Ha publicado artículos en diarios de Estados Unidos y de América Latina y ha aparecido en las cadenas televisivas.
Es miembro de la Mont Pèlerin Society y del Council on Foreign Relations.
Recibió su BA en Northwestern University y su Maestría en la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins University.
Trabajó en asuntos interamericanos en el Center for Strategic and International Studies y en Caribbean/Latin American Action.
EL COMERCIO – A diferencia del país vecino, donde los argentinos han votado por el regreso del peronismo, los uruguayos han rechazado a la izquierda gobernante en la elección del domingo. Luis Lacalle Pou, de centroderecha, es el favorecido para la segunda vuelta en noviembre contra el candidato del Frente Amplio (FA), que ha liderado Uruguay por 15 años.
Las noticias desde Uruguay son buenas por varias razones. Representa la alternancia en el poder legitimada por el proceso democrático. Esto es a diferencia de lo ocurrido en Bolivia, donde Evo Morales ha incurrido en fraude electoral. Es también a diferencia de lo sucedido recientemente en Ecuador y Chile donde, a través de actos violentos, una minoría de manifestantes y un sector del espectro político han intentado derrocar gobiernos democráticamente elegidos.
Lo de Uruguay es buena noticia además porque el país se estará alejando –a diferencia de Argentina– del extremismo de izquierda que tiene a las dictaduras de Cuba y Venezuela como aliados.
Por largo tiempo Uruguay ha sido una democracia latinoamericana ejemplar. En muchos índices internacionales el país suele ubicarse entre los mejores puestos regionales. El FA logró mejorar algunos indicadores, como fue por varios años el crecimiento, pues su mando coincidió con el “boom” de los commodities, lo cual facilitó la reducción de la pobreza.
Pero otras áreas se deterioraron notablemente. El FA incursionó en crecientes déficits fiscales hasta llegar a casi 5% del PBI este año, el peor en 30 años. La deuda pública aumentó y se espera llegará a 70% del PBI en el 2019. El crecimiento económico se ha estancado en los últimos años.
La inseguridad ha empeorado de manera significativa. Los homicidios aumentaron 80% desde el 2005 hasta llegar a una tasa de 11,2 cada 100.000 habitantes (el indicador peruano es 7,8). En algunos lugares se observan los inicios del sicariato. También se ha generado una crisis educativa: la inscripción escolar ha caído y solo un 40% de los estudiantes termina la secundaria.
La corruptela también infectó a un sector del FA. El vicepresidente del actual mandatario renunció a raíz de creíbles denuncias de corrupción, por ejemplo. Ha habido negocios un tanto turbios entre miembros del FA y el chavismo venezolano que resaltan lo que es quizás lo peor de los últimos 15 años: una parte de la FA se ha radicalizado y ha influido en las políticas y comportamiento del gobierno. La relación íntima entre el FA y el chavismo, según Pedro Issern de Cescos, un centro de estudios uruguayo, explica el creciente autoritarismo de una parte del FA y la incapacidad del frente de denunciar al régimen venezolano. Para el periodista Martín Aguirre, el discurso social agresivo del FA, y especialmente la soberbia de la nueva generación de izquierda que creció en el poder, alienó a buena parte del electorado.
Un presidente Lacalle Pou, por lo tanto, hará un cambio radical respecto a la política exterior y al chavismo venezolano. Tendrá que hacer un ajuste fiscal importante inmediatamente. Intentará hacer reformas educativas y laborales para revertir el exagerado poder que adquirieron los sindicatos estos años (El FA les dio carta blanca para ocupar empresas privadas y podían contar con el apoyo del Gobierno en negociaciones laborales).
Esperemos que estos temas se resuelvan en democracia a pesar de que Uruguay ahora tiene una izquierda más radicalizada que estará dentro y fuera del Congreso. Ojalá no se vea en un futuro cercano lo que se ha visto en Chile, donde hace dos años el electorado rechazó democráticamente las propuestas de izquierda que hoy un sector radicalizado intenta poner en la agenda a través de actos violentos con el argumento de que es lo que demanda el pueblo.
Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 29 de octubre de 2019.