¡Taxi, siga a ese político!

Consejero Académico de Libertad y Progreso

LA RAZÓN – ESPAÑA- Parece que los políticos van a arreglar el problema del taxi. Pero eso, como decía Ortega, es pedir el retorno de lo que fue la causa del trastorno.

Los políticos han creado el problema, empezando por un mercado artificialmente restringido desde el poder, lo que encarece las licencias y el servicio, y abre la oportunidad para la entrada de competidores con una nueva tecnología y una nueva filosofía, que eso son los Uber del mundo: son una nueva forma de transporte público, en el que la calidad del servicio no es certificada desde el poder, sino que son los propios ciudadanos los encargados de hacerlo.políticas públicas, regulaciones del transporte

Las autoridades, entre cantos a la flexibilidad y la democracia, recelan de ambas. Lo que quieren es no pagar los costes políticos que la protesta entraña. De ahí el mensaje buenista que se propagó en todos los medios y todos los partidos: no hay que negociar con chantajes, no puede haber violencia, etc. Pero los grupos que dependen de la intervención del poder saben que con violencia los políticos suelen ceder.

Cientos de miles de trabajadores vieron quebrantado su derecho a circular por la vía pública, y desde luego a utilizar un servicio de transporte cuya organización depende de las administraciones públicas. Entre tanto, los mayores enemigos del pueblo, el populismo y la extrema izquierda, encabezaron las protestas de los taxistas alegando que lo hacían en defensa de los servicios públicos, como si Cabify no lo fuera, y en contra del capitalismo neoliberal, como si la segmentación y la limitación impuestas en un mercado desde el poder no fueran el mejor ejemplo de anticapitalismo. Y así, a golpe de ideas y estrategias antiliberales, desde la izquierda quieren “construir hegemonía” aquellos que muy rara vez o nunca consiguen que las trabajadoras libremente les conduzcan al poder mediante los votos.

Por eso, líderes comunistas como Alberto Garzón saludan a los taxistas con el argumento de que “de los conflictos sociales particulares puede desplegarse un completo modelo de país…el colectivo del taxi es un reflejo del conjunto de la clase trabajadora”. Hay que tener una teoría realmente curiosa para concluir que un grupo que ha dañado a una multitud de trabajadores es nada menos que el reflejo de todos ellos.

Pero las trabajadoras nunca votan a los comunistas, y bien puede suceder que la menguante credibilidad de la extrema izquierda se reduzca aún más con esta estrategia típicamente hostil a la gente. Si esto se traduce en aún menos votos en las próximas elecciones, su juego podría peligrar.

Una solución al conflicto que no viola libertades es facilitar al taxi la competencia, reduciéndole los impuestos, las regulaciones y las multas que lo ahogan. Nadie en la izquierda ni en la derecha está pensando el algo parecido. Y, paradójicamente, el abrazo de los políticos a los taxistas puede ser el abrazo del oso si la opinión pública da la espalda al gremio.

Con toda lógica, Warren Sánchez se irá de vacaciones.

Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 1 de agosto de 2018.

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