Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
www.ivancarrino.com – La inflación bajó el mes pasado y algunos dicen que podría ser un punto de inflexión. ¿Es la política monetaria o el control de las tarifas?
La inflación de abril fue 3,4% y, por primera vez en varios meses, se ubicó por debajo de lo que pronosticaban los economistas del sector privado.
Si bien una golondrina no hace verano, algunos analistas comenzaron a preguntarse si no se trata esto de un punto de inflexión en materia inflacionaria.
Para nuestro banquero central, “el halcón” Guido Sandleris, el 3,4% indicaría sin dudas que la inflación “seguirá bajando en los próximos meses”.
¿Por qué?
De acuerdo con Sandleris, los motivos serían al menos tres. En la conferencia de prensa que fuera de calendario ofreció tras conocerse el dato de inflación, sostuvo que “las fuerzas económica que reducen la inflación están en marcha”, y que esas fuerzas eran la política monetaria estricta, el equilibrio fiscal y precios relativos acomodados…
Para ejemplificar el último concepto, se detuvo en el último trimestre de 2018 y ofreció una explicación de por qué entonces las tasas de inflación habían sido tanto más bajas que las del primero de 2019:
En el último trimestre, hubo dos elementos que ayudaron a reducir inflación. Estos fueron tipo de cambio estable, y escasos aumentos en precios regulados. Casi no hubo suba de tarifas. La concentración de la mayoría de los aumentos de tarifas en los primeros meses volvió a impulsar la inflación
Si nos guiamos por sus declaraciones, entonces: ¿qué es lo que estaría bajando la inflación? ¿La estabilidad de precios “clave” como el dólar y las tarifas, o la política monetaria?
Puesto en otros términos, quién está imponiéndose, ¿Julio Olivera o Milton Friedman?
Olivera vs. Friedman
En 1960, un reconocido economista argentino publicó un trabajo titulado “La Teoría no Monetaria de la Inflación”. En dicho trabajo se proponía elaborar una explicación que –de alguna manera- refutara la visión tradicional de que la inflación era pura y exclusivamente un fenómeno monetario.
Esta última hipótesis estaba siendo ampliamente difundida entonces por quien posteriormente obtendría el Premio Nobel de Economía, el profesor de la Universidad de Chicago, Milton Friedman.
Para Julio H. Olivera, sin embargo, existía otra explicación para la inflación que era igualmente poderosa y relevante.
De acuerdo con su punto de vista “el impulso inflacionista proviene de una alteración en las condiciones que determinan los precios relativos y de la consiguiente tendencia a la variación de estos últimos”.
¿Qué quiere decir esto? Que la inflación puede ocurrir sin aumentos de la cantidad de dinero, cuando ocurre un cambio en la dirección de la demanda y existen precios rígidos. Es decir, si la demanda global no cambia, pero de repente los consumidores comienzan a demandar el bien “A” y dejan de demandar el bien “B”, hay motivos para pensar que va a aumentar el bien “A” pero sin que caiga de precio el bien “B”.
Si eso ocurre, entonces, habrá inflación. El nivel general de precios habrá aumentado.
Ejemplo de dudosa utilidad
Para reforzar su punto teórico, Olivera acude a un ejemplo sencillo. Supone inicialmente que existen tres bienes en la economía con una relación de intercambio entre ellos que es la siguiente:
—–> 4 unidades del bien “A” compran 1 unidad del bien “C”.
—–> 3 unidades del bien “B” compran 1 unidad del bien “C”.
—–> En términos monetarios, C vale $ 12, y por tanto A vale $ 3 y B vale $ 4.
De acuerdo con el planteo de Olivera, frente a “un cambio de las circunstancias” la mercancía C pierde valor, pero como los precios monetarios son inflexibles a la baja, el cuadro anterior queda ahora de esta forma:
—–> 3 unidades del bien “A” compran 1 unidad del bien “C”.
—–> 2 unidades del bien “B” compran 1 unidad del bien “C”.
—–> En términos monetarios, C vale $ 12, y por tanto A vale $ 4 y B vale $ 6.
Este ejemplo lleva a Olivera, y a sus seguidores heterodoxos, a sostener que un cambio de precios relativos (por ejemplo, una suba de las tarifas o del dólar) genera inflación. El autor llega a sostener que “en la economía capitalista contemporánea, todo cambio en las condiciones marginales de sustitución entre bienes tiende a producir un alza del nivel general de los precios”.
Ahora el problema de esta teoría es que al ejemplo le falta explicar lo fundamental.
Y eso es la respuesta a la pregunta acerca de cuál es ese “cambio en las circunstancias” al que se refiere.
Siempre un fenómeno monetario
Volviendo al caso 1 del ejemplo mostrado aquí arriba, podemos ver fácilmente que si la economía solo tiene una unidad de A, B y C, como ellas valen $ 3, $ 4, y $ 12 cada una, la cantidad de dinero que se usa es 19.
O sea, dado que hay 19 unidades monetarias dando vueltas en la economía, y que las preferencias de la sociedad valoran más C que A y B en las proporciones mencionadas, entonces 12 unidades monetarias van a C, 4 unidades van a B y 3 van a C.
Ahora en el caso 2 la cantidad total de dinero necesaria para comprar todos los bienes de la economía ha inevitablemente subido. Si A cuesta 12, B, 6 y C, 4, entonces ahora se necesitan 22 unidades monetarias para avalar estos nuevos precios.
Es decir que lo que cambió en las circunstancias es precisamente lo que se quería evitar que cambie para elaborar una “teoría no monetaria” de la inflación. Es decir, creció la cantidad de dinero. De no ocurrir esto, no hay forma de convalidar los nuevos precios.
O si la hay… Olivera nunca lo explica. Pero he aquí la pregunta: ¿cómo es posible que el nivel general de los precios aumente, si no aumenta la cantidad de dinero?
¿De dónde sale la plata para pagar todo esto?
Consecuencias concretas
Llevando al extremo el pensamiento de los heterodoxos, entonces si el gobierno lograra controlar el precio del dólar y de las tarifas, entonces se podría solucionar el tema de la inflación.
En definitiva, el tema pasa porque los precios relativos (el precio del bien A expresado en cantidades del bien B) se mantenga constante.
Sin embargo, en la práctica eso no es lo que ocurre. El kirchnerismo intentó durante toda su gestión hacer esto y no pudo evitar una inflación acumulada de casi 1.000%. Es que, a largo plazo, si la cantidad de dinero aumenta, el poder de compra del dinero caerá inevitablemente, y si bien algunos precios pueden controlarse por decreto, otros subirán y subirán.
El dinero, por algún lugar, comenzará a afectar lo precios.
Ahora bien, y para ir cerrando, hay algo de cierto en lo que plantea Olivera. De hecho, a corto plazo tiene mucho sentido. Cuando suben las tarifas, otros precios no caen tan rápido como para contrarrestar esa suba y, finalmente, sube el nivel general de precios.
Pero esto obvia que, primero, las tarifas no tendrían por qué ajustare si no hubiere habido tanta emisión monetaria en el pasado.
Por otro lado, al decir que “en las economías capitalistas contemporáneas” los cambios de precios relativos generan inflación, se comete el error de crear una teoría general a partir de un caso particular que opera solo en el corto plazo.
Ni para Friedman en el corto plazo operaba el factor monetario.
Así que para concluir: ni Julio H. Olivera ni sus seguidores heterodoxos pudieron refutar a los monetaristas. Pero, más importante que eso, tampoco tienen una teoría correcta para ayudar a la Argentina a bajar la inflación.