(Contexto – Libertad y Progreso) – “La puja entre el tipo de cambio y el nivel de las tasas de interés caracteriza la actual política monetaria y cambiaria. Cualquier intento de reducir la tasa encuentra a un público que reacciona abandonando su preferencia por mantener sus ahorros en pesos y pasándose al dólar. Entonces su cotización aumenta. El gobierno teme esa circunstancia y el Banco Central impulsa un aumento de las tasas en la siguiente licitación de las Leliq. El círculo sigue funcionando en un sentido vicioso. El incremento de las tasas genera recesión, que es un efecto tan pernicioso e indeseable como la devaluación y la inflación”, indicó el economista Manuel Solanet, de la Fundación Libertad y Progreso.
“En la demanda de dólares en la Argentina de hoy actúan no solo las importaciones y el pago de servicios. Lo hace también y significativamente, la dolarización de carteras y la conversión de los ahorros.
Según datos del Credit Suisse en lo que va de 2019 el sector privado compró 36.800 millones de dólares. Este monto supera al de las importaciones. Esta corriente se ha acelerado, ya que la media anual de los tres años anteriores no alcanzó a 20.000 millones. La razón es la fuerte caída de la confianza en nuestra moneda, que no es un hecho novedoso para los argentinos. Es un fenómeno que debe analizarse sociológicamente ya que responde a mercados suficientemente grandes y dispersos.
Estaríamos equivocándonos si imagináramos conspiraciones de grupos económicos o sabotajes políticos. Son miles de decisiones individuales de ahorristas, gerentes o administradores que sólo pueden corregirse mediante un golpe de confianza suficientemente convincente”, añadió.
“La velocidad de circulación del dinero permite monitorear el riesgo de una nueva corrida. La hiperinflación de 1989 demostró que aún conteniendo la emisión monetaria no se podía evitar un mismo efecto inflacionario si el dinero comenzaba a circular cada vez más rápidamente. En febrero de 1989 el M1 (billetes y monedas más depósitos en cuenta corriente) rotaba cada 7 días. En julio de aquel año, ya en plena hiperinflación, el M1 rotaba cada 3,3 días. Hace algo más de un año, en febrero de 2018 la rotación del M1 se producía en 20,8 días. Hace un mes, en febrero de 2019, bajó a 14,6 días. Todavía estamos distantes de aquellos momentos y el Banco Central dispone de más reservas que en 1989, pero se prende una luz amarilla”, explicó Solanet.
“La dolarización sería el atajo para evitar la aceleración de la inflación que acompañaría una eventual huida incontrolada del dinero local. Así sucedió en 1991 con la convertibilidad, que fue una dolarización vestida. El nivel actual de las reservas disponibles del Banco Central permitiría transformar a dólares la totalidad de la Base Monetaria. De esta forma se vencería la inflación, aunque no la posibilidad de un default”, señaló el economista.