Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.
EL ECONOMISTA -Hace pocas semanas, en el Seminario de Educación UCEMA 2019, presenté siete propuestas que he elaborado en los últimos años, las cuales contribuirían a tomar la iniciativa frente a una crisis educativa que resulta imprescindible aceptar.
Comparto hoy otra de las propuestas, una muy callada pero muy necesaria: la educación de millones de adultos beneficiarios de planes sociales, sistema que, paradójicamente, conduce a la cronificación de la pobreza, al perpetuarlos fuera de la sociedad productiva.
Si bien es difícil precisar datos exactos de la cantidad total de beneficiarios, resulta claro que en la Argentina el Estado asiste a una gran parte de la población. En el largo plazo, dicha asistencia carece de sentido a no ser que mediante la misma se contribuya con los que son asistidos a valerse por sí mismos.
¿Qué mejor forma de tratar a los necesitados que respetar su dignidad, ayudándolos a reinsertarse en la sociedad productiva y, de tal forma, ganar su propio sustento?
Veamos sino la historia del padre Pedro Opeka, un argentino propuesto varias veces al Premio Nobel de la Paz por su incansable trabajo con los pobres en Madagascar, uno de los países más subsumidos en la pobreza. En base a su larga experiencia, el padre Pedro sostiene que “no debemos asistir, porque cuando lo hacemos, disminuyendo a la gente, los convertimos en dependientes, casi en esclavos de nosotros. Y Dios no vino al mundo para hacernos esclavos sino para liberarnos, ponernos de pie. (…) El problema en muchos países, incluyendo Argentina, es que los dirigentes políticos se encargan de hacerles creer que el Estado les va a resolver todos los problemas”.
“El asistencialismo nunca ayudó a poner de pie a un pueblo”. Las palabras del padre Opeka hablan por sí solas. ¿Cómo lograrlo?
Eric Maskin, Nobel de Economía 2007, nos provee la hoja de ruta. Durante una conferencia llevada a cabo en Lima, Perú, en noviembre 2014, señaló que “los programas sociales pueden proteger de los efectos de la pobreza extrema pero este efecto es de corto plazo, no va a reducir el problema a largo plazo”. Es claro que la evidencia de nuestro país es consistente con esta apreciación.
¿Cuál es en su opinión la solución para el problema de la pobreza y la desigualdad en el largo plazo? En sus propias palabras el diagnóstico es unívoco: “la población que no tiene capacitación queda marginada o detrás de los trabajadores que sí están capacitados”. De igual forma, la solución también lo es: “la población debe tener los medios para ganarse su propio sustento y los programas sociales pueden ayudarles a llegar a ese punto dándoles asistencia, educación y capacitación laboral”.
Retornemos a nuestra realidad. Educación y capacitación laboral, ese es el eslabón que debemos construir.
En mayo de 2017, Mauricio Macri hizo público el Plan Empalme, el cual tenía por objeto facilitar la inserción laboral de beneficiarios de planes sociales. Su intención debe ser aplaudida; sin embargo, su éxito fue muy limitado al no complementarse con la calificación de los beneficiarios, los que carecían de cualquier capital humano.
Casi un año después, en febrero de 2018, el Gobierno reemplazó tres programas (Ellas Hacen, Argentina Trabaja y Desde el Barrio) por un nuevo plan denominado “Haciendo Futuro”, el cual cuenta con dos ejes centrales: “Educación Formal Obligatoria”, mediante la cual los beneficiarios deberán finalizar su educación primaria y secundaria, y “Formación Integral”, que los capacitará siguiendo cursos y prácticas profesionales, dentro de un amplio listado de posibilidades.
La iniciativa fue auspiciosa, representó un paso en contra del asistencialismo que condena a muchos compatriotas a transitar por la vida sin expectativa alguna. Sin embargo, el efecto del programa fue menor, dada su escala. Por ello, es imprescindible generalizarlo.
Años atrás, el papa Francisco señaló que “la medida de la grandeza de una sociedad está determinada por la forma en que trata a quien está más necesitado”. ¿Qué mejor modo de tratar a los necesitados que respetar su dignidad, ayudándolos a reinsertarse en la sociedad productiva y, de tal forma, ganar su propio sustento?
Por ello, solicitar que todo beneficiario, de cualquier plan social, deba cumplir requisitos similares a los establecidos en Haciendo Futuro marcaría un cambio de paradigma que nuestra sociedad necesita y respetaría la dignidad de muchos argentinos que hoy no pueden llevar el pan a la mesa familiar como fruto de su trabajo.
Las opiniones expresadas son personales y no necesariamente representan la opinión de la UCEMA