso con el FMI y las provincias también van a sentir fuerte el ajuste porque se van a recortar las transferencias no automáticas.
-¿Cuáles son los desafíos políticos de la nueva agenda económica?
-El primer desafío del Gobierno es hacer pasar un plan que es completamente antipático. Y para hacerlo, está contando con la fuerte colaboración de un sector del peronismo: el otro día, en la sesión que se intentó hacer en Diputados para rechazar el acuerdo contó con la ausencia del bloque de Cambiemos, pero también del Peronismo Federal y del Frente Renovador. Esa colaboración también se da a nivel de los gremios. Pero incluso con esos apoyos, hay mucha incertidumbre. El desgaste político del gobierno es muy fuerte. El segundo semestre es un semestre de ajuste y el 2019 también será un año de ajuste, cuando tendrán que ver cómo negocian el reparto de fondos con las provincias.
Alejandro Robba – Vicedecano de la carrera de Licenciatura en Economía de la Universidad Nacional de Moreno.
-¿Cuál podría ser el impacto en la economía real sobre las novedades del miércoles, tanto el acuerdo con el FMI como la reclasificación de Argentina a “emergente” por MSCI?
-La economía real crece básicamente si se recupera el consumo interno, que representa el 65% del PIB. El impacto del acuerdo con el FMI es contrario a la recuperación de la economía real ya que implicará que el motor del sector público (18% del PIB) tendrá una caída fuerte a partir del ajuste comprometido, que en ningún caso será reemplazado por un incremento en el consumo del sector privado, que se va a deteriorar aún más. Respecto al ingreso de financiamiento por parte de nuevos inversores externos por la recalificación del país a emergente, sólo podría ser un paliativo para equilibrar momentáneamente el sector externo, pero de nulo impacto sobre la inversión y el empleo en la economía real, cuyos motores de expansión no tienen ninguna relación con el ingreso de capitales de corto plazo.
-¿Qué espera para el segundo semestre en cuanto al nivel de actividad económica?
-La economía comenzó a desacelerarse a partir de abril, luego del rebote que comenzó a inicios de 2017. Pero a partir de la corrida cambiaria, la caída de la actividad se profundizó y el año terminará con un proceso de estanflación similar al del año 2016. La caída de los ingresos reales (salarios, jubilaciones, AUH, entre otros) por la alta inflación -y por consiguiente del consumo interno-, la baja de la obra pública y los despidos tanto en el sector público como en el privado, la mala performance exportadora por la ausencia de recuperación de Brasil principalmente, implicarán una nueva caída del PBI en 2018.
-El Gobierno dice que la inflación de 2018 podría estar en torno al 27%, pero las consultoras ya hablan del 30%. ¿Qué prevé usted y por qué?
-El contundente fracaso del Gobierno en controlar la inflación, por descuidar los principales costos que aceleran los precios, el tipo de cambio, las tarifas y los combustibles, hacen naufragar cualquier número que estime el Ministerio de Hacienda sobre cuál sería la suba de precios de este año. Todo hace suponer que, aunque el dólar no vaya más allá de los 30 pesos y las tarifas se ajusten en la proporción comprometida el año pasado (es decir sin tener en cuenta la escalada del dólar de los últimos 60 días), el IPC estará más cercano al 32% que al 27% planteado por Dujovne.
-¿Cuáles son los grandes obstáculos que tiene el Gobierno? ¿Por qué el plan económico no está dando los resultados que el propio Gobierno describe como metas?
-En principio nunca conocimos el plan económico del gobierno. Comenzó realizando como pilar de la nueva política económica una gran devaluación al inicio del mandato que llevó la inflación al 40%, porque además incluyó el alza abrupta de las tarifas públicas. A esto le sumó el inusitado incremento de la deuda externa que no se tradujo en ningún crecimiento de la inversión productiva. Durante el 2017 la economía creció de la mano del consumo privado (se incrementaron los ingresos reales) y del gasto y la inversión pública y en 2018 recomenzó con una política de ajuste vía un nuevo tarifazo y la ley previsional. En marzo, el mercado le propinó una devaluación que deterioró los salarios reales y la actividad interna, que ya venía desacelerando.
El obstáculo son las propias políticas que implementó Cambiemos y que hoy hacen imposible continuar por el mismo camino, básicamente porque se terminó el financiamiento externo. Los dólares del FMI serán importantes para apaciguar el mercado cambiario (pongámoslo en modo “veremos”), pero a un costo altísimo en profundizar el deterioro del frente social. Este proceso generará más incertidumbre durante el año y sin dudas condicionará todo el año que viene, un año cuando todo tendrá color electoral. En definitiva, obstáculos: la falta de divisas y la protesta social.