ÁMBITO FINANCIERO – Siguen las críticas al Banco Central (BCRA) por sostener altas las tasas de interés para contener al dólar. Es evidente que ese análisis tiene implícito un error y vamos a tratar de aclararlo. La tasa de interés es el precio del crédito y, nos guste o no, durante este año hemos tenido una fenomenal fuga de capitales. Es decir, una buena parte del financiamiento interno ha desaparecido. Así que, si hoy es mucho más escaso, es lógico que su precio haya subido dramáticamente.
¿Podría hacer algo el BCRA para bajar la tasa de interés? Sí, podría aumentar la liquidez emitiendo, por ejemplo para cancelar deuda remunerada (ej. LEBACs o Leliqs); lo que automáticamente implicaría depreciar el peso, ya que no hay demanda para esa moneda extra. Por supuesto, eso haría que inmediatamente suba el tipo de cambio y desencadenaría otra nueva corrida contra nuestra divisa. Esta vez, seguramente acabaría en una crisis terminal; ya que hoy nadie confía en ella. Como vemos, no parece una gran idea, más allá del justificativo adicional de que el BCRA se comprometió a no aumentar la base monetaria, lo cual fue muy buena medida y ha logrado estabilizar el mercado monetario.
Entonces, ¿no hay solución a lo caro del crédito? Sí la hay. La respuesta es preguntarse qué generó la fuga de capitales y la crisis cambiaria. Este gobierno recibió un Estado y un BCRA al borde de la quiebra. Lejos de resolver esos problemas, mantuvo por demasiado tiempo un exceso de gasto insostenible y uso al BCRA para licuar los problemas que esto generaba. Así es como la entidad perdió toda credibilidad en su capacidad y convicción en defender el valor de la moneda y, ante la primera remezón internacional importante, derivamos en una crisis cambiaria que dejó sin financiamiento a un Estado despilfarrador, pero también a toda la Argentina.
Bien, si la fuga de capitales contrajo el crédito y fue porque desapareció la confianza en la capacidad de nuestra dirigencia política de resolver los problemas de la Argentina, la solución es recuperar esa credibilidad perdida para que regrese ese ahorro huido y vuelva a financiar nuestra economía. Lo primero, es garantizar la estabilidad monetaria. Si la gente está con temor por la continua caída del valor de los pesos (suba del tipo de cambio), no solamente deja de demandarlos y se vuelca a otras divisas, sino que tiene una menor propensión a consumir e invertir. En ese contexto, no hay soluciones posibles. Así que mantener estable nuestra moneda es condición necesaria, pero no suficiente. Más allá de que esto colaborará a aumentar la confianza y el crédito, lo hará muy lentamente y por un corto plazo si no se resuelve la madre de todos los problemas, el exceso de Estado.
Si analizamos todas las crisis de los últimos 70 años, cada una de ellas ha sido por sostener un mayor gasto público del que podíamos pagar. Nuestra dirigencia, en lugar de resolver el problema responsable y ordenadamente con el mínimo costo social, prefirió evitar los costos políticos de hacerlo llevándonos a debacles económicas que implicaron el máximo costo posible para la sociedad. La gran duda hoy es si nuestros políticos están dispuestos a comportarse responsablemente.
Miremos algunas señales. Continuamente, se piden aumentos de impuestos para tratar de minimizar el ajuste del Estado, maximizando el del sector productivo. De la reducción adicional del déficit primario negociada con el FMI para llegar al equilibrio, más del 80% será por subas de tributos que nuestros políticos se comprometieron a bajar en distintas leyes de 2017. No creo que esto colabore a aumentar la confianza ni a gestar futuras lluvias de inversiones, ¿no?
Hemos escuchado a los dirigentes de la oposición decir que “Este gobierno se autoimpuso un gran ajuste”. Parece que no se anoticiaron de que ni los argentinos ni los extranjeros estamos dispuestos a seguir financiando su despilfarro. Por lo tanto, esa pérdida del crédito, que viene de la palabra credibilidad, lleva a que no tengan plata para sostenerlo y, como pasaría en una familia o empresa, deberán acomodarse a esa realidad.
Otros dicen que había alternativas al FMI. Sólo una crisis peor que la de 2002; ya que, si nadie quiere financiarte y pretendés mantener un exceso de gasto, quebrás. La aparición en escena del Fondo permite contar con los recursos como para morigerar el costo social de hacer los deberes. Si no lo hacemos, sólo postergaremos y agrandaremos el problema; por lo que la crisis será mayor.
¿Serán nuestros políticos capaces de asumir su responsabilidad y ahorrarnos una nueva debacle? Esa es la pregunta que todos se hacen y, con razones demás, mantiene el riesgo alto, la escasez de financiamiento interno y, por ende, tasas de interés siderales.