Editorial
LA OPINIÓN – Claude Lévi-Strauss decía que “nada se parece más al pensamiento mítico que la ideología política”. Nunca nadie ha dicho algo tan verosímil. Desde hace años, en especial en aquellos países subdesarrollados, en los que el populismo ha arrasado de sobremanera, se han gestado una serie de mitos que imposibilitan el progreso económico de estos países.
Uno de estos mitos es sobre la figura del empresario. Al empresario se lo ha demonificado a lo largo del tiempo, de tal forma que en la mayor parte del imaginario colectivo se lo identifica como un ser que “esclaviza y explota masas indefensa de trabajadores”. Esta imagen le sirve de cebo a los políticos que pretenden vivir afanosamente de aquellos, a través de mayores impuestos y coaptando masas de potenciales votantes por medio de un gran hombre de paja.
Que la connotación del empresario sea negativa es resultado de la élite política, deseosa de parasitar sobre el valor agregado del resto. En realidad el que más contribuye a la sociedad es el empresario.
Es bien sencillo de ver, el empresario aporta:
- Proyecto / idea de cómo generar demanda en la sociedad. Innumerables veces hemos escuchado decir “Ya está todo creado… ¿qué más pueden inventar?” Y cada vez nos sorprenden más con nuevos productos y servicios que nos dejan atónitos y a la espera de nuevas revelaciones que la imaginación humana no ha podido ni siquiera atisbar. El empresario es el que decide qué proyecto empresarial se llevará adelante y cuál no, asume el riesgo de que muy probablemente sea uno de los 9 de 10 que perderá toda su inversión y esfuerzo en el transcurso, ya que sabe perfectamente que ser parte del mercado no es tarea sencilla.
- Capital. Aunque sea mínimo, una pequeña laptop con un escritorio, por ejemplo, toda empresa necesita de capital para comenzar a funcionar; para ello se requiere de tiempo. Cualquier individuo puede generar capital, sólo debe ahorrar y el ahorro implica un costo de oportunidad. Con su ingreso mensual un individuo tiene la capacidad, en un contexto de cierta estabilidad macroeconómica, de consumir o ahorrar. Ahorrar implica renunciar en el presente a la satisfacción de ciertas necesidades. El capital presente es resultado del sacrificio pasado de un grupo de individuos. No es espontáneo, es premeditado y tuvo su costo. Supongamos dos individuos que a lo largo de 10 años uno de ellos se la pasó recorriendo el mundo, mientras que el otro prefirió quedarse en casa y ahorrar. Obviamente que luego de 10 años el segundo tendrá un capital que el primero no, pero eso no quiere decir que el primero tenga que envidiarle al segundo ya que cada uno tomó sus decisiones. El segundo es propietario legítimamente de ese capital, ya que sacrificó placeres en el presente en pos del futuro.
- Riesgo. El empresario corre el riesgo de perder su capital, y todo su sacrificio pasado, en un proyecto que tiene cierto grado de incertidumbre. Aunque el riesgo sea mínimo, el empresario toma la decisión de arriesgarse “a todo o nada”. Apuesta a ganar, sabiendo que puede perder.
Por lo tanto, cada vez que alguien llegue con la idea preconcebida de un empresario maléfico, sólo es necesario utilizar el intelecto y reflexionar qué implica verdaderamente ser empresario.