Por Pedro Toranzo.
Hoy en día el negar los efectos de los riesgos ambientales mal gestionados en ciudades, empresas, países, regiones y hasta a nivel planetario; es la base para una catástrofe supeditada al imparable paso del tiempo.
Históricamente, el reconocimiento, identificación y gestión de los riesgos ambientales surgió por condiciones de escasez económica. El ejemplo típico es la prohibición de talar árboles en la media luna fértil miles de años antes de Cristo, y medidas similares a lo largo de la historia.
De manera diversa, el ambientalismo apareció como ‘ideologia’ en nuestra historia, no por azar; durante tiempos de choques ideológicos entre la libertad de mercado totalmente desregulada y los albores del socialismo. Este apareció, íntimamente ligado a los derechos de trabajo y a la salud humana. Las condiciones de trabajo paupérrimas durante la revolución industrial y la calidad de aire de Londres; fueron la chispa histórica. Este activismo aun no separado de los derechos sociales, termino por definirse y acuñarse durante la década del 70; donde también resurgió ligado a eventos de contaminación y hasta opuesto al accionar militar de tropas norteamericanas en Vietnam; es decir bañado con un claro típico tinte político-opositor.
Claro está; que hubo también movimientos ambientalistas ‘románticos’ anteriores –Reino Unido, 1870; donde se hablaba de ‘volver a la naturaleza’ y se promulgaba a la ‘conservación’ de áreas naturales-. Estos movimientos románticos fueron aislados y no llegaron a tener impacto capaz de iniciar un cambio.
Es muy interesante observar; que el ambientalismo de los 70’s, comenzó a institucionalizarse y a conseguir fondos para su despegue. Las primeras ONG´s u Organizaciones No Gubernamentales, comenzaron a enviar mensajes contra determinados riesgos ambientales, con un tono negativo y violento contra empresas de gran poderío económico. El mensaje fue siempre paralizante, y pocas veces promovió soluciones a los problemas, innegablemente reales. La juventud, encontró allí un nuevo refugio contra el consumismo empedernido y opuesto a la naturaleza humana. El ambientalismo, fue un nuevo modo de escuchar las voces del creador. Madre natura volvió a ser diosa y el panteísmo gano a las religiones monoteístas y hasta la racionalidad occidental; que cuando fue des-deificada; seco la misma naturaleza del individuo y la sociedad entera.
En realidad, el problema no fue ni las religiones monoteístas, ni el racionalismo occidental, ni la búsqueda de ganancia por parte de las empresas, ni el consumismo mismo. El desafío paso por olvidarse del prójimo, de nuestros vecinos –ahora quejándose por humos y ruidos molestos-, las generaciones futuras –descuidadas por el consumo indiscriminado de recursos-; y el abuso a los ecosistemas naturales, base del sustento de la existencia humana.
El ambientalismo, fue una voz necesaria al inicio; pero al mismo tiempo; a aquellos que aún lo predican, este no es ni practico ni efectivo; puesto que este movimiento no ha otorgado soluciones; sino más bien conceptos paralizantes como el de ‘Cambio Climático’, ‘Agotamiento de especies’ y otros mensajes apocalípticos para nada constructivos ni ‘democráticos’.
El ambientalismo es absoluto; inmaduro y contradice las realidades innegables del libre mercado y de que la realidad material es caduca y agotable; y que esto es asimismo inevitable. Gran parte del ambientalismo pregona que la naturaleza es ‘perfecta’; lo cual es otra falacia.
Anteriormente, en nuestra historia; hablábamos de ‘África salvaje’, de ‘wild´-en ingles salvaje-; en incluso el término ‘forest’ –bosque en inglés- se originó del latín ´foris´; o lo que esta fuera de las murallas; describiendo así; a una naturaleza agresiva e indomable. Hoy las cosas parecen haber cambiado; y la civilización se ha convencido de todo lo opuesto: que la naturaleza es el jardín del edén.
Siempre he observado; que por ejemplo el activismo en contra la pesca de ballenas es hasta ridícula. Si bien no comparto esta cultura con los ‘comedores de ballenas’, como japoneses o habitantes de las islas Feroe; tampoco quiero imponer culturas; puesto que en mi país comemos carne vacuna a mansalva –con un sinnúmero de riesgos ambientales asociados-; mientras que en la India, los bovinos son seres sagrados.
Más allá de ello, yo pregunto; ¿quién sino los mismos japoneses, son los que más conservan el recurso ballenero? Mientras las ballenas tengan buen precio en Tokio, el mercado –regulado- se encargara de mantener la especie. En el mismo sentido, si una flota pesquera de balleneros saliera a pescar y solo encontrase dos ballenas; la próxima vez que zarpe esta flota, por simple economía, se vería reducida ‘drásticamente’ la flota o incluso se detendrían las operaciones de la misma.
Es interesantísimo observar que en los ‘ambientalistas’ prima el absolutismo y la rebeldía a conceptos como estado, empresas, religiones tradicionales y la economía de mercado. Yo siempre les pregunto a ellos: ¿Qué solución Uds. sugieren? La respuesta más común es casi constante: Un silencio solo comparable a una pacífica briza en un parque nacional.
Nuestra civilización, además de problemas; siempre tuvo y tiene una gran capacidad de cambio, adaptación e innovación. El progreso, y el desarrollo del ser humano; hoy por hoy ha alcanzado casi todo el planeta. Hoy por hoy, el acceso a recursos y bienestar se ha expandido como nunca antes en la historia. Claro está, que este dista de alcanzar al 100% de la población; pero sin duda es un hito histórico, por ej. que más del 80% de la población tenga acceso a agua potable en nuestros días.
Es importante resaltar, que el impacto ambiental igual a ‘0’ es tan lejano, como similar al ‘horizonte marxista’; es una línea inalcanzable e intangible. El impacto ambiental se puede minimizar, cambiar por otro, contener o cambiar de lugar; pero nunca la civilización humana dejara de producir impactos ambientales negativos. Del mismo modo, ya no me sorprende; la poca mención de los ‘impactos ambientales positivos’; que nunca son mencionados o tenidos en cuenta por los activistas. Ejemplo clásico de esto, es el impacto positivo que produce el turismo en áreas naturales protegidas; donde los visitantes aprenden de procesos ecológicos; que de todos modos ayudan a promover en las ciudades practicas mas limpias.
Si queremos ‘ayudar al planeta’; no hay nada mejor que una ‘buena gestión de riesgo ambiental’; para ello hoy contamos con procesos, practicas, tecnologías y recursos de altísimo nivel. Basta ver la gestión ambiental realizada por muchas empresas mineras; que pese a los severos impactos al medio ambiente; gestionan sus riesgos de modo increíble. Nuevamente, no al azar; estas mismas empresas, son las atacadas por grupos ambientalistas, negativos y que no sugieren soluciones, y la realidad es que seguimos necesitando materia prima, y por ello no podemos detener la minería.
Para diferenciar al ambientalismo de la GRA; basta analizar si realmente se realizó una ‘evaluación de riesgo ambiental o ERA’; paso previo a la implementación de cualquier medida de gestión y/o accionar. Este ERA definirá la prioridades en la gestión de riesgos de modo racional, de acuerdo a una lógica de relacionar el riesgo con una posibilidad y consecuencia cierta de que un impacto ambiental ocurra. ERA, es la piedra angular y el primer paso de la GRA; y no del activismo.
El ambientalismo esta paradójicamente ‘contaminado’; contaminado con políticas que explotan la ignorancia de la gente –muchos partidos engrosan votos con políticas verdes-, la sensibilidad de la misma; y las ganas de re-encontrar sentido a la existencia de los ciudadanos, con el opuesto silencio de las áreas naturales; como contrario a las grandes urbes.
Un clásico del ambientalismo, es la falta de racionalidad y eficacia de sus medidas; como contrapuesto a una buena GRA. Claro ejemplo, es; como he visto, en agencias de gobierno que focalizan sus recursos en acciones inocuas y activistas; como promover ‘cultivos orgánicos’ en medio de una ciudad de alta densidad poblacional o, promover ‘fito-remediación’ de cuerpos de agua demasiado contaminados, o con demasiado flujo de agua para esta solución. Otro ejemplo claro, es llamar ‘corredores de biodiversidad’ a avenidas arboladas o plazas.
Debería estar más que claro, y el sentido común corrobora la racionalidad de la GRA; que en una urbe de cemento, los riesgos ambientales prioritarios son otros. Ejemplo claro en CABA es el altísimo nivel de ruido; la producción y gestión de desperdicios sólidos, el vuelco de contaminantes en aguas superficiales, el uso de energía y agua, la calidad el aire y por sobre todo una necesaria planificación urbana que contemple estos riesgos ambientales. La biodiversidad urbana; es casi inaplicable y claramente no una prioridad en conglomerados urbanos de alta densidad; en ciudades no planificadas correctamente, como CABA.
La GRA incluye un sinnúmero de herramientas de gestión de riesgo; ya implementadas y capaces de minimizar los riesgos ambientales correctamente gestionados. Estas herramientas son entres otras: EIA o Evaluación de Impacto Ambiental, Auditoria Ambiental, Indicadores Ambientales, Sistemas de Gestión de Riesgo –normas ISO-, Monitoreo Ambiental, Due Diligence, Análisis de Ciclo de Vida, Herramientas Económicas, Ingeniería Ambiental, Análisis de Laboratorio; etc, etc. Todas estas prácticas, procesos; ya están siendo utilizadas en muchas jurisdicciones de modo significativo. Estas prácticas, dan una predictibilidad, sistematización y racionalidad a decisiones políticas o empresariales, que sino se tornan totalmente caprichosas; y como resultado, los activistas ambientales obtienen lo opuesto a lo que buscan: que los empresarios y la gente de negocios, no adopten prácticas más sostenibles.
Para aquellos que no lo creen aun; la verdadera GRA tendrá lugar cuando la contaminación tenga un precio adecuado, lo mismo que el uso irracional de los recursos; las fuerzas del mercado dictan la historia y la civilización humana, ahora más que nunca. Los mercados regulados; podrían conllevar a una eficiencia inusitada en temas ambientales. Es triste, que cuando una menciona a los ambientalistas la palabra ‘empresas’ o ‘mercado’; estos salen corriendo, sin saber que la solución del problema los espera ahí mismo; en la actividad económica humana, en los centros financieros; y no en los parques nacionales.