Consejero Académico de Libertad y Progreso
Como sucede siempre ante unas elecciones, Cáritas Española publicó un documento con sus propuestas. Cabe calificarlas de disparatadas, pero no de asombrosas.
En efecto, así como la Iglesia Católica atesora desde hace siglos una tradición liberal, también incluye una tradición contraria. No es el papa Francisco, ni de lejos, el primero que cuestiona la propiedad privada y las instituciones de la sociedad libre. Y aunque la podemización de Cáritas es incuestionable, conviene recordar que no hace mucho tiempo en mi continente natal tuvo auge la Teología de la Liberación, algunos de cuyos partidarios defendieron las peores dictaduras de izquierdas con los dogmas más absurdos del comunismo.
El error fundamental de Cáritas es ignorar los costes y las consecuencias de lo que recomienda en sus proclamas benévolas por “una sociedad más justa” y por “los derechos de las personas”. Su visión amputada de la realidad es una muestra más de lo mucho que está olvidada esa única lección económica que, derivada de Smith y de Bastiat, nos enseñó Henry Hazlitt: intentar mirar todos los aspectos de los problemas, no solo uno.
Así, al despotricar contra “los intereses económicos”, Cáritas olvida los intereses políticos y de los grupos de presión. Y al esgrimir los derechos humanos olvida el derecho fundamental de las trabajadoras a conservar su salario. De ahí que no diga ni una sola palabra sobre impuestos. Protesta ante la “escandalosa acumulación de riqueza en manos de unos pocos”, pero no dedica ni una línea a reflexionar sobre el inmenso peso del Estado, que sangra con impuestos a toda la población todos los años por una cifra escandalosa. Llama a recordar a “los olvidados” y a “hacer frente a la pobreza”, y no menciona a los contribuyentes, preteridos y empobrecido por el mismo poder político a quién Cáritas invita a crecer y engordar a costa del pueblo.
Del mismo modo, no se le ocurre pensar que las personas tienen incentivos. Todos los tenemos. También Cáritas, cuando exige “más recursos” para las políticas de desarrollo. Y cuando pide facilitar la entrada en España de “menores extranjeros no acompañados”, no piensa que igual ello promueve precisamente la entrada ilegal de esos menores.
Desde que el maná quedó atrás, el gasto público se paga, y pretender que la política entregue todo, desde viviendas hasta “derecho a una energía limpia”, y que eso no tenga consecuencias negativas, ni coste alguno para la gente, es absurdo e irresponsable.
Dirá usted: pues esa misma irresponsabilidad la cometen a menudo los políticos, sobre todo los de izquierdas. Y los intelectuales, artistas y periodista. En efecto, es así. Y por eso el antiliberalismo de Cáritas es desatinado, pero no sorprendente.
Este artículo fue publicado originalmente en Libertad Digital (España) el 10 de abril de 2019.