Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso.Doctor en Administración por la Universidad Católica de La Plata y Profesor Titular de Economía de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA. Sus investigaciones han sido recogidas internacionalmente y ha publicado libros y artículos científicos y de divulgación. Se ha desempeñado como Rector de ESEADE y como consultor para la University of Manchester, Konrad Adenauer Stiftung, OEA, BID y G7Group, Inc. Ha recibido premios y becas, entre las que se destacan la Eisenhower Exchange Fellowship y el Freedom Project de la John Templeton Foundation.
EL PITAZO – Caracas.- Definir a Venezuela como una nación democrática, tal y como se concibe en el mundo occidental contemporáneo, es una tarea cuesta arriba para las organizaciones nacionales e internacionales que trabajan con indicadores de calidad de las instituciones de los sistemas de gobierno. Sus estudios se basan en el principio de que estas instituciones garantizan la libertad y el bienestar de los ciudadanos. Basan sus informes en el quehacer de los gobernantes y servidores públicos que, en teoría, deben garantizar que la democracia sea el mejor sistema de gobierno posible en sus respectivos países.
Si se analiza el caso venezolano desde diversas perspectivas, la conclusión es lapidaria: hay una situación de ausencia de democracia, pues sus instituciones son débiles, de escasa independencia y de funcionamiento opaco.
Esta es una de las conclusiones a las cuales llegó el más reciente reporte global del índice de calidad institucional 2019 que elaboran varias organizaciones no gubernamentales nucleadas en la Alianza Liberal de América Latina. De esta red forma parte la entidad venezolana Centro para la Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad (Cedice).
El estudio se basa en informes de entidades internacionales independientes como el Doing Business, el Banco Mundial, Foro Económico de Davos, Transparencia Internacional y Freedom House, entre otras.
En este sentido, tenemos que Venezuela ocupa el puesto 183 entre 191 países analizados en el índice de calidad institucional 2019. Se trata también de la peor evaluación del continente.
“Es el décimo año en el cual este país ocupa esta posición. El estudio evalúa el estado de derecho, la libertad de prensa, la percepción de la corrupción, la rendición de cuentas, la competitividad global, la capacidad de hacer negocios y la libertad económica”, sentencia Martín Krause, economista argentino en entrevista con El Pitazo.
Krause es uno de los autores de este estudio y visitó Caracas la primera semana de julio para presentar el trabajo en ámbitos académicos, empresariales y medios de comunicación.
Dijo que Venezuela es superada en fortaleza institucional en este ranking por Haití, que ocupa el puesto 163 global, y por Cuba, que llegó al lugar 172 global.
A escala global, los líderes en calidad institucional son Nueva Zelanda, Suecia y Dinamarca. En el continente americano, Estados Unidos puntea desde el puesto 12 global. En Latinoamérica, el primer lugar lo ocupa Chile, con el puesto 26, seguido de Costa Rica, con el lugar 36, y Uruguay con el sitio 29.
“Analizar la actual situación de Venezuela es muy complejo. Es un país que tiene dos presidentes, dos asambleas, hay elecciones en donde solo participa un sector de la población y no hay garantías a ciertos grupos, no se respetan los derechos humanos y la libertad de prensa prácticamente no existe”, advierte el también profesor de economía de la Universidad de Buenos Aires.
“Este índice parte del análisis y de entender que lo que determina el progreso de los países es la calidad de las instituciones que tienen, y toma la definición de institución como cuáles son las reglas del juego de cada país y básicamente en dos áreas: el área de las instituciones políticas y el de las instituciones económicas”, explica el académico.
—¿Por qué Venezuela está en el sitio 183 en el ranking de calidad institucional?
—Porque en todos los aspectos que mencioné hay algo para manifestar preocupación: el respeto a los derechos humanos se ha deteriorado claramente, las libertades políticas también. No hay elecciones limpias, no hay facilidades para presentar candidato, no hay independencia de la justicia, no hay un órgano electoral independiente, hay altos niveles de corrupción y la prensa ha sido controlada; todos estos indicadores llevan a Venezuela a esta posición. Claro, que en el mundo hay otros peores. Corea del Norte o Siria en medio de una cruenta guerra civil, por ejemplo.
—¿Por qué Cuba y Haití superan a Venezuela en este índice?
—Este es un índice que mide aspectos políticos, sociales y económicos y es un promedio de muchos ítems que forman las categorías de análisis. Hay países que salen muy mal en un parámetro, pero mejoran en otro. Es como una balanza. Por ejemplo, en Haití no hay presos políticos como sí los hay en Venezuela, por citar un ejemplo. Con Cuba el análisis es también multifactorial. En el caso de Venezuela, todos sus indicadores son bastante adversos.
—¿Cuáles son los principales problemas que Venezuela afronta en calidad institucional?
—Lo fundamental es la falta de independencia de la justicia, de separación de poderes y de respeto de los derechos individuales básicos (…). La economía obviamente está con serios problemas debido a que no hay respeto a la propiedad ni a los contratos y existe un control de cambio muy férreo desde hace muchos años.
—¿Qué aspectos se toman en cuenta en el ámbito económico?
—En la economía tomamos en cuenta aquellas instituciones que son fundamentales para el funcionamiento de lo económico y los mercados, tales como el derecho a la propiedad, el respeto a la propiedad, la posibilidad de hacer contratos libres, el derecho a establecer precios, la capacidad para poder comerciar, importar, exportar, etc., la posibilidad de tener una moneda estable que permita realizar cálculo empresarial y que no haya regulaciones que sofoquen el funcionamiento del mercado.
—¿Empeorará la situación de Venezuela según estas perspectivas?
—Si hay algo de lo que no sé es del futuro y menos en casos como este. Apenas puedo hablar de mi propio país (Argentina), pero no tengo idea sobre Venezuela. Lo que hay, obviamente, es una esperanza de que mejore. Lo que noto desde afuera es una constante especulación: “Esto no funcionó, aquello no funcionará”. Eso a veces genera pesimismo, pero al mismo tiempo hay países que muestran mejoras de calidad institucional muy importantes, países que estaban en situaciones dramáticas.
—¿Qué país puede ser un ejemplo de mejoras sustantivas de la calidad de sus instituciones democráticas?
—Estonia, que está en el puesto 14 en el ranking mundial. Hace 25 años era parte de la Unión Soviética, no existía como país y pudo llegar a esa posición, porque su clase política hizo cambios de fondo. Quiero decir que se puede, y que tarde o temprano los regímenes socialistas no se sostienen en el tiempo. La Unión Soviética duró 80 años, pero se cayó (el esquema de poder) porque no funcionó. Los regímenes socialistas terminan siendo totalitarios porque se mantienen por la fuerza. Casi todos se caen. Si se cayó la Unión Soviética, ¿no va a haber cambios en Venezuela? Me da la sensación de que sí, pero no sé cuánto tiempo pueda llevar.
—¿Qué piensa del diálogo entre representantes de Guaidó y Maduro en Barbados? ¿Puede construir una salida a la crisis de Venezuela?
—En general veo que había caído en escepticismo este tipo de diálogos; no veo al gobierno (Maduro) con una honesta intención de dialogar, creo que se suma a un diálogo cuando está débil. Las principales potencias del mundo y la oposición de Venezuela tienen que lograr que se organicen elecciones limpias y controladas. Además, resolver problemas serios: ¿Cómo votaran los más de cuatro millones de venezolanos que están afuera? ¿Dónde votan? ¿Cómo se controlarán las elecciones? Tiene que haber un consejo electoral no solamente independiente, sino que debe existir presencia internacional en la que participe la OEA, Naciones Unidas, que den neutralidad y confianza, que el voto será respetado, más allá de eso ¿Qué otra salida puede haber?
—¿No corremos el riesgo de una salida con intervención militar?
—Sí claro, por supuesto que la hay y en algunos casos ha ocurrido. No hablo de golpes de Estado. A ningún latinoamericano nos gusta. Estudiemos lo que se hizo en la Francia ocupada por los nazis por un gobierno que era títere de los nazis (Vichy). Hubo una figura de un militar (Charles de Gaulle) que representaba a la República y que se planteó la necesidad de defenderla. No sé cómo sería en Venezuela algo similar. Veo la historia y reconozco que son caminos alternativos; claro que mejor sería una opción pacífica y democrática.
—Supongamos que en Venezuela haya en los próximos meses un cambio, ya sea por unas elecciones limpias, que es a lo que se aspira, ¿En cuánto tiempo se invierten estos índices de calidad institucional?
—Eso tarda. El cambio institucional es lento. Yo estoy seguro de que con cualquier cambio de gobierno la calidad institucional va a empezar a mejorar, si se respetan los derechos humanos, la democracia, la justicia, etc. El índice mejorará, sin dudas. Empezar a hacerlo es inmediato, pero los efectos se harán sentir en el tiempo. Eso sucedió en Argentina. Llega Mauricio Macri al poder, en 2015, y Argentina estaba en la posición 136, y ahora está en la posición 112. En tres años subió. El avance es lento, a Estonia le tomó sus años también.
—¿Qué potencial tiene Venezuela para superar la crisis política, social y económica?
—Yo diré algo, pero no es ningún indicador estadístico que utilizamos. Yo me encuentro con venezolanos que viven en Argentina: son jóvenes, capaces, educados, gente de trabajo que se esfuerza. Esa gente en Venezuela sería gente muy productiva; el recurso humano existe, pero ahora está afuera. Esos serían los principales motores de reactivación en este país, una nación con muchos recursos naturales. Entonces, si se juntan instituciones y ciudadanos, esa combinación tendrá mucho éxito.