¿Qué esperar de las elecciones?

Por Tomás B. Castro.

En un 2019 de definiciones, proliferan opiniones a favor y en contra de las PASO, conclusiones apresuradas del proceso electoral y análisis unicausales. ¿Qué deberíamos tomar en cuenta al mirar hacia el futuro?

Queda poco más de un mes para las PASO en Argentina. Con las listas confirmadas, surge la pregunta acerca de su necesidad: significan al Estado un costo de $4.100 millones y no van a dirimir ninguna interna partidaria a nivel presidencial. No obstante, las opiniones son divididas, y buscar su cancelación con el proceso electoral en marcha resulta incongruente si existe la intención de mostrar transparencia y previsibilidad a partir de instituciones sólidas.

Si las PASO no definen candidatos para la fórmula presidencial porque cada agrupación se ha encargado de designar a los suyos, entonces es común escuchar referirse a ellas como “una gran encuesta”. Sin embargo, los resultados que aportan pueden tener efectos en la decisión de los votantes, en las expectativas de los mercados, así como en el comportamiento de los partidos y los mensajes que transmiten.

En un contexto como el actual, donde dos opciones agrupan según los sondeos más del 65% de las preferencias de los votantes, las PASO pueden contribuir a que dicha concentración electoral se agudice, creando una sensación anticipada de primera vuelta. Votos que en las PASO se dirigen a terceras opciones, como las encabezadas por Lavagna o Espert, posiblemente migren en las elecciones generales hacia una de las dos opciones preponderantes, anticipándose a un ballotage.

Sería erróneo o parcial analizar dichas consecuencias de forma positiva o negativa. En principio son los votantes quienes posicionan a ambas coaliciones (Frente de Todos y Juntos Somos el Cambio) al frente de sus preferencias, y su decisión no debería subestimarse. Podría argumentarse, en otro sentido, que la polarización alentada por los dos principales frentes y la consecuente concentración electoral perjudican a las terceras opciones y por lo tanto a la representatividad del electorado.

En el fondo puede tratarse de un trade-off entre gobernabilidad y representatividad. La concentración favorece que la configuración del Poder Legislativo adquiera también dicha connotación (concentración parlamentaria), a partir del “arrastre” que la fórmula nacional pueda conseguir en cada distrito. La legislación argentina en materia del sistema electoral contribuye a este punto. Un Congreso con dos coaliciones fuertes no es un reflejo puramente proporcional de las preferencias y voluntades de los votantes, pero sin duda implica una gobernabilidad reforzada, y la posibilidad de encarar reformas con seriedad y mayores perspectivas de éxito que en otros escenarios.

Macri y el dólar

La imagen del Presidente Macri y su aprobación al frente del gobierno son variables fuertemente ligadas al desempeño de la economía. La estabilidad cambiaria de las últimas semanas, así como la inflación que desciende lentamente, suceden en simultáneo con la recuperación de sus expectativas electorales en los meses de mayo y junio.

En abril, los indicadores negativos comenzaban a preocupar a la coalición gobernante, y un estudio de Isonomía revelaba que Cristina Fernández de Kirchner superaba en un escenario de ballotage al actual mandatario por nueve puntos. El resultado del sondeo preocupó no sólo al gobierno sino también a los mercados. El riesgo país subió a máximos históricos de la gestión de Macri y la presión sobre el dólar volvió a notarse.

Fue entonces que el gobierno puso todos sus esfuerzos en evitar la volatilidad del dólar, para lo cual consiguió que el FMI aprobara la intervención en el mercado cambiario en caso de registrarse presiones mayores a las usuales. La estrategia parece funcionar por el momento. Para Cambiemos (ahora Juntos Somos el Cambio) es imprescindible evitar desequilibrios durante la campaña electoral. Aunque prevé la posibilidad de una derrota en las PASO frente a la fórmula del Frente de Todos, será clave la diferencia porcentual. Una distancia significativa a favor de la fórmula opositora puede generar incertidumbre en los mercados, con consecuencias sobre el dólar que dañen fuertemente las expectativas futuras de la ciudadanía, y por lo tanto, como una profecía autocumplida, limiten aún más las chances de Macri de retener la presidencia. Por el contrario, una distancia de unos pocos puntos podría garantizar la estabilidad que el gobierno necesita para que la ciudadanía sienta algo de recuperación y ello se traduzca en apoyos en las elecciones generales y una virtual segunda vuelta.

“El FMI es como el dentista; no me gusta, pero a veces hay que ir”.

Lula da Silva encabezaba los sondeos para las elecciones presidenciales de 2002 en Brasil. Sus tres intentos previos de competir por la presidencia habían sido infructuosos. La moderación de su discurso y ciertos gestos fueron la clave que le facilitó la victoria.

El comportamiento de los partidos y sus coaliciones es otro factor a tener en cuenta. Tanto los resultados que puedan otorgar las PASO como la propia carrera hasta el 11 de agosto condicionan y moldean el discurso y las acciones de los competidores. Hace meses que el macrismo y el kirchnerismo se propusieron conquistar una porción del electorado poco afín a los fanatismos o ideologías, que se identifica “de centro” y huye de las posiciones más extremas. La postulación de Alberto Fernández al frente de la fórmula opositora, así como la incorporación de Miguel Ángel Pichetto como candidato a vice del oficialismo, operan en ese sentido. Los principales perjudicados son quienes buscaban ser una “tercera vía” en estas elecciones, y ven menguado día a día su capital electoral. La novedad es esta configuración “centrípeta” de la competencia donde los partidos, lejos de buscar mostrarse homogéneos y radicalizar sus posiciones, prefieren un discurso de amplitud, similar al que dos contendientes adoptan en una segunda vuelta electoral para captar más voluntades.

Diferenciarse sin recluirse. El desafío de los candidatos está en contrastar posiciones con respecto al rival sin dejar de representar una opción amplia con miras a abarcar una mayor porción del electorado. Alberto Fernández intenta mantener la crítica al kirchnerismo del que ya no formaba parte, con sugerencias sobre el mal funcionamiento del INDEC en los últimos años del Frente para la Victoria, así como cierta empatía con un sector del periodismo que sufría hostilidad en esos tiempos.

Los cuestionamientos, expresados con suavidad, moderan el discurso propio del kirchnerismo más duro pero lo ponen en riesgo de caer en la contradicción. Alberto promete un regreso “para ser mejores”, mientras que a su lado se encuentran los mismos funcionarios que encabezaron el Poder Ejecutivo en el último mandato de la actual candidata a vice. En su cabeza existe un kirchnerismo de Néstor y otro de Cristina. Mientras reivindica el de Néstor, del cual formó parte en su totalidad, esboza una diferenciación del segundo, del cual se mantuvo ajeno hasta hace unos pocos meses. Diferenciarse del kirchnerismo 2007-2015 implica atacar la propia base de sustentación de su fórmula presidencial. Una encrucijada difícil de defender en lo dialéctico. La moderación que busca impulsar Alberto Fernández puede darle la llave para ampliar la base electoral del kirchnerismo y recuperar el poder, o alejarlo del núcleo central de los votos del kirchnerismo.

Del mismo modo, Cambiemos debió realizar una histórica apertura para integrar sectores peronistas. El riesgo era que figuras políticas e intendentes siguieran fluyendo hacia el kirchnerismo frente a la partida de Massa de Alternativa Federal y una inminente fractura de ese espacio. Las encuestas no respondían favorablemente y la apertura podía ser un capital simbólico para atraer votantes. Pichetto no moviliza electorado, no es una figura atractiva para el votante, pero conoce mejor que nadie el funcionamiento del Congreso, con décadas de presencia en las cámaras. En un eventual segundo mandato de Macri, la urgencia de llevar reformas al Congreso le exigirá negociaciones en las cuales puede tener un rol clave.

El gobierno se sabe perjudicado por la dispersión del capital electoral que tuvo en 2015 y que hoy parece fluir parcialmente hacia candidatos como Lavagna y Espert. La distancia porcentual que acorte con la fórmula Fernández-Fernández será clave y sabe que debe apuntar a vaciar las terceras opciones. Además del infructuoso intento de frustrar la candidatura de Espert, se hace evidente esta intención en el tipo de campaña llevada adelante. El contraste y la alusión constante, implícita y explícita al gobierno anterior, es la estrategia que Durán Barba y el equipo de Cambiemos cree que le dará la victoria, así como ocurrió en 2017.

 

El poder de la Provincia de Buenos Aires

Un 37,01% del padrón habilitado para votar en las elecciones nacionales de este 2019 emitirá su sufragio en el mismo distrito: la Provincia de Buenos Aires. Importante por su dimensión poblacional, es la clave para cualquier candidato que aspire a ocupar el sillón presidencial.

Con el diario del lunes, podría decirse que fue un error no desdoblar las elecciones a gobernador de la Provincia. La figura de Vidal es muy atractiva para el votante y conserva una imagen positiva envidiable entre muchos otros funcionarios. De haberse separado la contienda de la nacional, podría haberse asegurado una victoria cómoda sobre Kicillof u otro candidato del kirchnerismo en el mismo distrito, pero se priorizó la utilización de su fuerza política a nivel nacional.

El problema está en la imagen presidencial. Macri no mide bien en la Provincia, especialmente en el tercer cordón del Gran Buenos Aires, donde el kirchnerismo es muy fuerte. En este contexto, es de esperarse que la figura de Vidal se muestre muy presente en la campaña, en busca no sólo de impulsar la candidatura de Macri sino también de luchar por su propia victoria. Los sondeos muestran a Kicillof unos pocos puntos por encima, derivado de la nacionalización de la competencia provincial.

Vidal es la que enfrenta el escenario más difícil. El sistema electoral de Buenos Aires es de mayoría simple: quien obtenga un voto más se quedará con la gobernación. En una elección que se definirá el 27 de octubre, no es de sorprender que Vidal busque el corte de boleta. Sabe que su imagen puede permitirle obtener votantes que en el escenario nacional opten por un candidato de otro signo político, y en ello será clave el rol de los intendentes. Más de uno no se sentiría incómodo con una nueva gobernación de Vidal. Además, saben que su permanencia terminaría indefectiblemente en 2023 y les permitiría aspirar a sucederla. Muchos intendentes se mantendrán alineados con el kirchnerismo a nivel nacional, aunque podrían no movilizar esfuerzos significativos acompañando a Kicillof, incluso repartiendo únicamente su propia boleta.

Un corte de boleta como el que impulsó en 2015 puede darle a Vidal la llave de la reelección. El 25 de octubre de 2015, un 32,9% de la Provincia optó por Macri para Presidente, mientras que un 39,5% eligió a Vidal como Gobernadora: casi 7 puntos de diferencia que se explican en gran parte por el corte de boleta en perjuicio de Aníbal Fernández.

Una victoria en Buenos Aires sería un fuerte impulso para Mauricio Macri en un ballotage, donde el kirchnerismo llegaría debilitado por la derrota en su principal bastión. Mientras que una victoria de Kicillof en la Provincia asestaría un golpe letal para las aspiraciones reeleccionistas de Macri. En Buenos Aires habrá un indicio del resultado final de noviembre.

¿Qué deberíamos observar?

Analizar la carrera electoral a partir de un único factor nos llevaría a reduccionismos, errores y malas predicciones. Las PASO no funcionarán como una simple encuesta. Condicionarán y modificarán expectativas y comportamiento de los más variados actores: partidos políticos, inversores internos y externos, intendentes con aspiraciones, ciudadanos comunes. Una elección que define más de lo que se cree, una configuración bipartidista de la oferta electoral, búsqueda de moderación de ambos espacios políticos y la siempre relevante disputa en Buenos Aires son algunas de las claves. El análisis puede siempre profundizarse y nuevas variables entran en escena a cada instante.

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