Editorial
REPÚBLICA ECONÓMICA – El “peso real” otra vesania del actual gobierno que suelta desvaríos por doquier. El gobierno pretende lanzar una moneda común con Brasil a) en medio de un año en el cuál se encuentra en duda su continuidad y b) con los problemas estructurales que tenemos. Como analista económica ya una no sabe muy bien si los encargados de velar por la política económica de nuestro país comprenden realmente en qué lugar geográfico del planeta tierra se encuentran o si se encuentran perdidos en una realidad paralela.
Para que se comprenda lo lejos que nos encontramos de lograr una moneda en común explicaré brevemente las etapas de la integración económica a las que hay que llegar para lograr una moneda común con nuestro país vecino:
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Áreas de Libre Comercio: se acuerda liberar aranceles a determinados bienes que por lo general no son sensibles o esenciales para la economía de cada país. La Argentina se encontraría todavía en ésta etapa. Uno de los problemas más comunes en materia de comercio exterior es la triangulación: A y B tienen un determinado acuerdo sobre la baja de aranceles para el bien X y el arancel para el país D es mayor en B que en A entonces el país D primero comercia X con A y por medio de ese país logra entrar la producción al país B, que de otra forma debería pagar un arancel superior. En éstos casos es necesario aplicar reglas de origen claras que vuelven más complejo el comercio.
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Unión aduanera: el área de Libre Comercio establece un arancel exterior común. Es decir, todos los países miembros acuerdan llevar adelante la misma política exterior para aquellos países que no son miembros. En ésta etapa se resuelve el problema de triangulación, sin embargo, el proceso de negociación es muy complejo. Ya es todo un tema en nuestro país establecer un único arancel con otro país y más cuando durante años se ha utilizado este tipo de instrumentos para favorecer determinados sectores.
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Mercado común: a la unión aduanera se le agrega otro paso de integración que es la libre movilidad de factores productivos, es decir, tanto de capitales como de personas. Para poder llegar a ésta etapa es necesario que nuestro país lleve adelante una flexibilización del mercado laboral, echo que a esta altura pareciera un tema demasiado tabú en el ideario popular. Sería un gran paso hacia el progreso, aunque de la noche a la maña no se puede hacer y menos con el populismo en puerta.
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Unión económica y monetaria: en ésta etapa los países miembros no sólo comparten un mercado en común sino también una moneda en común. Ésta etapa es la que aspira éste gobierno. En éste contexto las políticas económicas de ambos países irían en una misma sintonía, aunque es muy de largo plazo y manteniéndose cierta consistencia en lo que dure las negociaciones.
Claramente nos encontramos muy lejos de la utopía del “peso real”. Asimismo, en el caso hipotético de que se adoptara una moneda común sin que nuestro país resuelva los problemas en materia fiscal, o bajar la ratio de deuda/PBI o reducir la inflación en cifras cabales es probable la moneda se podría apreciar agravando aún más los problemas estructurales y cayendo de ese modo en una espiral de nunca acabar. La Argentina no está preparada aún para adoptar semejantes políticas y por el momento es imprescindible priorizar otro tipos de políticas.