Castor López, Presidente Fundación Pensar Santiago.
En la última reunión anual del foro económico mundial de Davos en Suiza, alrededor de 3.000 personas, todos genuinos líderes del sector público y privado, incluso con una cada vez más amplia participación de representantes de la sociedad civil de más de los 100 países más relevantes del mundo, alcanzaron un importante consenso básico acerca de la necesidad de responder a una crítica pregunta: ¿cómo diseñar, y construir rápidamente, una arquitectura institucional más adecuada para continuar adelante con la inevitable globalización que se deriva de la dinámica e impactante 4ta revolución tecnológica?
La macro historia reciente de la humanidad señala que las revoluciones tecnológicas pueden surgir gradual o abruptamente; pueden ocurrir espaciadas en el tiempo, como que desde la 1a revolución tecnológica, con la máquina de vapor de fines del siglo XVIII, transcurrieron unos 100 años, 3 generaciones, hasta la 2a revolución, basada en la energía eléctrica. Otro período similar pasó hasta la siguiente 3a revolución, ya promediando el siglo XX, con el desarrollo de la electrónica. O pueden suceder con más frecuencia, como ocurre actualmente que, en solo 1 generación, unos 30 años, ingresamos en la 4a revolución tecnológica. Pero, lo que las une a todas es que siempre han resultado irreversibles.
Esta 4ta revolución tecnológica, aún está mostrando sólo los primeros efectos de su profunda transformación en todos los procesos de la producción y de la comercialización de los bienes y de los servicios. Especialmente de los que se desprenden del internet “en modo nube”, de la robótica, de la biotecnología, del tratamiento masivo de los datos, denominado “big data”y, finalmente, de la llamada “inteligencia artificial”. Todo ello, a su vez, está basado en el desarrollo del formidable soporte que, a modo de un “sistema nervioso” de la civilización moderna, conforma la versátil y amplia red móvil de comunicación y transferencias de todo tipo de datos, denominada 5G.
Las últimas décadas han demostrado que es necesario perfeccionar, y cuanto antes, a las instituciones supranacionales destinadas a administrar a esta nueva dinámica de las revoluciones tecnológicas actuales y próximas. Todas las instituciones globales actuales han sido creadas durante la era de las post guerras mundiales, desde la 3a revolución tecnológica, a mediados del pasado siglo XX. Ya han cumplido con su logro de insertar y de consolidar en el mundo a los cambios provocados por la electrónica, la computación y la automatización.
Cambios estos que fueron muy importantes, pero que resultan menores, en términos relativos, a los que hoy ya están ocurriendo y más aún lo serán comparativamente a los que muy pronto ocurrirán. Porque además se acopla a esta 4ta revolución tecnológica el ya innegable calentamiento global, y el cambio climático que se desprende de el, que está alterando a los ciclos mundiales de toda la cadena de la producción agropecuaria de alimentos en las áreas rurales y provocando inesperadas catástrofes en las áreas urbanas y suburbanas. Adicionando así nuevos y numerosos conflictos ecológicos, socioeconómicos y geopolíticos.
Ante ello, es que surgió el referido consenso básico de una elevada preocupación actual, especialmente del mundo ya desarrollado, acerca de como renovar y fortalecer a los mecanismos de la mutua confianza, de la cooperación y de la acción colectiva global entre las naciones, características estas que han sido las claves para el extraordinario progreso experimentado por la humanidad durante las últimas décadas. Ello es lo que llevó a la canciller de Alemania, Ángela Merkel, a proponer la creación de un organismo multilateral, a modo de una “OTAN tecnológica”, que aborde las nuevas cuestiones de la ciber seguridad, el big data, la inteligencia artificial y la biotecnología.
Probablemente nuestra condición de contemporáneos con los sucesivos, rápidos y muy relevantes cambios que atravesamos casi a diario, nos está impidiendo una mejor perspectiva y una más completa visión de las transformaciones ocurridas y del desarrollo ya logrado por el mundo desde fines del pasado siglo XX. El escenario global actual preocupa y es fuertemente debatido pues, si bien casi todos los países del mundo han crecido durante la última década, algunos se han desarrollado a una mayor velocidad que otros y sobre bases más sólidas para su sostenimiento en el largo plazo.
Pese a ello, la hipótesis de la tendencia global hacia una convergencia gradual de los países emergentes hacia las economías avanzadas fue objetivamente verificada. Durante los últimos 8 años (2011-2019) el PIB mundial creció un +32%; en ese mismo periodo, las economías más avanzadas crecieron solo la mitad de ese promedio, un +16%, y los países emergentes crecieron un +45%, bastante más que la media global. El problema entonces no habría sido el que se esperaba: el de un “choque de las diferentes culturas o de las civilizaciones” y de divergencias entre los países avanzados y las naciones emergentes, sino que los diferenciales de crecimiento económico ocurrieron internamente, en cada una de esas 2 grandes categorías de países.
Así, en el bloque de los países avanzados, los EEUU crecieron un +20% durante los años 2011-2019, el doble del crecimiento alcanzado por la eurozona o por Japón en ese mismo periodo; similarmente, en el conjunto de los países emergentes, el desarrollo reciente también fue marcadamente asimétrico: los países asiáticos crecieron el +67%, la Europa del este el +35% y la región de la América latina solo el +12% desde el año 2011. Cabe anotar que los 2 grandes países de Sudamérica: Brasil y Argentina, disponen hoy aproximadamente del mismo PIB que ya tenían hace 8 años.
Contrariamente a los muchos pronósticos, a las intuiciones y a las expectativas negativas planteadas, muchas de ellas probablemente derivadas de rígidos prejuicios ideológicos acerca de la inconveniencia global de las innovaciones tecnológicas y de la modernidad, los datos comentados verifican que la teoría de la gradual convergencia de los países emergentes hacia las economías más avanzadas continúa aplicando, aún bajo la muy disruptiva 4a revolución tecnológica.
El mundo nuevo no comprende sólo a las economías hoy avanzadas, como tampoco el mundo viejo es únicamente de los países actualmente emergentes. Es por ello que puede continuar avanzando el proceso de la convergencia global del subdesarrollo al desarrollo. Finalmente, como siempre lo fue, es el apego, o las resistencias, a las ideas de la libertad humana, del conocimiento de las ciencias, del fortalecimiento del recurso humano con salud y educación, de la conducta emprendedora y competitiva, de la innovación, de la modernidad en general, del ahorro y de la inversión con monedas sanas, de la acción colectiva y del comercio exterior, entre otras, las que marcarán los rumbos de las presentes y futuras migraciones de las naciones hacia el progreso o hacia la decadencia.