Editorial
REPÚBLICA ECONÓMICA – Charles Chaplin una vez dijo que “El tiempo es el mejor autor, siempre encuentra un final perfecto”, nada más veraz que esa frase para explicar cómo funciona la ciencia económica.
Dentro de la ciencia económica existe un consenso que postula que el trabajo de un economista se basa en construir modelos para explicar determinados fenómenos sociales. Mi opinión es que, ante todo, debe asimilar e interpretar las implicancias del factor tiempo. En resumen, la realidad se encuentra compuesta por:
- Individuos
- Tiempo
- Costo de oportunidad
La producción requiere tiempo. Los esfuerzos que se realizan en el presente sólo darán sus frutos mucho tiempo después. Sin embargo, el tiempo es escaso, por lo tanto, la espera debe valer la pena. Como el individuo vive por un tiempo determinado y en general se le presentan muchas posibilidades a lo largo de esa vida, deberá escoger entre un sin número de opciones. Para escoger entre esas opciones analizará la relación que existe entre el costo de la espera y los resultados que se obtendrán. El individuo alargará ese tiempo de espera en la medida en que los resultados al final del día sean más tentadores. Si los resultados son menores al costo de oportunidad, el individuo no esperará.
En economía el consenso más amplio que existe entre las diferentes escuelas de pensamiento económico es el de costo de oportunidad. Constantemente debemos sacrificar algo en pos de un otro. La elección dependerá de las valoraciones subjetivas que poseamos en cada lado de la balanza. Si el individuo actúa entonces sí o sí debe escoger.
En el caso de la producción, los bienes que se producen en un determinado instante de tiempo han sido producidos con recursos del pasado, en los cuales tienen incorporado muchos sacrificios por parte del individuo. Imaginemos un tren que intenta llegar de una punta a otra y recorre miles de kilómetros por día para ello. En el transcurro del viaje se bajan pasajeros, se suben otros, se desprenden vagones para ser reemplazados por otros, etc. Si entendemos la llegada del tren como el producto final y a las personas, los vagones como los insumos que se utilizan para generar ese producto entonces podremos entender la importancia que tiene el tiempo en la producción. El tiempo como condición del cambio. Nada es estacionario ya que todo cambia, desde los individuos, el contexto hasta las condiciones iniciales. Es por ello que para que el tren llegue a destino es fundamental que el cambio que se ocasione en el camino no afecte al producto final.
En un sistema tan complejo como el productivo los diferentes actores económicos deben interpretar acertadamente las señales a lo largo del tiempo para que, en un futuro no mediato, se elabore un producto. Aquí es donde entra en juego el sistema de precios como transmisor de información y el mercado como regulador del flujo constante de insumos y bienes.
Para que los eslabonamientos de una cadena productiva se conecten aguas arriba y aguas abajo es necesario que esa conexión sea lo más fuerte posible y así el cambio de las decisiones de un actor de un sector sea captado por el resto de los actores económicos. Y eso sólo es posible a través del sistema de precios y de la libertad de mercado.
La sociedad se encuentra formada por individuos y todos ellos se conectan entre sí a través de la libertad. La libertad permite que el tiempo coloque todo en el lugar correcto, en el lugar donde debe encontrarse. Únicamente por medio de la libertad, los individuos que se hallen en polos opuestos del espacio se puedan encontrar y conectar. No existe un equilibrio, nada está dicho ni nada está escrito, todo cambia permanentemente. En el transcurso, el costo de oportunidad late con fuerza y el individuo debe escoger. En esa elección pierde posibilidades. Para que esa elección sea acertada el individuo necesita poseer libertad para que esa elección sea única y plena responsabilidad de él mismo.
Uno de los problemas de fondo que tienen las sociedades hoy en día es que a medida que el Estado comienza a intervenir sobre las decisiones de los demás, esto termina afectando la esencia de las personas. Las personas se ciegan de autómatas y delegan la responsabilidad de sus actos en un tercer actor que le es ajeno a sus intereses. Nadie más que uno sabe lo que esconden sus deseos entonces no existe motivo para creer que algún otro pueda adivinar los anhelos de uno. Muchas veces, como es natural, los individuos no saben lo que desean ya que todo necesita su tiempo de maduración. Sin embargo, en planificación centralizada, el tiempo no puede hacer su trabajo porque todo se pre-determina, se pre-impone. El mayor peligro que puede existir es que los individuos se vuelvan autómatas del deseo de otro. Por lo tanto, es fundamental que la libertad se de en todos los aspectos posibles. La libertad se debe dar en el quehacer diario del individuo y del productor. Libertad en su máxima expresión.