Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.
EL ECONOMISTA – Recientemente, en el Seminario de Educación UCEMA 2019, presenté siete propuestas que he elaborado durante los últimos años, las cuales le permitirían al Gobierno tomar la iniciativa frente a una crisis que resulta imprescindible.
Esta nota desarrolla en profundidad la tercera de dichas propuestas: ¿Cómo mejorar las posibilidades de aquellos niños que menos tienen y más lo necesitan?
No hace falta reinventar la rueda. El caso de las escuelas privadas y gratuitas del Uruguay constituye un buen ejemplo: se financian con aportes de empresas o particulares, no reciben subvención alguna del Estado y brindan educación secundaria a adolescentes que viven por debajo de la línea de pobreza, logrando que alcancen remarcables rendimientos académicos.
A modo de ilustración, veamos el caso de las primeras de dichas escuelas: el liceo Jubilar y el liceo Impulso, ubicados en el barrio de Casavalle, uno de los vecindarios más humildes de Montevideo. Ambos son privados y gratuitos, religioso el liceo Jubilar, laico el liceo Impulso. Alcanzaron niveles de eficacia que superan a los del sector público.
El Liceo Impulso importó al Uruguay las ideas de uno de los grandes pedagogos de nuestro tiempo, Geoffrey Canada, quien diseñó un sistema que logró generar educación de excelencia en los barrios más pobres de las grandes ciudades norteamericanas.
Todo comenzó en 2004 en una escuela charter (las cuales reciben financiamiento público, pero funcionan independientemente) en Harlem, gestionada por Geoffrey Canada. El éxito de la experiencia llevó al Alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, a expandirla, la cual se denominó Promise Academy.
William Dobbie y Robert Fryer, investigadores de la Universidad de Harvard, reportan en un estudio publicado en 2011 por la American Economic Association que “el programa es uno de los experimentos sociales más ambiciosos de nuestro tiempo para aliviar la pobreza” y concluyen que “la evidencia sugiere que escuelas de calidad son suficientes para aumentar significativamente el rendimiento académico entre los pobres”.
En diciembre de 2014, en su mensaje de Navidad, el cardenal Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo, expresó que las experiencias de liceos gratuitos de gestión privada “demuestran que si se quiere se puede” y resaltó que “multiplicando los Jubilares en Uruguay se estaría dando una respuesta educativa seria, responsable, que permitirá que los jóvenes se desarrollen en la educación”.
En abril de 2015 el cardenal Sturla salió al cruce de las declaraciones del sindicato docente contra este tipo de liceos, señalando que “si ponemos al chico en el centro hay que apoyarlo. Sea público o privado, no importa. Lo que concretamente importa es salvar a los chicos porque si no caen en lo que ya sabemos, la deserción escolar y, por tanto, lo que eso trae consigo: la droga, la esquina, la cerveza”.
En agosto de 2017, Ana Balsa, investigadora de la Universidad de Montevideo, describió en una entrevista los resultados de un trabajo que comenzó en 2009 en el liceo Jubilar, tomándose como grupo de comparación a los jóvenes que no salieron sorteados para ingresar a escuela, dado el exceso de demanda: “La repetición cae a lo largo de toda la educación media. En primer año la repetición es diez veces mayor para los que no salieron sorteados, que para los que van a estos liceos, 20% versus 2%”. Respecto al egreso señaló que la asistencia a liceos como Jubilar “aumenta la probabilidad de graduarse. La tasa de graduación alcanza el 30%, casi cuatro veces superior a la de los no sorteados, que es de 8%”.
¿Por qué no considerar para nuestro país una ley de beneficios fiscales similar a la vigente en el país hermano, la cual facilita al financiamiento de esta clase de establecimientos? La misma establece que, por cada $100 que donan, las empresas perciben un costo real de $18,75, dado que el 75% lo pueden aplicar directamente a impuestos y el otro 25% es un gasto deducible de la renta. Los liceos Jubilar e Impulso son un claro ejemplo de un modelo que crece en el Uruguay y demuestra la posibilidad de alcanzar excelentes resultados educativos en medio de la pobreza extrema. Es hora de instrumentar incentivos fiscales similares a los del país vecino. Probablemente, activar este tipo de proyectos, y generar las condiciones adecuadas para su financiamiento, incrementaría las oportunidades de aquellos niños de familias más desfavorecidas mucho más que algunos de los planes sociales que se vienen aplicando.