LA NACIÓN – Los funcionarios del equipo económico no se explican cuál es la razón por la cual se escapa el dólar y subsiste la inflación tras haber sido cumplido el objetivo de no aumentar la base monetaria. Más aún, la inflación mensual está creciendo.
El motivo de esta aparente paradoja no debe buscarse en maniobras monopólicas ni en avispados supermercadistas. Tampoco esta situación invalida la teoría que indica que, salvo excepciones, la inflación tiene origen en la creación espuria de moneda. Así lo ha demostrado la realidad, sin que queden excluidos, ocasionalmente, otros factores.
En la inflación argentina actual se observan, por ejemplo, componentes inerciales y el impacto de las recuperaciones tarifarias. Pero la causa más relevante y que muy pocos mencionan es el aumento de la velocidad de circulación del dinero. Este fenómeno es conocido en la jerga económica como la “huida del dinero” o la “caída de la demanda de dinero”. Este comportamiento se inició durante el gobierno de Cristina Kirchner y tuvo continuidad, sin que el presidente Mauricio Macri lo haya podido revertir.
La teoría cuantitativa del dinero se basa en la ecuación de Fisher: p.q=m.v. Esta dice que el nivel medio de precios “p” multiplicado por la cantidad “q” de bienes y servicios transados en la economía es igual a la cantidad de dinero “m” del sistema multiplicado por su velocidad de circulación “v”. Naturalmente, nos referimos a la moneda local, o sea, a los pesos. Usualmente el análisis económico consideró que la velocidad “v” no tiene variaciones significativas. Por lo tanto, se dice que si el nivel de actividad “q” se mantiene constante, sería la variación de la cantidad de dinero “m” lo que determinaría la variación del nivel medio de precios. En los países estables es así, pero no en los que no lo son. La Argentina es uno de ellos.
La velocidad de circulación del dinero dejó de ser constante y aumenta cuando crece la desconfianza en el valor de la moneda. Es un fenómeno colectivo que no depende de pocos operadores ni de banqueros complotados, sino de cientos de miles de individuos que aceleran el uso de sus pesos transformándolos más rápidamente en dólares o en bienes. Una creciente desconfianza los impulsa a protegerse de esa forma.
Los billetes permanecen menos tiempo en las billeteras y los depósitos bancarios rotan rápidamente. La velocidad de circulación aumenta y una misma masa de medios de pago sirve para realizar más transacciones o bien, si la producción no aumenta físicamente, lo que sucede es que se incrementan los precios. Una duplicación de la velocidad de circulación del dinero tiene el mismo efecto inflacionario que una duplicación de la masa monetaria.
Quien profundizó el análisis de esta cuestión fue el economista estadounidense Philip Cagan, quien en 1956 publicó The Monetary Dynamics of Hyperinflation. Fue un documento ampliamente difundido que estudió la autoalimentación de la inflación por el efecto de la huida del dinero. Este fenómeno, que se hizo evidente en nuestro país tanto en 1975 como en 1989, está analizado en La hiperinflación del 89 (Manuel A. Solanet, Editorial Lumiere, 2006).
La huida del dinero es un fenómeno que obedece a comportamientos colectivos que caen en el campo de la psicología de masas. Su superación requiere un cambio en la percepción colectiva que resulte de algún nuevo y contundente hecho
El gráfico que acompaña esta nota muestra, para dos distintos períodos de nuestra historia reciente, la cantidad de días en que rotaba el M1, o sea el conjunto de billetes y monedas más los depósitos en cuenta corriente. Cuanto más corto sea ese lapso de rotación, mayor será la velocidad de circulación. Los períodos graficados son 2012-2019 y 1987-1992.
En los dos picos hiperinflacionarios, en julio de 1989 y en enero de 1990, el M1 rotaba cada 4,7 días. La velocidad de circulación venía aumentando desde 1987 y a partir de fines de 1988 se aceleró. Los niveles de inflación alcanzados no podían explicarse solamente por la emisión de moneda, pero encontraban su razón aritmética cuando se consideraba también el aumento de la velocidad de circulación.
Desde 2012, el período de rotación del M1 es decreciente. La estimación para el 1° trimestre de 2019 corrobora la tendencia. En los últimos 12 meses la velocidad de circulación creció 44%. Sin duda, aquí está gran parte de la explicación de la actual inflación. La caída de la confianza es lo que alimenta el fenómeno. La motivación de esta caída no es solo la percepción de una débil situación económica, sino un componente político importante. Es el crecimiento, según las encuestas, de las chances electorales de la expresidenta.
La huida del dinero puede llevar en su extremo a la hiperinflación. Es cuando los comerciantes dejan de vender y los fabricantes, de producir, porque no tienen la seguridad de poder reponer la mercadería, debido al vertiginoso aumento de los precios. No es probable que esto pueda sucedernos nuevamente.
A diferencia de 1989, hoy el nivel de las reservas es todavía suficiente para responder por toda la base monetaria y el presidente Macri cuenta con un amplio apoyo externo. Pero no debe demorarse ni esperar su reelección para generar hechos contundentes que reviertan el pesimismo económico y aumenten, al mismo tiempo, sus posibilidades electorales. Quienes cuidan el valor de sus ahorros, así como los analistas especializados, saben que no es con control de precios ni con alientos artificiales al consumo que se preservará el valor del peso. Lo demuestra el aumento del riesgo país tras conocerse las medidas anunciadas el 17 de abril. La recuperación de la confianza exige urgentes reformas estructurales que aseguren una reducción del gasto público, un horizonte de equilibrio fiscal con menor presión impositiva, competitividad laboral y apertura comercial al mundo.
Director de Políticas Públicas de la Fundación Libertad y Progreso