La mayoría de los analistas adjudican que uno de los temas que afecta a la Argentina y a los inversores es la posibilidad de que la ex presidente Cristina de Kirchner vuelva al Gobierno.
Sin embargo, para el economista Aldo Abram “esa posibilidad siempre existía y no teníamos las tasas de riesgo país que tenemos hoy”. A su juicio, lo que explica la desconfianza es que “han aumentado las probabilidades de que esto ocurra (que Cristina sea nuevamente presidente) debido a la crisis cambiaria y a la recesión que enfrenta el país; lo cual ha empeorado los indicadores económicos y puesto bajo presión negativa la imagen del Presidente”, analiza el directivo de Libertad y Progreso.
Si bien estima que el agro y los sectores que exportan a Brasil tendrán una mejora en sus actividades no descarta que estos sectores “prefieran ser también cautos y vendan el grano o las divisas necesarias para pagar sus deudas y vivir; pero nada más. Por lo tanto, mucho de lo producido quedará como ahorro fuera de la economía y no servirá para impulsar el nivel de actividad”.
Respecto al futuro advierte que la Argentina no incentiva a los negocios productivos y recuerda que “seguimos estando entre los 21 países del mundo, entre 190, que más exprimen sus empresas con impuestos”.
Para el economista el problema serio es el tamaño del Estado “que nuestra irresponsable dirigencia política se niega a solucionar en forma ordenada y menos costosa socialmente”.
Cree que la política no lo soluciona porque “sigue apostando a que el tiempo solucionará los problemas, poniéndonos en una situación de tremenda vulnerabilidad”.
Periodista: ¿Cuáles son los factores que explican la desconfianza sobre la Argentina?
Aldo Abram: Algunos consideran que es el factor electoral, es decir, la posibilidad de que vuelva Cristina Fernández al Gobierno. Sin embargo, esa posibilidad siempre existía y no teníamos las tasas de riesgo país que tenemos hoy. Lo que ha variado es que han aumentado las probabilidades de que esto ocurra debido a la crisis cambiaria y a la recesión que enfrenta el país; lo cual ha empeorado los indicadores económicos y puesto bajo presión negativa la imagen del Presidente. Por otro lado, si bien el gobierno puede argumentar que recibió un Estado y un Banco Central casi quebrados, no pueden negar su responsabilidad en haber mantenido esos problemas en vez de resolverlos; lo que llevó a la actual situación.
Para colmo, no queda claro por qué debería esperarse una mejora importante hacia adelante que cambie ostensiblemente la sensación térmica de la mayoría de la población. Es cierto que el campo y Brasil empujarán a la economía. Sin embargo, la pregunta es cuánto. Si la mayoría de los argentinos y extranjeros pensamos que los problemas no están resueltos, sería raro que los productores agropecuarios tengan una visión distinta. Así que lo esperable es que prefieran ser también cautos y vendan el grano o las divisas necesarias para pagar sus deudas y vivir; pero nada más. Por lo tanto, mucho de lo producido quedará como ahorro fuera de la economía y no servirá para impulsar el nivel de actividad. Lo mismo podría esperarse de aquellos que puedan exportar al país vecino por la mejora de su demanda interna. Es posible que la ruralidad y los sectores más cercanos a los que exportan a Brasil sean los únicos que sientan alguna mejora en los próximos meses.
P.: ¿Cuáles son las principales debilidades económicas de la Argentina?
A.A.: La Argentina tiene dos debilidades fundamentales para lidiar en el corto plazo. La primera tiene que ver con la “madre de todos los problemas” el error de diagnóstico de nuestra dirigencia política, que considera que “El” problema es el déficit fiscal, cuando sólo es la consecuencia del real, un gasto público excesivo que obviamente no podemos pagar. No es solución eliminar el déficit fiscal sin una profunda reforma del Estado que lo vuelva ostensiblemente más chico y, además, eficiente en términos de serle útil a los argentinos. En el mejor de los casos significará que la carga que deberá llevar el sector privado productivo será demasiado pesada y desincentivará la inversión, el crecimiento, la generación de empleo, la creación de riqueza, la posibilidad de pagar mejores salarios y llevará a una lenta baja de la pobreza. En el peor de los casos, que es lo que según el riesgo país descuentan los mercados, iremos a un nuevo default.
La segunda pata débil y la más peligrosa en el corto plazo es la situación del BCRA. La decisión de ponerse un techo de emisión ha logrado cierta estabilidad del valor del peso y, por ende, del tipo de cambio. Esto permite prever que es poco probable que sea el propio BCRA el que genere la próxima corrida contra nuestra moneda, como lo hizo la primera gestión que acompañó a este gobierno. Eso ha traído cierta tranquilidad que permitió recuperar lentamente la credibilidad y, por ende, el crédito. No es casualidad que la tasa de interés esté bajando en un marco en el que el BCRA se ha atado las manos, al no poder emitir para bajarla; lo cual es un gran avance. La crisis cambiaria de 2018 tuvo que ver con los excesos de emisión para, entre otras cosas, bajar el costo del financiamiento alimentando un mercado de crédito interno muy pequeño porque el Estado, con un enorme déficit, se absorbía gran parte de él. Así se generó alta inflación y la pérdida de confianza de la gente en el BCRA y su moneda.
El problema es qué pasará si algún otro evento interno o externo gesta una nueva corrida. Probablemente veamos que el tipo de cambio recorra rápidamente la distancia que los separa del techo de la banda, que hoy es casi 30% superior al piso. Suena difícil que esto no genere pánico y una abrupta mayor merma de la demanda de pesos. La peor idea sería tratar de volver a usar el endeudamiento remunerado del BCRA para frenarla, si es que no se lo intentó de entrada. ¿Cuánto es la tasa que remuneraría quedarse en una moneda que pierde valor de a varios puntos porcentuales por día? Tampoco funcionará tratar de defender el techo sacando pesos de a u$s 150 millones por día ya que la preferencia de moneda local estará en caída libre. Por ello, si no se absorben de una vez todos los pesos que sobren, seguirán depreciándose, el tipo de cambio trepando y la gente bajando su preferencia de moneda local en un círculo vicioso. A diferencia de otros países donde sacar base monetaria puede contraer la oferta, en la Argentina el problema es que la demanda se puede caer abruptamente y para ser contractivo, antes hay que quitar del mercado todo lo que sobre. No sólo eso, si no se la detiene rápido, corremos el riesgo de que la corrida cambiaria degenere en bancaria; lo cual puede tirar por la borda todas las promesas de no emitir del BCRA. Conclusión, lo ideal sería garantizarle a la gente que, si el tipo de cambio toca el techo, la autoridad monetaria lo defenderá con contundencia y sacará todos los pesos que sobren a ese valor.
P.: ¿Cuáles son las principales fortalezas económicas de la Argentina?
A.A.: En el corto plazo, la economía argentina tiene una fortaleza principal, su agro. Si el clima y los precios internacionales ayudan, en poco tiempo puede dar repuesta con una gran producción. Sin embargo, nuestros políticos se han dedicado a castigarlo con imposiciones excesivas para financiar el exceso de Estado; lo que cada vez lo hace menos eficaz en su tarea desincentivando la inversión de largo plazo.
Podemos mencionar muchas posibilidades de potenciales negocios aprovechando recursos humanos y naturales con los que contamos. Sin embargo, nunca serán rentables y atractivos si seguimos estando entre los 21 países del mundo, entre 190, que más exprimen sus empresas con impuestos y/o yendo de crisis en crisis para resolver nuestros problemas de exceso de Estado que nuestra irresponsable dirigencia política se niega a solucionar en forma ordenada y menos costosa socialmente.
P.: ¿Cuáles son los principales riesgos internacionales que pueden complicar a la Argentina?
A.A.: Empecemos con una realidad. En 2017, el 90% de los economistas decían que el escenario internacional sería más complicado en 2018. De hecho, lo fue; aunque mucho menos que lo que se esperaba. A pesar de ello, Argentina terminó con una crisis cambiaria y una recesión. ¿Por qué no le pasó también a algún otro país de la región?
Posicionándonos en marzo de 2018, Brasil tenía una situación política espantosa. Con un gobierno de transición con muy mala imagen. Unas elecciones presidenciales sin candidatos y donde el que más posibilidades tenía de ganar era un populista de izquierda que estaba preso. En Argentina, pocos apostaban a que Macri no sería reelecto en 2019. El déficit fiscal y la deuda pública de Brasil, en términos de su PBI en 2017, no eran mejores que los de nuestro país. ¿Cuál fue la diferencia que evitó que Brasil terminara igual que su vecino? Un Banco Central solvente cuya prioridad era defender el valor del real y cuya inflación para todo 2018 habrá cerrado en menos de 4%. Acá el BCRA fue endeudado y utilizado para emitir con el objetivo de licuar los problemas de mantener un Estado elefantiásico; por lo que perdió toda credibilidad y se cayó como un edificio de naipes al menor temblor internacional.
Ahora, nuevamente la mayoría de los economistas vuelven a advertir que 2019 será un año con menor liquidez internacional disponible, particularmente para la Argentina. Esto implica que puede haber muchos mercados con debilidades, incluidos los nuestros, que pueden tambalearse. Inclusive, no sería descartable que tantos años de excesos de liquidez aportados por los principales bancos centrales del mundo hayan formado una burbuja que esté lista para explotar. No obstante, aún sin ser tan catastrofistas, hay muchos factores, no necesariamente económicos que podrían generar temblores, como las variadas “guerras personales” del presidente Trump. En ese contexto, la dirigencia política argentina sigue apostando a que el tiempo solucionará los problemas, poniéndonos en una situación de tremenda vulnerabilidad.
A los argentinos nos quedan dos caminos. Uno, asumirnos ciudadanos y exigir a nuestros políticos que reformen el Estado para que nos sirva a nosotros, no a ellos, y para que lo podamos pagar. Probablemente no puedan hacerlo de un día para el otro; pero sí podrían anunciar, cuanto antes, cómo lo harán en los próximos dos o tres años. Es imposible que alguien apueste a que resolverán el problema cuando ni siquiera han reconocido públicamente que el Estado es demasiado grande y mucho menos nos han dicho como lo solucionarán. Si bien este último tema es el más urgente, si queremos zafar de una crisis económica, además deberíamos pedirles que encaren todas las reformas estructurales que todavía están pendientes. Si no, mi consejo es que colaboremos con nuestros rezos para que se resuelva todo milagrosamente como siempre esperan nuestros políticos, hecho que nunca sucedió y nos llevó a todas y cada una de las debacles que vivimos en las últimas 7 décadas.