Economista especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
INFOBAE – La Argentina salió de la pesadilla de un populismo destructivo, pero debe decirse que el modelo económico argentino no funciona. Estamos en una estanflación que lleva más de siete años. En el mejor de los casos, en el último año del presente mandato presidencial, la inflación será de un 20%, quedando entre los cinco países de mayor inflación del planeta. El PBI per cápita será inferior al de 2011. Esto significa un fracaso para los estándares que se fijó el propio Presidente, y si bien hubo una sustancial mejora institucional, continuamos en la larga decadencia que lleva más de setenta años.
La necesidad de una profunda transformación es evidente. Pero la clave para salir de la decadencia es simple: consiste en aliviar al sector privado achicando al Estado. Esto implica concretar un conjunto de reformas estructurales para permitir liberar las fuerzas creativas de las cerca de ochenta mil empresas que hay en Argentina y de las miles de nuevas empresas que los jóvenes pueden crear cada año.
El primer punto es realizar una mega desregulación para simplificar al mínimo el inicio o la expansión de cualquier empresa. Una alternativa es copiar las regulaciones de Nueva Zelanda, que está número uno en el ranking del Banco Mundial de “Haciendo Negocios”.
El segundo punto es flexibilizar las leyes que regulan el trabajo, aplicando la legislación de Chile o la reforma de Brasil o de Alemania. Los dirigentes gremiales se opondrán para no perder sus privilegios y su poder. Pero se facilitará la creación de empleo para resolver el problema de seis millones de personas que trabajan en negro, así como de los casi 10% de desocupados, el subempleo y los 250 mil jóvenes que año a año ingresan al mercado laboral.
El tercer punto es reemplazar de cuajo al sistema impositivo: esto es, pasar de los más de cien impuestos que hoy existen a un esquema simple de entre 7 y a los sumo 10 impuestos, reduciendo la presión impositiva. Además, hay que reemplazar la coparticipación actual por una redistribución de potestades tributarias, donde la nación cobre sus impuestos, y las provincias y los municipios, los suyos. El empalme con la actual coparticipación redistributiva se lograría con un fondo con porcentajes fijos de redistribución entre provincias ricas y pobres. A partir de allí cada gobernador que quiera aumentar su gasto deberá incrementar sus impuestos. Gastar con billetera propia es la mejor forma de disciplinar los exceso y malgastos.
El cuarto punto es una reforma monetaria que acompañe el equilibrio fiscal y elimine para siempre la inflación, por ejemplo, dolarizando la economía, o con una convertibilidad. Esto implicaría dejar de estafar a los más pobres, sean trabajadores o jubilados o pensionados para siempre. Y, además, una rápida y contundente caída de las tasas de interés, y multiplicación del crédito, lo cual será muy expansivo. Basta mencionar que el crédito al sector privado en Chile es siete veces más grande que en Argentina en términos del PBI.
El turismo se multiplicaría con medidas adicionales como, por ejemplo, devolviendo el IVA a los que pagan con tarjeta extranjera (como hacen en Uruguay). El campo multiplicaría fuertemente su producción. Por su parte, el potencial del sector minero es fenomenal. Se puede multiplicar por cuatro ese sector aplicando las mismas leyes que Chile, Australia o Canadá. Tal vez, haciendo un tratado internacional con Australia y Canadá para dar seguridad jurídica y aplicando sus mismos estándares ambientales. Ni más, ni menos.
El quinto punto sería la apertura económica a través de tratados de libre comercio con todo el mundo. Estos tratados fijarían el ritmo de apertura en un lapso entre 5 y 10 años, hasta llegar a la apertura total. De manera que sería una apertura gradual.
El sexto punto, que es esencial, es la revolución educativa. Implementar el sistema de subsidio a la demanda como lo tiene Chile o Suecia. Esto es indispensable frente al gradual reemplazo del 47% de los empleos que hoy conocemos (por las máquinas y los algoritmos sofisticados) y el nacimiento de nuevos empleos que requieren las habilidades humanas que no tienen las máquinas, el pensamiento crítico, la creatividad, la imaginación, la investigación, la inteligencia emocional y espiritual, la empatía, la inteligencia artística o musical.
El séptimo, octavo y noveno puntos son las reformas en defensa, salud y seguridad, donde Argentina debiera concentrase en las tecnologías del futuro y apuntar a ser el número uno de Latinoamérica en ciberseguridad.
Pero para poder hacer todo esto es esencial realizar una importante reforma del aparato estatal que le dé eficiencia y que reduzca significativamente su costo. Se debe rediseñar y redimensionar la estructura. Hemos propuesto racionalizar los tres niveles de gobierno (nación, provincias y municipios) y los demás poderes (Judicial y Legislativo). Solo a nivel federal implica poner en disponibilidad a unas doscientas mil personas con amortiguadores sociales, manteniendo sus sueldos por dos años más indemnización e incentivos para pasar al sector privado. El programa de ahorros propuesto por Libertad y Progreso suma una reducción del gasto público nacional de 6% del PBI para llegar en 2020 a déficit cero, incluyendo el pago de intereses que es parte del gasto público.
En Europa y la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) hay más de veinte países que sufrieron transformaciones tan importantes como las descritas. Los que tuvieron menor costo social y avanzaron mucho más rápido y más lejos fueron los países que hicieron profundas reformas de shock. En cambio, los programas gradualistas tuvieron más años de recesión, mucho mayor costo social y expandieron el capitalismo de amigos y las mafias. El premio es grande: duplicaríamos el nivel de vida de los argentinos en aproximadamente 12 años.