Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso.
Como hemos afirmado muchas veces, en los movimientos feministas radicales, en los LGTB, en el indigenismo, no está la defensa de derechos que en el liberalismo clásico ya tienen: a ser ellos mismos, a tener todos los derechos individuales que tiene cualquier persona y a hacer su propia vida según el derecho a la intimidad personal. No, ellos se sienten parte de “nuevos colectivos explotados” (las mujeres, los indígenas, los gay, los trans, las lesbians, etc.) por, a su vez, “nuevos colectivos explotadores” como el patriarcado, los blancos, el patriarcado heterosexual, etc. O sea, es una re-edición perfecta de la teoría marxista de la explotación donde el explotador de siempre, el capitalismo, es ahora el capitalismo blanco patriarcal heterosexual, donde sus nuevos explotados son los grupos ya descriptos.
Por esto es totalmente coherente que estos grupos, tanto en Europa como en los EEUU, rompan el pacto político originario, esto es: individuos, personas, todos gozando de los mismos derechos individuales (libertad religiosa, de expresión, de enseñanza, de propiedad, de asociación) bajo una constitución limitante del poder político, donde cada uno, cada comunidad libremente organizada, pueda expresar libremente su concepción del mundo, hacer lo que quiera y decir lo que quiera sin que ello sea un delito para cualquier otra asociación libre. Pero no. Como ellos son los “explotados” inventan nuevos delitos (discurso de odio, discriminación, violar el derecho a ser tratado como lo que ellos dicen que son, violar el derecho a ser tratados según pronombres neutros, etc.) para finalmente llegar al poder (una excelente combinación de Gramsci, Hitler y Marx) para finalmente imponer absolutamente, como en toda revolución, su concepción del mundo por la fuerza y tirar al mar, si es necesario, a los pérfidos explotadores del capitalismo hetero-blanco-patriarcal (y si agregamos hetero-blanco-patriarcal-cristiano, ahí tienen la suma de todos los males).
Por eso el diálogo con ellos es imposible, porque el que no coincide es necesariamente un explotador, un agresor. Algunos, los más moderados, nos podrán tener lástima, nos mirarán como el pobre explotador que no sabe nada ni entiende nada, y nos concederán tal vez cinco minutos de paz. Pero no nos crucemos en una de sus marchas porque si pudieran nos quemarían vivos además del conjunto de golpes e insultos que nos van a propinar.
La noción filosófica que está detrás de esto es la de colectivismo metodológico, esto es, una metodología de análisis de lo social donde el que actúa no es la persona sino colectivos explotados u explotadores donde lo individual se subsume en esa dialéctica y por ende o estamos necesariamente de un lado o del otro y necesariamente pensamos como opresores o como oprimidos.
Para refutar esto se necesita ir al individualismo metodológico. Lo trágico es que la mayoría de los católicos, que no quieren saber nada con estas nuevas ideologías de género y etc., tampoco saben nada, en general, del individualismo metodológico, porque ha sido desarrollado por los “malos” liberales Mises, Hayek y Popper, que por ende son casi innombrables en sus universidades, con lo cual se pierden la única vacuna intelectual contra la teoría marxista de la explotación. Es más: repiten hasta el cansancio que no son marxistas pero que “en eso” Marx tenía razón… Y con esa débil armadura intelectual pretenden luego refutar las ideologías del género y etc.
Yo me he matado explicando que el individualismo metodológico es totalmente compatible con Santo Tomás de Aquino pero evidentemente soy sólo una gota no marxista en un océano marxista, océano compuesto por los que dicen “yo no soy marxista PERO…”.
PERO es así como estas nuevas ideologías nos están pasando por encima