Ha publicado artículos en diarios de Estados Unidos y de América Latina y ha aparecido en las cadenas televisivas.
Es miembro de la Mont Pèlerin Society y del Council on Foreign Relations.
Recibió su BA en Northwestern University y su Maestría en la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins University.
Trabajó en asuntos interamericanos en el Center for Strategic and International Studies y en Caribbean/Latin American Action.
El Comercio (Perú) – CATO- El presidente ecuatoriano Lenín Moreno está peleado con su antecesor Rafael Correa. Moreno heredó un país con los problemas típicos de los que optaron la ruta populista y que se aliaron con el régimen bolivariano de Venezuela: un gasto público elevado e insostenible, bajo crecimiento y corrupción a gran escala.
De presidente, y a pesar de haber formado parte del gobierno correísta, Moreno no protegió a su exjefe una vez que los escándalos de corrupción relacionados a ese gobierno se empezaron a destapar. Ahora tiene a Correa de enemigo y estamos viendo algunos resultados.
Como parte de un plan para sanar las cuentas públicas, Moreno anunció a principios de mes que se eliminaría el subsidio a los combustibles. Se estima que esa medida ahorraría más de US$2.200 millones en los próximos 12 meses. Los subsidios, según un estudio reciente, le han costado al Estado ecuatoriano casi US$50.000 millones desde 1989 y representan la mayor parte del déficit fiscal. Quienes mayormente se benefician de los subsidios son los más ricos, pues por consumir mucho más combustible en el uso de autos y demás, son los más subsidiados. Para eliminar esa injusticia, un estudio reciente del Banco Interamericano de Desarrollo recomendó poner fin al subsidio y compensar a los más necesitados con un aumento de ayuda financiera.
El plan de Moreno cumpliría con lo mismo. Eliminaría un subsidio a los pudientes, aumentaría el Bono de Desarrollo Humano que reciben los más vulnerables y le ahorraría al Estado un monto importante. Además, compensaría al sector privado y a los consumidores con rebajas de ciertos impuestos y aranceles.
Correa, prófugo en el exilio, se opuso a la medida a pesar de, recientemente, haberle hecho la misma recomendación al dictador de Venezuela, donde la gasolina es prácticamente gratis. Los transportistas también se opusieron, pero negociaron una solución con el gobierno. Luego se opusieron los indígenas del país, que parecen haberse radicalizado.
Grupos indígenas secuestraron a policías y periodistas en Quito, tomaron campos petroleros y hasta se apoderaron de la Asamblea Nacional. Las manifestaciones se volvieron violentas y el gobierno, por primera vez en la historia reciente de Ecuador, mudó su sede a Guayaquil bajo un estado de emergencia. De allí en adelante, se volvió todavía mas violenta la situación, saliéndose de las manos del gobierno.
Aparecieron entonces grupos armados en Quito que vandalizaron y saquearon negocios privados, un medio de televisión y vecindarios alrededor de la ciudad. Eran colectivos al estilo chavista, algo que jamás se había visto en Ecuador. Por primera vez los ecuatorianos empezaron a usar ese término para describir una realidad nacional suya.
Esto huele mal porque pareciera ser algo organizado por el chavismo. Los viejos y actuales aliados de Correa, quien, si lograra derrocar al gobierno actual, sería el más favorecido en las elecciones adelantadas que tendrían que hacerse bajo la Constitución. De hecho, uno de los edificios del Estado que los manifestantes intentaron quemar (sin éxito) fue la contraloría del país, donde se archivan los casos contra Correa.
A través de videos y demás, Correa hizo lo que pudo para alentar la inestabilidad. Pero cuando se volvió obvio lo que hacía, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador lo denunció: “Rechazamos el oportunismo descarado, el correísmo nos criminalizó y asesinó a compañeros durante 10 años, hoy pretende aprovecharse de nuestra plataforma de lucha”.
Ya era un poco tarde para darse cuenta. Aun así, ayer lograron que Moreno suspendiera la eliminación del subsidio, lo que en la práctica significa el debilitamiento del gobierno y la legitimación de la violencia política. Ya veremos si se empezará a sentir más fuerte la “brisita bolivariana” en la región que el chavismo venezolano anunció el otro día.
Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 15 de octubre de 2019.