Editorial
REPÚBLICA ECONÓMICA – Se dice que a veces es necesario perder algunas cosas para poder valorarlas o como plantea una reflexión para apreciar la luz es imprescindible sentir la oscuridad. Dentro del sistema “capitalista” a los individuos les cuesta comprender el progreso que trajo consigo el capitalismo porque viven inmersos en los beneficios de este. Hace algunos lustros y no tan lustros atrás era impensable imaginar que los individuos pudieran disfrutar de los bienes y servicios que disfrutan ahora. Dichos bienes que encontramos en la actualidad en el centro de compras más cercano sólo podrían ser adquiridos por los estratos de ingresos más altos en un sistema NO capitalista y esto no es un dato menor.
La historia es más que ilustrativa si de errores conceptuales hablamos. Previo al sistema capitalista, la organización política, económica y social era el feudalismo. El feudalismo se basaba en un sistema jerárquico en el cual los reyes –máximas figuras de poder- le concedían partes de tierras a su nobleza para que las defiendan a cambio de fidelidad. A su vez, el señor feudal les entregaba a sus vasallos las tierras a cambio de un impuesto que les cobraba periódicamente de forma obligatoria. Los siervos cumplían el rol de esclavos ya que, a diferencia de los vasallos, no eran hombres libres ni eran dueños de las tierras, las cuales debían trabajar de sol a sol.
Básicamente era un sistema de servidumbre en el que la libertad, llanamente hablando, únicamente se manifestaba en los dos eslabones más altos de poder: los reyes y la nobleza. Exclusivamente la élite podía acceder a los bienes de lujo y gozar de ciertos privilegios. Mientras que los campesinos se concentraban en trabajar por la subsistencia. Cuando llegó el capitalismo se igualó hacia arriba. Las masas pueden acceder a los mismos bienes y servicios que los estratos de ingresos más altos. Por ejemplo, dos personas de diferentes niveles de ingresos probablemente disfruten del mismo concierto desde la comodidad de su casa o arriba del colectivo. A pesar de ello, en la actualidad el concepto “capitalismo” es utilizado de forma peyorativa. Con el fin de desechar algunos fantasmas comencemos comparando las dos etapas, capitalista y precapitalista, mediante el análisis y el uso de la razón.
¿Qué es el capitalismo? Por definición popular dícese de aquel “sistema económico y social basado en la propiedad privada de los medios de producción, en la importancia del capital como generador de riqueza y en la asignación de los recursos a través del mecanismo del mercado.” Entonces ¿qué es lo que se juzga? A ver los elementos a tener en cuenta:
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Propiedad privada
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Importancia del capital
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Mercado
En el sistema precapitalista la propiedad privada se encontraba en manos de los reyes, quienes eran los encargados de otorgarles las tierras a los nobles y bien podían quitárselas cuando ellos así lo dispusieran. El derecho a la propiedad privada se encuentra fuertemente relacionado con la libertad individual. El hombre es libre en tanto y en cuanto sea dueño de su propio cuerpo y de sus bienes reales. Con estos últimos podrá realizar inversiones, comerciar, aprender, difundir conocimiento, etc; y satisfacer, de ese modo, necesidades. Es decir, el individuo requiere de libertad para poder incrementar su bienestar. Si se asegura el derecho a la propiedad privada entonces se garantiza el crecimiento económico ya que sólo por medio de este se crea riqueza y no por la expropiación.
Por ejemplo, un individuo que es dueño de su propia fábrica y tiene dos escenarios posibles: a) Derecho a su propiedad privada y b) Expropiación. El quid es ¿el individuo en cuál escenario invertirá en investigación y desarrollo? Definitivamente en el primer escenario. Por lo tanto, el crecimiento únicamente se puede dar en un contexto bajo el cual se garantice el derecho a la propiedad privada. Es por ello que se comienza a hablar de “progreso” a partir de la etapa capitalista. Además, esa etapa se caracterizaba por el sometimiento a través de la presión fiscal ¿Alguna similitud con la realidad?…En la etapa feudalista ocurrían casos en los que el Rey era capturado y se incrementaban los impuestos en pos de su rescate. Hoy, siglos después, la práctica es cuasi similar ya que nos los contribuyentes debemos salir al rescate de nuestro Estado con más impuestos cuando éste decide malgastar nuestro dinero.
Luego, la importancia del capital. ¿Qué es el capital? Básicamente es todo aquello que le permite a un individuo producir bienes que le generen un valor a la sociedad. En la etapa precapitalista todo se fundaba en labrar la tierra y satisfacer necesidades de subsistencia. No había posibilidad de acceder a mucho más. Era la etapa del conformismo. Actualmente, el capital constituye la piedra angular para el crecimiento económico. Walt Whitman Rostow, economista norteamericano, publicó en 1960 la teoría del despegue. Dicha teoría consiste en una serie de etapas de desarrollo que deben pasar los países en diferentes momentos y que los países subdesarrollados pueden seguir para llegar al nivel de desarrollo de los países más avanzados. Lo fundamental de esta teoría, es que relaciona la inversión en capital con el crecimiento económico, y el desarrollo de la sociedad con el crecimiento económico. Con esto se describe la necesidad de aumentar significativamente la capacidad de producción material como requisito primordial para el crecimiento económico. Este incremento, basado en la teoría ricardiana de las ventajas comparativas, debía ser impulsado por uno o dos sectores líderes –bajo la noción de libre mercado- que se caracterizaban por crecer por encima del conjunto. Es decir, en libertad de mercado siempre habrá un sector que crezca por encima de la media pero, justamente, esto permitirá que una suerte de efecto derrame se propague al resto.
Por último, ni el derecho de propiedad privada ni la existencia de capital son plausibles si no existe previamente la libertad de mercado. Esta libertad permite que los individuos se encuentren a merced de ellos mismos. Es decir, las masas que en el sistema precapitalista se encontraban a merced del señor feudal, en el capitalismo son las mismas masas las que poseen control absoluto del mercado.
Sin embargo, siempre se encuentra una especie de “resentimiento” hacia el sistema. ¿Por qué? Ludwig von Mises lo atribuye al sentimiento que genera la “ambición frustrada”. El sistema capitalista es tan libre que es imposible culpar a algún otro de los proyectos frustrados de uno. Cada uno tiene la posibilidad de cambiar su situación de insatisfacción, pero se empecina en no respetar los tiempos. El individuo por lo general se impacienta por todo: quiere realizar una carrera exitosa, que llegue el trabajo tan deseado, formar la familia modelo, realizar el viaje tan anhelado, salir todas las semanas a festejar con amigos, ganar la Libertadores y que el agua hierva más rápido; todo en igual lapso de tiempo. No miden, lo quieren ya. Y no es un problema exclusivamente de él sino de toda la sociedad que se lo impone.
El socialismo nuestro del día a día a la fuerza quiere que el individuo se amolde al “ideal medio”, a lo que se supone que “debería” comportarse un individuo. Cuando la realidad es que cada individuo es diferente uno de otro, cada uno tiene tanto un determinado color de pelo como un tiempo para cada cosa diferente. Si no existen dos gotas de lluvia iguales entonces por qué pretendemos que dos personas si lo sean. Hasta el hartazgo hemos escuchado conversaciones del estilo “a esa edad y sin…un trabajo …una pareja…hijos…” como si todos fuésemos perfectos moldecitos a los que adecuarse cuando la edad así lo amerite. Cuanta ignorancia en tanta popularidad. Siguiendo este tipo de comportamiento es completamente lógico que exista cierto resentimiento hacia el sistema ya que en las etapas precapitalistas la culpa era de otro, uno no tenía la culpa de nacer como siervo, noble o rey.
Dentro del sistema capitalista, la responsabilidad es mayor. Por ende, las comparaciones son de moneda corriente y terminan predisponiendo al individuo a ver todo a oscuras sin poder comprender que se encuentra mucho mejor que en etapas previas al sistema. Obviamente, hay personas que, por las mismas razonas que los hacen diferentes unos de otros, se encuentran más avanzados en algunos aspectos de su vida que otros, pero eso no quiere decir que sean superiores o inferiores al resto. Esto es fundamental: cada uno tiene su tiempo y hay que respetarlo. Si se intentan forzar las cosas para que se amolden al ideal entonces terminaremos teniendo el mismo problema que los socialistas que no entendieron el concepto de individualidad ni de orden espontáneo. Como vimos, el capitalismo no tiene nada de “malo” pero el individuo coercitivo que intenta imponer a través de ideales enmarcados en “juicios de valor” sí. Así que no le adjudiquemos a los conceptos más atributos peyorativos de los que tienen y no intentemos, como buen socialista, comparar individuos bien diferenciados.
*Natalia Motyl es Economista y analista económica de la Fundación Libertad y Progreso.