Editorial
LA OPINIÓN – En estos momentos, el mundo se encuentra evaluando qué camino seguir: la libertad o la barbarie. Resultado de la guerra comercial entre Estados Unidos y China salieron a flote antiguos debates que ya parecían haber quedado en el tiempo desde La riqueza de las naciones de Adam Smith, hasta Acción humanade Mises. En libre mercado el soberano es el individuo, mientras que bajo una política proteccionista el soberano es despóticamente escogido de quien logre llevar adelante el mejor lobby.
Lo importante a entender es que los individuos siempre van a querer comprar el producto más barato y de la mejor calidad. A pesar de que pueda sonar a spotpublicitario lo cierto es que los individuos desean maximizar su bienestar a través de la compra de bienes que le otorguen mayor utilidad, al menor costo posible, y de ese modo poder satisfacer el mayor número de necesidades. Es bastante sencillo de entender, la imposición de aranceles implica que el individuo debe pagar un precio más alto por un determinado bien. Al pagar un precio más alto, dada su restricción presupuestaria, tendrá que sacrificar la compra de otros bienes que pudo haber accedido de no existir ese arancel. En éste tipo de políticas económicas el único perjudicado es el individuo.
Las políticas proteccionistas siempre traen consigo una transferencia de recursos desde los que no poseen poder de lobby con el Estado, hasta los que pudieron hacer su negocio con el Estado.
Existe una clara consecuencia de las políticas proteccionistas: encarecen tanto los bienes exportables, como los bienes importables, en el mercado interno de un país. Es decir, por un lado, se eleva el precio de las importaciones de aquellos bienes de consumo final que adquiere el individuo y por el otro, incrementa el precio doméstico de las importaciones que son utilizadas para producir otros bienes que pueden ser vendidos al exterior como las maquinarias y las materias primas. En suma, bajo una política proteccionista todos terminan perdiendo al final del día.
En mi opinión las ideas que se oponen al libre comercio están basadas en tres pilares: 1) ignorancia, 2) soberbia y celos. La ignorancia de no conocer las ventajas del libre comercio; la soberbia de creer que un país puede crecer de forma aislada en el largo plazo, y los celos de que otro país pueda destacarse en la producción de un determinado bien o servicio.
La base de éstos tres puntos es la fatal arrogancia de no aceptar la división de trabajo que Adam Smith explicó hace dos siglos. Las políticas proteccionistas poseen su germen en las teorías de la dependencia, que argumentan que aquellos que producen commodities se encuentran en desventaja de aquellos que producen bienes industriales. Esto no es cierto porque todos los países se benefician del libre comercio a través de la producción de bienes cada vez mejores y a menor precio.
La especialización del trabajo permite aumentar la habilidad, ahorrar tiempo e innovar en ese sector productivo. Siendo los recursos escasos si un país se cierra e intenta producir él solo todo, lo único que va lograr es que su economía entre en un estado de barbarie económica, en el que los individuos verán caer su bienestar.