Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.
EL CRONISTA – Siempre los primeros en exponer una nueva idea han sido considerados dementes. No si razón John Stuart Mill ha consignado que “toda buena idea nueva pasa por tres etapas: ridiculización, discusión y adopción”.
Hoy nos encontramos bien alejados de la noción de los Giovanni Sartori contemporáneos respecto al ideal democrático y más bien nos acercamos en distintas partes del mundo a la cleptocracia, es decir, el gobierno de ladrones de libertades, propiedades y sueños de vida. Frecuentemente se está entre el menos malo y el abismo.
Dada esta situación no constituye una muestra de responsabilidad el quedarnos con los brazos cruzados observando como se deteriora la democracia y se la convierte en una ruleta rusa y con ello se aniquilan derechos, claro está como al facultad de usar y disponer de lo propio y no los pseudoderechos basados en el manotazo sobre el fruto del trabajo ajeno.
Tal como reza el lema de la Royal Societey de Londres nullius in verba, es decir no hay palabras finales. Estamos siempre en un contexto evolutivo de aprendizaje
Las tres políticas que recojo aquí no necesariamente deben ser adoptadas, tenemos eso sí la obligación moral de usar las neuronas para agregar nuevas vallas al abuso del poder y debatir otras propuestas pero no quedarnos inmóviles frente al peligro que estamos presenciando en el seno de muchos de los otrora países más civilizados del orbe, hoy bajo el nacionalismo y la consiguiente xenofobia.
El problema radica en los incentivos como nos han enseñado maestros como Harold Demsetz, Ronald Coase y Douglas North.
Sugerimos para el Poder Legislativo que trabajen ad honorem en tiempo parcial como algunos de los cargos en las repúblicas de Venecia y Florencia de antaño, dejando de lado legislaciones incompatibles con el Estado de Derecho que abren las puertas a conflictos de intereses inaceptables e incompatibles con el sentido jurídico de la Ley.
Proponemos también aplicar al Ejecutivo la recomendación de Montesquieu que se encuentra “en la índole de la democracia” en el sentido de proceder a elecciones por sorteo al efecto se subrayar lo dicho por Karl Popper en cuanto a la imperiosa necesidad de trabajar en el fortalecimiento de las instituciones y no sobre los hombres para que “el gobierno haga en menor daño posible”, a lo cual puede agregarse la idea del Triunvirato tal como fue argumentado originalmente en la Asamblea Constituyente estadounidense según relata en sus memorias James Madison.
Por último, introducir y generalizar el sistema de arbitrajes privados en el Poder Judicial sin ninguna limitación en el contexto de una carrera judicial rigurosa bien alejada del positivismo legal que ha hecho estragos al derecho. Resulta crucial que se entienda que la igualdad es ante la ley, no mediante ella.
Como ha apuntado el premio Nobel Friedrich Hayek “hay que usar la imaginación para establecer nuevos límites al Leviatán antes que resulte tarde” para modificar de raíz incentivos en el uso de los votos y evitar aberraciones varias al estilo de los Chávez.