Economista especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
INFOBAE – En muchos manuales de economía definen a la inflación como “el aumento generalizado de precios”. Pero esa definición es falaz. El diccionario de la Real Academia Española, en cambio, en su primera acepción sostiene que es “el aumento de la cantidad de moneda”. Eso es mucho más preciso. Posiblemente el origen de esa definición provenga de los sabios de la Escuela de Salamanca que conocían el perjuicio que provocaba el crecimiento de la oferta monetaria. España sufrió un gran aumento de precios cuando llegó el oro y la plata de América recién descubierta.
Supieron ver la causalidad entre el aumento de la cantidad de moneda y el posterior aumento de los precios. En cambio, la percepción de que es un aumento “generalizado” de precios confunde a muchos economistas. Los precios no suben al mismo tiempo. La devaluación del peso provocó, el año pasado, un aumento del tipo de cambio del dólar superior al 100%, los precios mayoristas crecieron el 73%, los alimentos 64% y la inflación minorista fue del 48%. Pero los salarios (que también son precios) subieron mucho menos. Es decir, los asalariados se empobrecieron.
La percepción de que es un aumento ‘generalizado’ de precios confunde a muchos economistas. Los precios no suben al mismo tiempo
Es importante comprender que esta consecuencia no es inesperada, sino que es el objetivo oculto que tienen los economistas y políticos inflacionistas. Vale la pena leer los debates en el Congreso sobre la creación del Banco Central en la década de 1930. Los socialistas como Enrique Dickmann se oponían a crear semejante institución y advertían, a viva voz, que sería utilizada para degradar los salarios. Dickmann decía que era como poner un barril de pólvora que haría estallar el poder adquisitivo de los asalariados. Seguramente había aprendido de su maestro socialista, Juan B. Justo, quien había dado una brillante conferencia sobre esta materia en la Casa Suiza, en 1903, donde explicaba que: “La moneda es una inagotable fuente de recursos para estos gobernantes que, como los príncipes de la Edad Media, sistemáticamente la falsifican”.
Federico Pinedo (padre del actual senador), le respondía diciendo que nadie encendería la mecha para que explote el polvorín.
Argentina tuvo cinco recesiones en los últimos diez años y comenzó el siglo con la gran recesión de 2001-2002. Hoy, el PBI per cápita es menor al de 1998
El debate intelectual era interesante en esos años. La Reserva Federal de los EEUU había sido creada dos décadas antes, y Raúl Prebisch y Pinedo buscaban copiar la idea de utilizar la política monetaria con el objetivo de morigerar los ciclos económicos. Hoy, 84 años más tarde de la creación del BCRA y a 104 años de la creación de la Fed, sabemos que el experimento no funcionó. En los 100 años anteriores a la creación de la FED, EEUU tuvo menos recesiones y de menor profundidad que los 100 años posteriores. Pero el caso de la Argentina es mucho más patético, nuestros políticos y economistas son, de lejos, más estafadores. La inflación promedio en Argentina fue del 53% anual frente al 2% de EEUU. Le sacamos 13 ceros al peso. Cada uno de esos ceros equivale al robo del 90% de los ahorros en efectivo de los más pobres. Bien sabemos que los políticos, que dicen defender a los pobres, tienen sus ahorros dolarizados.
Con la Convertibilidad se eliminó la inflación de 3000% a 0% en un año y medio. Pero los políticos y los medios de prensa la criticaron con dureza y la hicieron responsable de sus propios desatinos y sus despilfarros de dineros públicos. Luego de seis años de criticarla, la tiraron por la borda. Desde entonces lograron eliminar el 97% del poder adquisitivo del ahorro de los más pobres. ¡La estafa ha sido gigantesca!
El peso ya no es ‘reserva de valor’, ni sirve como ‘unidad de cuenta’, ni tampoco es ‘universalmente aceptado’ (sólo es aceptado por el curso forzoso dentro de Argentina). El peso no es moneda, es moneda falsa.
Si el objetivo era evitar o morigerar los ciclos económicos, está claro que lograron lo contrario. Argentina tuvo cinco recesiones en los últimos diez años y comenzó el siglo con la gran recesión de 2001-2002. Hoy, el PBI per cápita es menor al de 1998. No se logró el objetivo declamado, en cambio, destruyeron las características fundamentales de la moneda. El peso ya no es “reserva de valor”, ni sirve como “unidad de cuenta”, ni tampoco es “universalmente aceptado” (solo es aceptado por el curso forzoso dentro de Argentina). El peso no es moneda, es moneda falsa.
Con Nicolás Cachanosky hace un tiempo propusimos una Ley de Convertibilidad con el Dólar Australiano y el Dólar Canadiense, para crear el Dólar Argentino, que sería una moneda que se devaluaría sin generar inflación cada vez que los precios de los commodities cayeran. Pero a esta altura estoy convencido de que será más fácil hacer un Tratado Monetario con los EE.UU. para eliminar los pesos, remplazarlos por dólares y compartir el señoreaje. Tanto Trump, como Kudlow, como intelectuales de la talla de Robert Mundell, proponen al dólar como moneda ancla, en competencia con el Euro y el Yuan. Un Tratado Monetario con una gran potencia, es lo que Juan Bautista Alberdi nos recomendaría como único modo de sujetar las manos de nuestros políticos y economistas.
Por supuesto, al tener moneda sana ya no podríamos generar una falsa competitividad deprimiendo los salarios y enviando a gran parte de la población bajo la línea de pobreza. A partir de allí, el aumento de competitividad sólo se lograría por el aumento de productividad. Para eso debemos hacer o correcto: bajar el gasto público, eliminar el déficit fiscal, bajar los impuestos, desregular los mercados, flexibilizar las reglas del trabajo y liberar el comercio exterior.
Así, Argentina creará millones de nuevos puestos de trabajo, los salarios subirán en términos reales, y ya no serán necesarias las paritarias, ni habrá huelgas que impiden todos los años empezar a tiempo las clases.