as economías regionales aportaron en conjunto US$6618 millones en 2018, gracias a la exportación de 3.964.000 de toneladas de productos. Esta cifra, que a simple vista resulta beneficiosa para el país, dispara dos lecturas centrales a la hora de pensar en el largo plazo: la positiva corrobora que estas actividades son unas de las canillas por las que pueden ingresar dólares a la Argentina, mientras que la negativa permite concluir que, en una economía que funcionara correctamente, estos sectores podrían multiplicar los números y convertirse en verdaderos motores de sus áreas de influencia.
Hay problemas que afectan transversalmente a todas las actividades, como la falta de financiamiento y la alta presión impositiva. Y hay otros que impactan de modo específico en algunas de ellas, como las cuestiones climáticas que reducen la producción o la caída de los precios internacionales que bajan la rentabilidad, entre otras cuestiones.
Tal como surge de “El semáforo de las economías regionales”, un informe que elabora la Confederación Intercooperativa Agropecuaria Limitada (Coninagro), muchas producciones están afectadas por la suba de costos. “Por el lado del componente que analiza el negocio tranqueras adentro, de las 19 economías relevadas, la suba de costos acumulada en los últimos doce meses fue superior al aumento de precios en 10 de ellas. De continuarse en el tiempo, esto lleva a rentabilidades negativas y desinversiones, incluso en las producciones que en mayo (último mes analizado) han mejorado sus precios al productor”, explica Silvina Campos Carlés, asesora económica de Coninagro y autora del estudio.
En el análisis del mercado, en tanto, aparecen decrecimientos interanuales del consumo interno en el caso de seis producciones, algo que repercute negativamente. “Además, por el lado de las ventas al exterior, 12 actividades mejoraron su desempeño exportador en la comparación interanual (se tomó mayo de 2018 vs. mayo de 2019) confirmando que el mercado externo resulta estratégico hoy como protagonista de la rentabilidad del sector”, indica Campos Carlés.
En el Gobierno, que aun en contra de sus convicciones y debido a una necesidad fiscal tuvo que volver a imponer a estas economías las retenciones que les había quitado, son conscientes de la situación. Por eso, el miércoles 10 de este mes se anunció una rebaja en las retenciones (se pagarán $3 pesos por dólar exportado, en lugar de $4). “Eso significa aliviarles la presión impositiva en $2200 millones anuales y es una medida concreta que le da competitividad a muchos productos que la necesitan para poder llegar a góndola con mejores precios”, comenta Luis Miguel Etchevehere, secretario de Agroindustria de la Nación.
Es más, Etchevehere afirma que las retenciones volverán a cero. “Ya tienen fecha de vencimiento el año que viene, porque nuestro espacio no las ve como una herramienta de política económica, sino como un mal impuesto. Tuvimos que ponerlas el año pasado por la peor sequía en 50 años, pero tienen fecha de vencimiento el 30 de diciembre de 2020”, señala.
Aun así, esa sola medida no alcanza para revitalizar a economías que requieren medidas mucho más de fondo para despegar definitivamente. El economista Aldo Abram, director de la fundación Libertad y Progreso, opina que lo que se necesitan son reformas estructurales. “La única forma de que esos sectores exploten su potencial es resolviendo los problemas de fondo del país; lo que implica, en principio encarar las reformas tributaria y laboral”, subraya el economista.
Pero tampoco basta con eso, según advierte Abram, puesto que estas economías son de capital intensivo y requieren mucha inversión para poder volverse más competitivas. “Es crucial reducir el riesgo país, ya que, de lo contrario, los inversores se volcarán a lo rápido y seguro, que son las producciones agroalimentarias de la pampa húmeda, y seguirán dejando de lado a las regionales, que son más inciertas y requieren de plazos más largos; no es lo mismo, en términos temporales, plantar soja que vides”, señala.
Según Abram, algo que condenó a las economías regionales es que históricamente se ha hecho una transferencia de ingresos de todas ellas a los sectores de la industria que están concentrados en las grandes ciudades. “Esa circunstancia ha llevado a que esas zonas tengan más dificultades para ser eficientes y a que los sectores típicos de esas regiones no hayan florecido como debieran haberlo hecho”, concluye el economista.
En el informe del semáforo de Coninagro se observa que seis producciones están en rojo; cinco en amarillo, y ocho en verde. Según precisa Campos Carlés, hay una actividad más en gamas de verde, en comparación con el mes anterior. Pero aun así, más de la mitad de los rubros están en rojo o amarillo.
En el sector de peras y manzanas, concentrado en el Alto Valle de Río Negro, hay preocupación por el impacto que puede tener el factor impositivo en la rentabilidad. “Hasta la temporada pasada teníamos un reintegro de 8,5% sobre el valor FOB; pero eso se redujo a 4,75% y, además, en septiembre se instrumentaron los derechos de exportación, que representó entre 9 y 10% del valor FOB. Por lo tanto, en el neto el factor impositivo pegó fuerte, porque pasamos de tener +8,5% a -5, una diferencia de 13,5 puntos de efecto impositivo en contra”, analiza Germán Barzi, director de Humberto Canale.
En cuanto a los mercados internacionales, según cuenta Barzi, ha sido necesario explorar destinos menos tradicionales, como China, la India y algunos latinoamericanos, ya que los históricos (Estados Unidos y la Unión Europea) tienen una sobreoferta, producto de que tuvieron muy buenas cosechas. “Estos nuevos compradores pagan un poco menos en dólares, pero eso se compensa por el hecho de que una muy buena campaña nos permitió tener mejor calificación en los empaques y menos descarte”, aclara Barzi.
La actividad relacionada con las peras y las manzanas, que exporta a 60 países, cuenta con 2400 productores, da empleo a 47.000 personas y abarca a 250 frigoríficos. En cuanto al destino de la producción, 42% va a mercado interno; 36%, a jugo, y 22%, a exportación de producto fresco.
Con 20 plantas en todo el país, una generación de empleo de 15.000 personas y US$1000 millones de exportación por año, el sector del maní se hizo más conocido en los últimos tres años, pero siempre fue fuerte en el sur de Córdoba. En este caso, el “semáforo” muestra un amarillo debido a los precios internacionales, el peso de las retenciones y la dificultad para encontrar tierras aptas, ya que es necesario rotar y eso obliga a sembrar en zonas más alejadas de las plantas, con lo que se encarece el flete.
Elvio Cerutti, jefe del Departamento Maní de la Cooperativa Cotagro, relata sus problemas. “Sembrar maní es más caro que sembrar soja o maíz; por eso, la inversión es grande. Hoy las retenciones representan 7% de lo que se exporta y eso es una contra grande, porque competimos con países que no solo no tienen retenciones, sino que encima otorgan subsidios para producir. Este año tenemos una buena cosecha, pero con este esquema impositivo, el margen va a disminuir, porque el rinde de equilibrio del campo alquilado no alcanza para cubrir los costos”, se lamenta.
Otro desafío, como se dijo, es el tema de la tierra, porque hay que encontrar un lugar óptimo. “El sur de Córdoba es ideal, pero hay que rotar; entonces tuvimos que salir en búsqueda de otros campos, como los de San Luis, norte de La Pampa y norte de provincia de Buenos Aires, que quedan más lejos de nuestras plantas y nos encarece la logística”, subraya Cerutti.
De todas las economías regionales, la que siempre se menciona como ejemplo, por la gran reconversión que emprendió en los años 90 y que terminó en los 2000, es la del vino. Portadora de una gran competitividad, la vitivinicultura igual aparece en rojo en el semáforo de Coninagro, sobre todo por la suba de costos internos y la imposibilidad de trasladar a precios el total de esos incrementos.
Francisco Do Pico, vicepresidente de Bodegas de Argentina, destaca que el presente y el futuro del vino es la exportación, ya que el consumo global está estancado desde 2000, mientras que el comercio global crece al 6,5% anual. “Por eso, las exportaciones de vino argentino necesitan ser potenciadas vía acuerdos de libre comercio, promoción internacional, inversiones en logística y una baja de la carga tributaria. En ese sentido, el acuerdo Mercosur-Unión Europea significa una traba menos”, opina.
En lo que hace al mercado interno, Do Pico, remarca que en los últimos cinco años se perdió 15/20% de esa torta y ni hablar si el cálculo se hace desde 1980, ya que en ese caso la pérdida es de más del 75%, ya que se tomaban 80 litros y hoy, 18. “Con lo que no hay problema, mirando el mercado doméstico, es con la competencia extranjera; el consumidor local que demanda en un 75% vino genérico es sumamente conservador y difícilmente se sienta atraído por productos extranjeros”, acota.
En tanto, la actividad porcina luce un verde reluciente. Según cuenta Daniel Kindebaluc, consejero de dos cooperativas que se asociaron para producir cerdos en Entre Ríos, ayuda mucho el aumento de la demanda china, provocado por la peste porcina que obligó a sacrificar millones de animales en el gigante asiático. “Eso abre una oportunidad interesante en comercio exterior, pero necesitamos hacer crecer nuestra producción local”, relata.
Juan José Uccelli, consultor y referente del sector porcino, afirma que sigue el crecimiento del consumo local, con proyecciones de cerrar este año con 19 kilos per cápita (a principios de los 2000 eran solo 4 kilos). “Además, aumentamos las exportaciones y disminuyeron las importaciones”, refiere el especialista.
Eso sí, el verde del sector no lo salva de los problemas generales de los que se habló en un principio. “Están frenadas las inversiones por la falta de créditos lógicos y por el IVA a inversiones, que se convirtió en un nuevo costo del 21% que no se recupera. De solucionar estas dos cuestiones, el sector podría crecer entre 20% y 25% por año, con más oferta para el mercado local y mayor participación en el exterior”, comenta Uccelli.
Las razones de cada color
A modo de conclusión, Campos Carlés ofrece un resumen con la explicación de lo que sucede en cada color del semáforo. “En los que señalamos como rojos, que son el vino, los cítricos dulces, las peras y manzanas, la forestación y el arroz, su estado se explica mayormente por tener costos más altos que sus precios, destinar gran parte de su producción al mercado interno o tener su consumo estancado y exportaciones que no repuntan”, detalla la economista.
Entre los cinco enmarcados en el amarillo se destaca el caso del algodón, ya que venía bien, pero hubo un cambio de tendencia por las inundaciones en el norte del país, que comenzaron a notarse ahora.
En el caso de los ocho sectores con luz verde (aves, bovinos, granos, leche, mandioca, hortalizas, porcinos y yerba mate), lo que se rescata es el repunte de los precios en algunos casos. ” La producción de leche se ubica en este color por mostrar por cuarto mes una evolución positiva; sin embargo, sus eslabones no logran recuperar años de deudas y de haber estado en rojo”, analiza Campos Carlés.
Vitales para las poblaciones que las rodean, importantes generadoras de mano de obra y grandes hacedoras de dólares genuinos, las economías regionales siguen exhibiendo un enorme potencial, pero, a la vez, siguen arrastrando el lastre de los problemas estructurales del país, que les impiden convertirse en lo que deberían ser: motores del desarrollo argentino.
Un semáforo que muestra problemas propios y obstáculos generales
Las 19 economías analizadas sufren problemas específicos de su actividad o su región, como el mal clima o la caída de precios, pero también padecen los puntos flojos de la economía argentina en general, como la inflación, la presión impositiva o la falta de líneas de financiamiento
fuente: Coninagro.