A tres años de gestión de Cambiemos, el Gobierno se sigue mostrando orgulloso de la iniciativa absurda, de la misma manera que lo hacía la expresidente.
PANAMPOST – Cuando Argentina dilapidó el contexto internacional más favorable de su historia de la mano del kirchnerismo proliferaron todo tipo de iniciativas populistas, engañosas y contraproducentes. Tarifas subsidiadas con emisión e inflación (que generaron desabastecimiento energético), índices oficiales falsificados absurdos, precios regulados, controlados y “cuidados” fueron parte del escenario económico del país que dejó Cristina Fernández.
Las salidas de los diversos programas fracasados fueron en unos casos simples, pero en otros se viven situaciones más complejas. La gente entendió que “Fútbol para Todos” era una injusticia para el contribuyente en general, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos fue recuperando su independencia y de a poco se comenzaron a reducir los subsidios de agua, luz y gas. Esta cuestión es la más dificultosa para los argentinos, ya que a la quita de los descomunales aportes estatales se le suma la inflación y los grandes impuestos que tienen los servicios.
Sin embargo, uno de los programas más representativos del kirchnerismo todavía sigue vigente en Argentina. Este es el aparentemente inocente “Precios Cuidados”, que aunque no aporte a la economía familiar, hace una gran contribución a la confusión económica que tiene el país.
El programa, impulsado por CFK cuando se disparó la inflación, y continuado por Mauricio Macri (ante la permanencia del problema), brinda teóricamente la posibilidad de encontrar algunos productos del supermercado a precios “cuidados”, es decir, más accesibles. Aunque los gobiernos (el actual y el de entonces) exhiban el programa como una garantía del “compromiso social”, lo cierto es que la propuesta no termina siendo más que un slogan. Los productos suelen faltar en las góndolas, ya que son los primeros en irse, por lo que el consumidor no tiene otra opción que pagar los precios de las otras marcas. El Estado propone un mecanismo absurdo de denuncias, ya que teóricamente, la presencia de esos productos es una especie de “derecho”. No es claro si el que tiene que abastecerlo es el proveedor, el supermercadista, o que, pero lo cierto es que estas medidas cosméticas nada aportan a palear el drama inflacionario.
Si una familia necesita, por ejemplo, comprar veinte artículos determinados, probablemente cinco o seis de ellos tengan su versión “cuidada” teóricamente en las góndolas. De ellos, en un día de mucha suerte, podrían llegar a encontrar uno o dos disponibles. No más. El ahorro termina siendo nulo a la hora de hacer las cuentas y ver los gastos mensuales de cualquier argentino que sufre el verdadero problema: la depreciación del peso.
Más allá de las falencias a la hora de implementar el fallido programa, para lo único que resulta útil el “Precios Cuidados” es para incrementar la confusión que hay sobre moneda, precios e inflación. Alguien que no esté muy interesado en la economía y su funcionamiento podría argumentar tranquilamente: ¿Si el Gobierno puede poner precios más baratos a algunos productos y estos se acaban, por qué no ordena hacerlo con más unidades para que haya para todos? ¿Y por qué no hacerlo con todos los productos del supermercado para que el dinero rinda más? Aunque suene infantil este planteo, lo cierto es que si analizamos las premisas del programa en cuestión, la pregunta es completamente razonable.
Pero más allá de las intenciones, lo cierto es que esto solamente puede funcionar en un sector ínfimo, con pocos productos, ya que entre comerciantes, fabricantes y proveedores terminan generando un subsidio determinado a ese ítem en cuestión (y al afortunado que lo encuentra antes que desaparezca de la góndola). La única finalidad es no pelearse con el Gobierno y su Secretaría de Comercio, para que el Estado pueda seguir vendiendo una gran mentira.
Lo único que puede hacer el Estado para “cuidar” los precios es no depreciar lo que los mide, es decir, la moneda. Aunque suene complicado de analizar a simple vista, los problemas de inflación no tienen que ver con los productos que se adquieren, sino con la unidad de medida que los compra. En el caso argentino es el peso.
Si Mauricio Macri desea tener precios estables y desterrar la inflación debería abandonar estos engaños y atacar el verdadero problema de fondo: el déficit fiscal. Cuando los Estados gastan más de lo que recaudan y se quedan sin financiamiento suelen acudir a la máquina de imprimir billetes para cubrir el rojo. Mientras la economía no crece, pero se multiplica la cantidad de dinero en el mercado, los precios se acomodan. Como decía Milton Friedman, la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario.
Parece que ya no hay tiempo para hacer reformas, a ocho meses de las primarias presidenciales. Pero si el actual presidente llega a tener otra oportunidad deberá elegir si piensa seguir con las recetas fallidas del kirchnerismo o si toma el coraje para hacer lo que tiene que hacer. Y, a diferencia del Gobierno anterior, él sabe muy bien lo que tiene que hacer. Hasta ahora no se ha animado.