Ha publicado artículos en diarios de Estados Unidos y de América Latina y ha aparecido en las cadenas televisivas.
Es miembro de la Mont Pèlerin Society y del Council on Foreign Relations.
Recibió su BA en Northwestern University y su Maestría en la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins University.
Trabajó en asuntos interamericanos en el Center for Strategic and International Studies y en Caribbean/Latin American Action.
EL COMERCIO – Al afirmar que los médicos cubanos que trabajan en Brasil se encuentran en condiciones de virtual esclavitud, el presidente electo brasileño Jair Bolsonaro ha traído a la luz cómo el régimen castrista exporta la violación de los derechos humanos de los cubanos.
La explotación identificada por Bolsonaro, sin embargo, empezó a llamar la atención antes de que este lo denunciara, y es un problema que va mas allá de Brasil y mas allá de la profesión médica.
El acuerdo al que llegó la dictadura cubana en el 2013 con el Partido de los Trabajadores que gobernaba Brasil garantizó que el Estado Brasileño pagaría más de US$3.600 mensuales por cada médico cubano. De ese monto, el régimen cubano se queda con el 70%, los médicos con el 25% y la Organización Panamericana de la Salud con el 5%.
Es un buen negocio para Cuba. Hay más de 8.600 médicos cubanos en Brasil, y unos 18.000 han trabajado allí desde que empezó el programa. Cuba tiene este tipo de arreglos con países alrededor del mundo. Algunos pagan más. Según Cuba Archive, Cuba recibe US$25.000 al mes de Arabia Saudí por cada cirujano plástico.
De hecho, Cuba no se limita solo a exportar el trabajo de doctores. Envía alrededor de 65.000 profesionales de todo tipo –maestros de escuela, geólogos, obreros, entrenadores de deportes, músicos, etc.– a más de 60 países, según Cuba Archive. E involucra por lo menos a 85 empresas estatales cubanas.
Para Cuba, esto se ha vuelto un negocio indispensable. En el 2016, las entradas de los profesionales cubanos enviados al extranjero representaron un ingreso al Estado Cubano de US$8.000 millones, más del doble de lo que el país gana gracias al turismo. La exportación de los servicios de profesionales cubanos es la fuente más importante de ingresos y la divisa fuerte del régimen.
A pesar de que los médicos en misiones internacionales ganan más de los US$60 mensuales que ganan en Cuba, reciben menos que los profesionales nativos y no hay ninguna duda de que se trata de trabajo forzoso. Es precisamente la represión en Cuba la que permite que se pueda vender a precios relativamente bajos los servicios de sus profesionales en el extranjero.
Además, los trabajadores cubanos en el extranjero están obligados a dejar a sus familias en la isla. Según Cuba Archive, típicamente se les entrega un pasaporte oficial de distinto color que no les permite viajar a otros países y, si deciden abandonar la misión, no se les permite viajar a Cuba por ocho años ni que sus familiares salgan de la isla por un mínimo de cinco. Otras restricciones, como no hablar con la prensa, también aplican.
Es así como el año pasado el New York Times reportó que unos 150 doctores cubanos en Brasil demandaron en las cortes brasileñas que sus derechos fueran respetados. Un juez federal describió la situación de los profesionales como “una forma de esclavitud”. Miles de profesionales cubanos trabajando bajo estos arreglos han renunciado a sus “contratos” en años recientes. Hasta hay una asociación, No Somos Desertores, de cubanos profesionales en el extranjero a los que el régimen les niega regresar a su país.
La experta Maria Werlau observa que, en los últimos 10 años, Cuba ha estado produciendo doctores en masa. Muchos son de dudosa calificación y esto ha ocurrido al mismo tiempo que los recortes sustanciales en la isla a médicos de familia y atención médica.
Es una vergüenza que las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales avalen este sistema de esclavitud moderno. Piense lo que piense de Bolsonaro, pero ha hecho bien al prometer respetar los derechos de los cubanos en Brasil y dar asilo a quienes lo pidan. Todos los países civilizados deberían seguir ese ejemplo.
Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 20 de noviembre de 2018.