Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
PANAM POST – Tras una década de estar completamente marginada, en los últimos años Argentina volvió a ser protagonista de los diarios financieros del mundo. Al principio, allá por 2015 y 2016, el motivo era la enorme expectativa que los mercados tenían con el nuevo gobierno de Macri.
No obstante, no pasó mucho tiempo hasta que las noticias económicas sobre Argentina cambiaron de tenor. De la gran expectativa y confianza internacional, pasamos a la fuerte devaluación del peso y los dos pedidos de asistencia al Fondo Monetario Internacional.
De momento, la situación cambiaria parece estar más tranquila, con el peso recuperándose frente al dólar en las últimas semanas.
Por otro lado, el gobierno aprobó un presupuesto que apunta a tener equilibrio primario para 2019. Es decir, excluyendo el pago de los intereses, el año que viene la suma de ingresos y gasto público debería dar $ 0.
“El problema no es el déficit”
La votación por un presupuesto equilibrado apunta a recuperar la confianza de los inversores, quienes comenzaron a dudar de la capacidad del gobierno argentino para pagar sus deudas. Así, como la deuda es hija del déficit, suena lógico que se quiera reducir el origen del endeudamiento.
Ahora bien, esta supuesta lógica no les cierra a todos. En un intercambio reciente que tuve con una economista del partido Unidad Ciudadana (de la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner) ella sugería que el déficit del gobierno no representaba ningún problema para la economía. Que, dada la nueva Carta Orgánica del Banco Central de Argentina, el financiamiento del gobierno “se resuelve emitiendo pesos, porque los docentes y los empleados públicos cobran en pesos”.
Pocos días atrás volví a ver un argumento de este tipo en Twitter, donde un supuesto economista explicaba que “el problema es el déficit comercial (en dólares que no emitís), no el fiscal (en pesos que emitís).”
¿De dónde viene esta idea? La respuesta es que, al menos en tiempos recientes, estos conceptos han sido popularizados por la llamada Teoría Monetaria Moderna (o MMT, por sus siglas en inglés).
De acuerdo con los principales exponentes de la Teoría Monetaria Moderna, los déficits presupuestarios de los gobiernos no son un problema en la medida que estos puedan emitir el dinero en el que toman esa deuda.
De acuerdo con la MMT, en un mundo donde el dinero se impone por decreto del propio gobierno, no hay motivos para temer por un default de la deuda pública, ya que siempre se puede acudir a la emisión de dinero para cancelarla.
En palabras de uno de sus máximos exponentes, Randall Wray:
Los hogares y las empresas son usuarios de la moneda mientras que el gobierno soberano es el emisor. Esto marca una gran diferencia: los usuarios pueden quedarse sin moneda pero los emisores no. Si un usuario se compromete a pagar con moneda, hay una posibilidad de que esa persona no sea capaz de obtener ese dinero y se vea obligado a incumplir dicho compromiso. El emisor, por el contrario, no está forzado al default,1 ya que la promesa podrá cumplirse mediante la emisión de la moneda. El gobierno soberano no puede declararse insolvente o incurrir en un default a causa de promesas de pago –deuda– nominadas en su propia moneda.
Tomando en cuenta este concepto, uno se pregunta por qué el gobierno argentino se endeuda en dólares y si no tendría beneficios adicionales el endeudarse en pesos argentinos.
La inflación es un default
A la primera pregunta, los heterodoxos locales le encuentran una respuesta muy clara. El endeudamiento en dólares se hace para financiar la “fuga de capitales” y favorecer a los grandes grupos concentrados.
No obstante, hay un razonamiento mucho más aritmético y simple: el volumen de endeudamiento que el gobierno colocó en los mercados internacionales es sencillamente demasiado grande para ser absorbido por el mercado local que opera en pesos.
Para tener una idea de los números, al día de hoy los depósitos a plazo fijo del sector privado ascienden a USD 22.000 millones (AR $772.000 millones), mientras que las emisiones de deuda del gobierno de Macri acumulan unos USD 140.000 millones, 6 veces más.
Ahora el segundo punto es el más interesante y curioso dada la historia reciente de nuestro país.
¿Nos ahorraríamos la posibilidad de “default” si la deuda la contrajéramos en pesos? La respuesta es solo parcialmente positiva. Es que si se mira la película en términos nominales, es cierto que quien emite su propia moneda nunca puede no pagar una deuda.
Si el Banco Central debe $ 100, siempre podrá emitir esos $ 100 para afrontar el pago. No obstante, en términos reales, es decir, en términos de lo que ese dinero puede comprar, la situación es muy diferente.
Entre 2003 y 2018, por ejemplo, el billete de $ 100 perdió el 90% de su valor. O sea que si el gobierno argentino hubiera tomado en 2003 deuda por $ 100 y en 2018 hubiera devuelto esos mismos $ 100, habría repudiado nada menos que el 90% del valor real de su deuda.
Es decir, habría incurrido en un default mayúsculo.
Destrucción económica
Llama la atención que tras tantos años de desarrollo de la teoría económica, los postulados de la MMT generen adhesiones. Sin embargo, uno puede entender que esto ocurra en países como Estados Unidos o en la Europa Occidental, donde hace décadas que prácticamente borraron del mapa a la inflación.
Ahora que en Argentina, que a fines de los años 80 y principios de los años 90 padeció dos hiperinflaciones y donde por los últimos 15 años –precisamente por financiar el déficit fiscal con “soberanía monetaria”- se mantuvo una de las inflaciones más elevadas del mundo, estas ideas siquiera tengan algo de atractivo es realmente inexplicable.
Esperemos que no sigan avanzando, puesto que ya debería ser claro su rotundo fracaso y capacidad de destrucción económica.