Ha publicado artículos en diarios de Estados Unidos y de América Latina y ha aparecido en las cadenas televisivas.
Es miembro de la Mont Pèlerin Society y del Council on Foreign Relations.
Recibió su BA en Northwestern University y su Maestría en la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins University.
Trabajó en asuntos interamericanos en el Center for Strategic and International Studies y en Caribbean/Latin American Action.
EL COMERCIO – CATO – La clase media peruana se duplicó desde el 2004 y llega ahora a representar el 41,5% de la población nacional. Comparado con otros segmentos, es el más grande, según el Instituto Peruano de Economía.
Los nuevos datos proporcionan una buena noticia, que es consistente con otros estudios. Hace cuatro años, el Banco Interamericano de Desarrollo encontró que la clase media peruana llegó a ser el 50,6% de la población. La diferencia en el cálculo se debe a distintas metodologías, pero lo que importa es la tendencia. El Perú en poco tiempo se ha convertido en un país de clase media.
Es buena noticia porque significa notables mejoras de bienestar. Y si nos guiamos por otros casos, la reducción de la pobreza y una menor desigualdad podrían traer políticas nacionales más estables y quizás mejores. Pero no siempre es así. Irónicamente, el mismo crecimiento de la clase media a veces alienta políticas perjudiciales al progreso económico y el desarrollo humano.
El auge de la clase media peruana es también un fenómeno global, por lo que vale ver lo que ocurre a escala internacional. Un estudio reciente de la Brookings Institution, por ejemplo, encontró que, por primera vez en la historia, alrededor de la mitad de la población mundial pertenece a la clase media. Esto se debe al crecimiento económico elevado que ha acompañado a la globalización, especialmente en los países en desarrollo que se han transformado en países de ingreso medio.
No todos los países que han llegado a tener tales niveles de ingresos, sin embargo, han podido dar el salto a ser desarrollados. Muchos se quedan en lo que algunos denominan “la trampa de los países de ingreso medio”. En realidad, no existe tal trampa. Algunos países siguen avanzando, algunos no tanto, pero su desempeño se debe en gran parte a las políticas que adoptan. Y en los países en desarrollo, la clase media está cobrando un peso político cada vez más pronunciado. Tal como advierte Brookings, la gobernabilidad de estos países se puede complicar dependiendo de las demandas políticas de las clases medias.
Un caso curioso es Chile. Sin ninguna duda, es el país más exitoso económica y políticamente de la región, y uno de los más exitosos en el mundo en desarrollo. Como el Perú, se convirtió en un país de clase media al reducir la pobreza y la desigualdad, y al aumentar su prosperidad notablemente en la medida en que aumentó su libertad económica. Sin embargo, fue el mismo país que, tras manifestaciones estudiantiles y cierto descontento social, eligió hace cinco años el gobierno de Michelle Bachelet, quien propuso revertir buena parte de las políticas que causaron su éxito.
Bachelet terminó teniendo poco éxito, pero el historiador chileno Mauricio Rojas denominó el fenómeno como “el malestar del éxito”. Para muchos chilenos, sus frustraciones ya no tienen que ver con necesidades básicas de antaño, sino con expectativas que, ante el éxito del país, aumentan de manera exponencial y sin guardar relación con su realidad económica. Tal malestar se transforma en propuestas políticas para aumentar programas redistributivos, ya sea respecto a la educación superior o la atención médica, por ejemplo, y que se dirigen cada vez más hacia la clase media.
Felizmente, Chile no ha abandonado las políticas económicas que dieron lugar a su éxito, como propuso la entonces ex presidenta hace pocos años. La nueva clase media peruana tampoco debería caer en la tentación de creer ser más rica de lo que es y así debilitar las bases de su éxito.
Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 2 de julio de 2019.