Este último es un punto muy relevante. Dado que la autoridad monetaria está limitada para poder emitir, debe refinanciar todos los vencimientos de deuda más los intereses y pagar lo que se le exija, compitiendo con el resto de los tomadores. O sea, no fija la tasa de interés, que se determina en el mercado de crédito.
“Los argentinos no confiamos más en el peso y lo aprendimos a lo largo de décadas de bastardeo de su valor por parte de nuestros políticos y economistas”
Por otro lado, el BCRA (como la mayoría de los políticos, empresarios y economistas) considera bueno tener un tipo de cambio flotante con mucha volatilidad. Algo notable cuando vemos que cuando tiende a subir el valor local del dólar la gente lo asocia inmediatamente a que el peso está perdiendo valor y se atemoriza. Es lógico, la moneda en la que cobra su sueldo y atesora está mermando su poder adquisitivo; lo que quiere decir que será más pobre. Es absurdo pretender que con esa volatilidad los argentinos aprendan a no tenerle miedo a nuestra moneda. Es un país en el que desde 1970 le sacamos 13 ceros, es decir que un peso de 1970 es equivalente a 10.000.000 de millones de pesos de hoy. Después de haber vivido semejante estafa, más la crisis cambiaria reciente, sería solo obra de un milagro que los argentinos recuperaran la confianza en el BCRA. Llevará muchos años para que eso suceda; pero sólo pasará si son de estabilidad monetaria. Si no, tarde o temprano, el peso terminará desapareciendo.
Por eso, es muy importante que el BCRA tenga cuidado al manejar la política monetaria intramensual. No es lo mismo mantener una baja oferta durante una mitad del mes y, luego, cumplir con el techo promedio de base monetaria emitiendo mucho en la otra mitad; ya que se contrae crédito innecesariamente en la primera parte y deja pesos no demandados en la segunda. Entonces, no puede extrañar que se observen presiones cambiarias que vuelvan a generar temor en la gente.
Pronto habrá que tomar algunas decisiones. La primera, sacar el absurdo piso de tasas; ya que mantenerlo puede significar contraer el financiamiento interno a costa de aumentar la deuda remunerada del BCRA y su costo, lo que es un suicidio. Lo otro, definir la evolución de la banda cambiaria. Lo primero a tener en cuenta es que casi 30% de brecha entre el techo y piso es excesivo. Cabe imaginarse un salto cambiario de esa magnitud y el pánico que generará en la gente. Es poco creíble pensar que a esa altura podrán frenar una crisis cambiaria con ventas diarias de u$s150 millones. La caída de la demanda de pesos será mucho mayor a ese monto, por lo que no se dará el esperado apretón monetario, y hará que siga depreciándose incrementando el valor local del dólar.
Si se va a mantener el incremento del rango cambiario debería ser con una tasa decreciente y por debajo de la inflación esperada, para no alentar una mayor depreciación de la moneda. Además, debería subir solamente el piso y dejarse quieto el techo; aunque sea hasta que se reduzca la diferencia a la mitad o, preferiblemente, un tercio. Lo otro, es que el compromiso del BCRA no solamente comprar todos los dólares que le ofrezcan en el piso, sino vender todos los que se le demanden en el techo, garantizando que no lo superará. Esta es una forma de mostrarle a los argentinos que están dispuestos a defender el valor de la moneda y ayudará a recuperar su confianza en ella, aumentando el crédito y bajando la tasa de interés. Si en vez de poner una “muralla de dólares” mantuvieran su promesa de ventas diarias de u$s 150 millones, sólo lograrán vender un montón de reservas sin poder frenar la caída del valor del peso.
Si queremos que baje el costo del financiamiento, es necesario garantizar estabilidad monetaria y creo que las recomendaciones aportadas antes la harán creíble y sostenible. De por sí, esto aportará más confianza en el peso y, por ende, crédito, consumo e inversión. Sin embargo, con eso sólo no alcanza. Es esencial que la dirigencia política de señales de estar comprometida con resolver el problema de fondo, reformar un Estado gigantesco que nos es imposible pagar.
Lamentablemente, las discusiones en el Congreso dejaron en claro que los opositores, pero también algunos en el Gobierno, tienen poco interés en buscar soluciones de fondo que implique pagar algún costo político. De hecho, del ajuste que se ha planteado para cerrar 2019 con equilibrio, lograron trasladarlo al sector productivo y la gente en más de un 80%, con más impuestos y quitas de subsidios. Cabe aclarar que esto último está bien; pero la suba de la presión tributaria en más de 1,6 puntos porcentuales del PBI debió evitarse con más reducciones de gastos.
Recordemos que, en 2017, el conjunto de nuestra dirigencia política se comprometió a bajarnos los impuestos y lo refrendaron sancionando dos leyes. Ahora los suben para evitar el propio ajuste y transferírselo a la gente y las empresas. No parece la mejor forma de alentar que lluevan inversiones. Mientras los argentinos sigamos permitiendo que esto pase, habrá que olvidarse de tener un país que se desarrolle, genere riqueza y nos dé empleos bien pagos.