Consejero Académico de Libertad y Progreso
LA RAZÓN – La economía argentina no ha repetido exactamente lo del día de la marmota, aún. Cabe hablar solo de una mini-marmota. En efecto, ha habido un mini-cepo, una mini-carrera al dólar y un mini-impago.
El Gobierno ha restringido la compra de dólares a los ciudadanos y exigirá autorización para que las empresas remitan fondos hacia el exterior. El motivo es la necesidad política de evitar el estallido de una crisis antes de las elecciones de octubre, y de la asunción del nuevo gobierno en diciembre. Mauricio Macri sabe perfectamente que si hay una imagen que los argentinos identifican con la catástrofe de un presidente es la de Fernando de la Rúa huyendo en helicóptero de la Casa Rosada en diciembre de 2001. Para contener ese espectro decidió, de hecho, volver al cepo cambiario kirchnerista en versión reducida. La idea es impedir una carrera masiva contra el peso que forzara un nuevo “corralito”. Y lo más probable es que esta intervención en el mercado, como todas, dé lugar a la reaparición de un viejo conocido de los argentinos: el mercado negro para comprar dólares. De momento, la situación se ha contenido con ese mini-cepo, y la consiguiente mini-carrera hacia el dólar, acompañados de un mini-default y renegociación de la deuda.
Para entender cómo hemos llegado a esta situación, hay que ampliar la perspectiva, y recordar la definición de locura, erróneamente atribuida a Einstein, pero luminosa en cualquier caso: hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes.
Eso “mismo” que han hecho los políticos argentinos desde hace décadas es una mala combinación de economía con mercados intervenidos y con un gasto público creciente. Es habitual atribuir el origen de esto al peronismo de la segunda mitad de los años 1940, pero en realidad empezó antes. Sea como fuere, la tradición liberal, de mercados abiertos y protección de la propiedad privada, que hizo de la Argentina uno de los países más ricos del mundo, atrayendo a millones de inmigrantes, se resquebrajó hace mucho tiempo. Y en los últimos años, la esperanza que abrió Macri parece haberse cerrado, fundamentalmente porque no se atrevió a tomar medidas de fondo. Hablando de fondo, no es Macri el único responsable, también lo es el Fondo Monetario Internacional, que orquestó un gigantesco rescate que puede irse al garete. Dada su irresponsabilidad, Christine Lagarde ha sido premiada con la presidencia del Banco Central Europeo. En fin.
Y hablando de fin, no se puede descartar que el final de la mini-marmota sea convertirse en una marmota de verdad.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 8 de septiembre de 201