Editorial
REPÚBLICA ECONÓMICA – Nuestro país hizo un gol a mitad de cancha y en el minuto 90…pero a su propio arco. Durante los últimos días se dio a conocer el dato de que la Argentina se encontraba entre los primeros puestos del mundo en relación a la inflación. Sí, nos ganaron Venezuela, arrasada por el socialismo de Maduro, y Zimbabue, un país al sur de África, nada más que agregar.
La cuestión es comenzar a preguntarnos qué es lo que estamos haciendo mal y no es tan complicado de responder. Entonces, si es fácil de responder qué es lo que nos impide solucionarlo. Bueno, también es sencillo de contestar: los políticos populistas.
Primero, es de carácter primordial remarcar que la inflación es la pérdida del poder adquisitivo de la moneda cuyo único responsable de dicha paulatina corrosión de su valor es el Estado. Para mantener elevado el nivel de gasto público y no tener que llevar adelante un ajuste fiscal, sosteniendo la ostentosa fiesta de la clase política, el Estado imprime billetes. Estos billetes entran en la sociedad y crean la “falsa ilusión”, tal cual individuo sobrepasado de alcohol un viernes a la madrugada, de que se puede consumir más en el muy cortísimo plazo. Obviamente, la resaca no se hace esperar y es ahí cuando el piso comienza a parecer inseguro. Como la demanda se incrementa, resultado del aumento del volumen de billetes, a la misma cantidad de bienes entonces los precios comienzan a subir y nos damos cuenta de que con la misma cantidad de dinero compramos menos bienes en el supermercado.
Ejemplifiquemos de forma muy sencilla. Supongamos que en la economía existen sólo 10 pintas de cerveza y todo el dinero de la economía es de $100. De esta forma se pagaba $10 por cada pinta de cerveza. Pues bien, el Estado larga a la economía $100 más y hay $200 en total para comprar 10 pintas de cerveza. ¿Qué sucedió? Ahora cada pinta de cerveza pasa a costar $20, es decir, los precios se duplicaron. ¿Los precios suben por arte de magia? No, porque el valor de la moneda cae por exceso de volumen de billetes, la moneda pierde poder de compra y aparece lo que conocemos como inflación.
Eso es lo que sucedió en la Argentina, durante mucho tiempo se emitió para pagar los gastos del Estado. A pesar de que puede llegar a observarse cierta desaceleración de la inflación lo cierto es que nadie quiere $ en sus bolsillos. La demanda de dinero sigue sin repuntar y tampoco dejó de emitir. El gobierno dejó de emitir billetes y monedas pero no se freno la creación de dinero porque actualmente la creación de dinero son las leliqs, que afectan directamente al dólar. Hoy las leliqs totalizan más de 1 billón, con una tasa tan alta creas dinero, que en algún momento se van a disparar a US$.
Por más que traten de justificar el accionar de Cambiemos, lo cierto es que escogió el camino de la emisión: primero creando reservas y luego con las leliqs, aun sabiendo de antemano que eran políticas de hambre, que afectaban fundamentalmente a los más pobres.
Según los datos oficiales del Indec, la canasta básica alimentaria-que se determina con los requerimientos normativos kilocalóricos y proteicos imprescindibles para que un individuo cubra sus necesidades- en mayo se incrementó en un 61,7%ia, mientras que la canasta básica total –la cual incluye servicios no alimentarios- subió 61,1%ia. Hoy en nuestro país, los ingresos necesarios por hogar para superar el umbral de pobreza e indigencia es un lujo para unos pocos privilegiados. Para poder cubrir la canasta básica total una familia tipo de 2 adultos mayores y dos niños necesitan $31.908,73 si sólo uno trabaja es muy probable que se encuentre por debajo de esa línea ya que, según datos oficiales, los que cobran por arriba de los $30.000 se encuentran entre el penúltimo y último decil de los ingresos más altos. El 90% de la población queda excluida y desamparada. No es un dato para subestimar ni pasar por alto. Además, la tasa de desocupación fue del 10,1%, lo que refleja aún más la situación alarmante en la que se encuentran los argentinos. No es sorprendente la pérdida de puestos de trabajo con una inflación tan alta que impide llevar adelante cualquier tipo de cálculo económico en los negocios. En la medida en que ya no se pueda trasladar a precios un incremento en los costos, las empresas comienzan a despedir en el mejor de los casos, en el peor cierran.
¿Qué hacer entonces? Simple, exigirle al Estado que deje de transferir ingresos desde los más pobres hacia la elite política, lleve adelante un fuerte ajuste fiscal y permita que la Argentina crezca.
*Natalia Motyl es Licenciada en Economía y se desempeña en la Fundación Libertad y Progreso.