¿Ya está todo perdido? ¿Qué ilusión queda?
La situación del país no da para más, el default está a la vuelta de la esquina. La pobreza está al nivel de un país africano. Los servicios del Estado son pésimos e impagables. El sector privado está en constante destrucción, la agonía parece no tener fin.
Nos encontramos en el mismo punto que hace 200 años. Estuvimos en la cima del mundo y ahora nos encontramos encarcelados en el subsuelo. Deberíamos vivir como ciudadanos del nivel estadounidense pero cada vez nos acercamos más a Venezuela.
¿Cuándo empezó el modelo empobrecedor?
Todo comienza en el año 1922 con la presidencia de Yrigoyen y la implementación de políticas populistas, que parecieron extinguirse con la dictadura de 1930, pero esta en vez de retornar al sendero de la libertad impuso un modelo de dos patas en la que gobernaron empresarios prebendarios y políticos corruptos, etapa en la que se pagaron salarios miserables y se comenzó a cerrar la inmigración. Las ideas socialistas comenzaban a florecer.
Posterior a este golpe llegó el General Perón, quien copiando las ideas de Hitler y Mussolini modificó las leyes laborales, le quitó aún más poder de desición a la población e inició la mafia sindicalista, comenzó con la distribución del ingreso, la justicia social y la sustitución de importaciones.
Continuaron pasando los años y se perpetuaron en el poder las ideas socialistas, curioso que el fracaso del país sea culpa de las “políticas neoliberales”. Cada vez estamos mas alejados del mundo globalizado a diferencia de Alberdi quien propuso que no haya fronteras en Latinoamérica por el mero hecho de la existencia del ferrocarril.
El mundo reduce los impuestos y regulaciones, mientras nosotros los aumentamos. Ellos progresan, nosotros nos hundimos más y más. Adoramos al Estado y odiamos a los empresarios, amamos el control de precios y repudiamos al mercado.
Nuestra pobreza era menor al 5%, actualmente es casi del 50% (si contamos a beneficiarios de planes sociales). Multiplicamos el tamaño del Estado a la misma velocidad que la cantidad de pobres. Si no buscamos el retorno al sendero de la libertad poco y nada nos queda hacer para evitar ser Venezuela.
Por Tomás Fernández (17 años)