La dirigencia política, empresarial y gremial, que decide el rumbo y las acciones en Argentina, logra resultados contrarios a los declamados.
Llama la atención que muchos empresarios con centrales gremiales como la UIA por ejemplo, no impulsen el desafío de promover y accionar una Argentina con objetivos de crecimiento y desarrollo que puedan ser exitosos, distintos a los que promueven repetidamente, también hoy, fracasados en el mundo y en Argentina.
No se los ve reclamando, defendiendo y ejecutando planes de inversiones de riesgo, buscando la mayor renta posible en ambiente de competencia, queriendo ganar mucho y consecuentemente pagar mayores impuestos por supuesto a tasas razonables menores que las confiscatorias actuales, aportando lo que resultaría en mayores recaudaciones fiscales, exigiendo al estado que de una buena vez realice racionalidad en el gasto público, cuyo despilfarro tiene origen fundamentalmente en políticos. Conjuntamente el desafío de exportar, comprender que su mercado debe ser el mundo, con enormes mayores posibilidades que el limitado interno. Argentina se reencaminaría a cifras coherentes con su pasado de principios siglo XX, donde a hoy si se hubiera recorrido el camino que hasta entonces llevábamos, deberíamos exportar por valores de más de 500.000 millones de dólares, muy distante al poco más del 12% de ello actual, que es de difícil explicación por su fracaso; señal decadente que debiera alertarnos, más aún cuando naciones con menores recursos que Argentina, lejanas y cercanas, de diversas categorías económicas-sociales, lo han efectivizado.
A diferencia de ello, dirigentes y centrales empresarias, ni hablar de sindicales que esgrimen justificativos sociales que en realidad terminan siendo contrarios y perjudiciales para sus supuestos defendidos finalmente estafados, lo que están buscando es inserción y prebendas en sistema y candidatos populistas, al que especialistas y academias que debieran ser seriamente atendidas por ellos, atribuyen con incontrastable evidencia ser la causa de la mediocridad y decadencia sectorial y nacional en la que estamos.
No habrá llegado la hora de que la dirigencia e instituciones empresarias argentinas acepten el desafío, como si lo hacen varias aquí sin lograr impacto, de embarcarse con seriedad en la transformación económica-social hacia una sociedad productiva con bienestar, crecimiento y desarrollo, que deje de ser el mal ejemplo mundial de que con grandes posibilidades de riquezas naturales, sus resultados son de pobreza endémica, alta indigencia e ingresos bajos y en descenso como lo certifica un PBI per cápita menor a 15000 dólares, la cuarta parte del que supimos conseguir.
La propuesta es SÍ al riesgo, SÍ a la racionalidad y baja al gasto público improductivo esencialmente político, SÍ a reformas del estado, laboral, impositiva, previsional, SÍ a reforma de campaña electoral permanente para entretenimiento de la población y uso improductivo del tiempo y recursos para políticos. SÍ, SÍ, SÍ… NO a empresarios prebendarios, NO a contratistas del estado caros, malos y corruptos como es palpable, NO a encerrarnos en mercado interno excluyente, pequeño por cierto.
Empresarios sean valientes que es la esencia de emprender. Valentía para señalarles al estado y gobiernos el camino de las reformas a recorrer para de verdad encaminarnos hacia estas transformaciones; para esclarecer a la ciudadanía de los programas y acciones a ejecutar que resultarían en reales desarrollo humano y social, liberándonos del clientelismo degradante e inefectivo evidente por simple comparación con quienes se les ocurra.
Vamos, vamos, no más fracasos con malas recetas probadas y reprobadas. Basta de decadencia y pobreza, de la que somos responsables, y en mayor medida quienes dirigen. Empresarios, argentinos, a las cosas útiles, adiós a inutilidades.