REPORTE INMOBILIARIO – Como es habitual al cierre de cada año, Reporte Inmobiliario consulta a especialistas de distintas áreas sobre cuáles son sus proyecciones sobre la actividad de la construcción y el mercado inmobiliario para el año próximo. Aldo Abram, Master en Ciencias Económicas CEMA y Lic. en Economía nos brindó su opinión centrada en la economía que viene.
¿Cuál es su estimación acerca de la evolución que tendrá el mercado inmobiliario en 2019?
Hay una gran expectativa por la reactivación de la economía que gestará el campo con la cosecha que se empieza a levantar en este mes y con la que tendrá lugar en el segundo trimestre, ambas apuntan a ser muy buenas. Sin embargo, se olvidan que los productores harán lo mismo que cualquier otro argentino. Si las condiciones de incertidumbre son altas, preferirán quedarse en granos o en dólares, vendiendo sólo lo que necesiten para pagar deudas, costos y para vivir. Si hay confianza, colocarán en el mercado la cosecha y se exportará más, usando gran parte del producido para gastarlo o invertirlo en la Argentina; lo que generará una mayor reactivación.
Lo concreto es que, de una u otra forma, en el sector agropecuario es donde más se notará dicha mejora; por lo que la construcción rural y en los lugares o sectores que suelen invertir los productores tienen más chances de verse favorecidos. Las grandes ciudades dependen de un optimismo más generalizado que no solamente convenza de construir a la gente del agro, sino al resto de los argentinos y extranjeros. Como incentivo, jugará a favor el coyuntural cambio de precios relativos, por el abaratamiento de la construcción en dólares. Además, en parte, alguna incertidumbre puede llevar a buscar resguardo en “ladrillos” que siempre ha sido visto como refugio seguro. Un desincentivo, la potencial sanción de una ley de alquileres que hará menos atractivo invertir en viviendas para renta.
Un riesgo adicional para el sector de la construcción en los próximos años es la posibilidad de la explosión de una nueva burbuja en los precios de los activos que se está gestando y que la Reserva Federal está intentando desinflar. Habrá que rezar para que tenga éxito. Si no, de aquí al 2020 inclusive hay posibilidades de vivir otra crisis como la de 2007-8, que debería impactar en los precios en moneda dura de los inmuebles.
¿Según su visión que se debería cambiar o mejorar desde el sector para obtener un mayor nivel de actividad?
El gran problema del sector es la carencia de crédito y las dificultades para ahorrar eficientemente tal como sufre la mayoría de los argentinos. En primer lugar, una economía inflacionaria desincentiva el ahorro en moneda local y, por ende, quita financiamiento interno. Así es como vemos que el común de la gente tiene una alta propensión a consumir; ya que su experiencia es que si ahorra pierde poder adquisitivo y/o es difícil juntar un monto que les sirva para un salto futuro en su calidad de vida.
Por otro lado, la tendencia de nuestros políticos y economistas a utilizar el sistema financiero y mercado de capitales como instrumentos de política económica ha llevado a que siempre los argentinos paguen sus errores perdiendo parte de sus ahorros. Así es como la banca local cumple un rol meramente transaccional, como otro bolsillo de la gente, y no como lugar donde depositar los ahorros, insumo necesario para tener crédito.
Los argentinos tenemos experiencia en cómo la estabilidad monetaria y un sistema financiero que no sea bastardeado por los gobiernos genera una rápida recuperación de los préstamos hipotecarios. Lo vivimos durante los ´90 y con fuerza. Por eso, es fundamental para el sector reclamar que se cuide el valor de la moneda y que desde el Estado no se tomen medidas arbitrarias con los recursos de los bancos. Hay que tener en cuenta que no son de ellos, sino de los ahorristas que decidieron confiárselo a una entidad determinada para que se los cuide y maneje, no a un burócrata que se cree dueño de lo ajeno.
Defender el valor del peso es contrario a algunas demandas de bajar la tasa de interés que hoy se escuchan. Es alta no porque el Banco Central (BCRA) la mantenga en esos niveles, sino porque tuvimos una tremenda fuga de capitales que contrajo fuertemente el crédito doméstico volviéndolo sumamente escaso y caro. La única forma en que el BCRA podría aumentar el financiamiento y disminuir su costo es emitiendo, que es lo que hizo los últimos tres años, a tasas interanuales de más de 20% y hasta 40%. El resultado, altísima inflación y la pérdida de credibilidad de la autoridad monetaria que devino en una corrida contra el peso y posterior crisis cambiaria. Nadie puede pensar seriamente que ese es el camino que tenemos que volver a recorrer. La realidad es que el BCRA no puede emitir porque la gente, con razones más que fundadas, no quiere más moneda local y todo peso de más se irá al dólar iniciando otra corrida. Lamentablemente, el BCRA no ha mostrado que va a usar instrumentos contundentes para frenar una nueva embestida contra la moneda local y evitar que se transforme en una crisis cambiaria; por lo que más vale que siga siendo prudente.
La solución pasa por hacer lo que está haciendo. Consolidar la estabilidad monetaria, que ya está gestando un aumento del financiamiento doméstico y, por ello, la caída de la tasa de interés. El inconveniente es que el gobierno todavía no resolvió el problema de fondo ni dijo cómo va a hacerlo; éste es el excesivo gasto público y no el déficit fiscal que es sólo una de sus nefastas consecuencias. Sin vistas de que se solucione ese problema, difícilmente se recupere la confianza en la medida necesaria para generar una recuperación sostenible en el tiempo; por lo que esto condicionará la evolución de todos los sectores productivos de la Argentina.