Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.
EL DIARIO DEL EXTERIOR de Madrid – El panorama mundial parece inclinarse una vez más al avance de los aparatos estatales en una carrera por anular la condición humana. Nuevamente el Leviatán hace estragos con las libertades y arrasa con el nivel de vida de poblaciones enteras. La antiutopía orwelliana del Gran Hermano se ha hecho realidad e incluso ha dado paso a una antiutopía más tremebunda aún: la de Huxley, es decir, donde no solo atropella el monopolio de la fuerza que llamamos gobierno sino que las mayorías piden ser esclavizadas. El respeto recíproco como eje central del liberalismo parece haberse abandonado y tirado a los perros. Como ha dicho Giovanni Sartori, se ha degradado la noción de la democracia como un sistema en el que las mayorías o primeras minorías no avancen sobre los derechos de las minorías y se ha desvanecido la idea de la República con sus postulados de la igualdad ante la ley (no mediante ella), la rotación en los cargos públicos y la responsabilidad de los gobernantes ante los gobernados por sus actos en la administración.
En el centro de este ataque a la condición humana se encuentra el socialismo con su idea perversa de nivelar los resultados de lo que cada quien obtiene con el fruto de su trabajo. No parece comprenderse que la única causa para la elevación de salarios e ingresos en términos reales es la tasa de capitalización que hace de apoyo logístico para mejorar la productividad. Como ha apuntado Anthony de Jasay, es autodestructiva la pretensión de nivelar al comienzo de la carrera por la vida para que cada uno saque partida según sus capacidades puesto que al finalizar la contienda se volverá a nivelar puesto que no se permite que los ganadores trasmitan el fruto de sus esfuerzos a la próxima generación.
La guillotina horizontal hace que los que se encuentran arriba de la línea de nivelación se abstengan de producir puesto que saben que serán expoliados por la diferencia y los que se encuentran bajo esa marca esperarán infructuosamente una redistribución que nunca llegará puesto que la producción más eficiente tiende a desaparecer en busca de mejores horizontes.
La propiedad privada surge debido a que los bienes son escasos. Si la producción apareciera por arte de magia en los árboles y por ende si hubiera de todo para todos todo el tiempo, no habría necesidad de asignar recursos, de estudiar economía ni existirían precios. Los derechos de propiedad, a través de los cuadros de resultado, sirven para mostrar los grados de eficiencia. El que no da en la tecla para servir a sus semejantes incurre en quebrantos y obtiene ganancias el que atiende a los consumidores según sus deseos y preferencias.
Sin duda que esto no ocurre en la media en que los aparatos políticos intervienen para decidir quien ha de prosperar y quien ha de fracasar en alianza con pseudoempresarios —más bien barones feudales— enquistados en el poder que hacen negocios en los despachos oficiales en base a prebendas y privilegios que significan una repulsiva explotación de los más necesitados.
Tal vez Álvaro García Linera sea el intelectual en el poder que más se destaca en el cuadro del socialismo latinoamericano. Su influencia se ha hecho sentir especialmente en los gobiernos de Venezuela, Ecuador y Nicaragua (ahora también en los de El Salvador, en Guatemala y en algunos ámbitos argentinos). Vicepresidente del actual gobierno boliviano, matemático y sociólogo de formación, ex integrante del movimiento indigenista-marxista “Ponchos rojos” y miembro del movimiento terrorista Tupac Katari, preso cinco años por la voladura de una torre eléctrica en La Paz, autor de libros como Estado multinacional, La reproletarización, La condición de los trabajadores, Crítica de la Nación, ensayos como “Equilibrio catastrófico y punto de bifurcación”, “Indianismo y marxismo” y “Lucha por el poder en Bolivia”.
En su conferencia de octubre de 2007 titulada “El neoliberalismo y el nuevo socialismo” insiste en la necesidad de colectivizar la propiedad, fortalecer grandemente las funciones del aparato estatal en la distribución de la riqueza, consolidar los movimientos sociales de base al efecto de articular el socialismo del siglo xxi. Esta idea la tomó del alemán Heinz Dietrich Steffem, profesor en la Universidad Autónoma de México (donde estudió García Linera) y que publicó un libro con ese título donde reivindica las tesis de Marx, Engels y Lenin junto con ingredientes gramscianos en el contexto de la trasnochada teoría del polilogismo y la perspectiva del valor-trabajo (que rebautiza como “economía de la equivalencia”) una y otra vez refutada por infinidad de economistas. Estas tesis no toman en cuenta que en la medida en que se socializa la propiedad, los precios dejan de expresar las estructuras de la economía para poner de manifiesto las directivas políticas con lo que desaparece la posibilidad de evaluar proyectos, de la contabilidad y del cálculo económico. Esta ha sido una de las razones del derrumbamiento del muro de la vergüenza en Berlin en paralelo con las millones de vidas que se sacrificaron para imponer los experimentos socialistas a manos de los megalómanos del momento tal como hoy ocurre en la isla-cárcel cubana (además de las horripilantes miserias y hambrunas brutales que instauran los socialismos de todas las latitudes y de todos los tiempos).
En un programa televisivo patrocinado por Hugo Chávez emitido en estos días, en el que la juega de conductor Walter Martínez (uno de los cortesanos de aquel bufón del Orinoco), García Linera repitió con aprobación lo dicho por Danton —un entusiasta del terror en la contrarrevolución francesa y adalid de los jacobinos que a su vez murió guillotinado— en el sentido de que cada impulso revolucionario debe ser más osado que el anterior puesto que si se cede en algo se termina perdiéndolo todo.
La etiqueta de “neoliberalismo” constituye un invento de estos socialistas puesto que ningún intelectual serio de esta época se autodefine como neoliberal. Ahora, si García Linera y sus compañeros de ruta aluden a muchos de los gobiernos que agazapados bajo el rótulo de los mercados libres aumentaron el gasto estatal, la deuda pública y el déficit fiscal en un contexto de destrucción de la división de poderes y de una alarmante corrupción, estamos entonces hablando de cosas muy distintas. Eso nada ha tenido que ver con el liberalismo que, como hemos dicho al comienzo de esta columna, se refiere al respeto irrestricto por los proyectos de vida de terceros y solo autoriza el uso de la fuerza de carácter defensivo.
Es deplorable que muchas regiones retrotraigan sus políticas al estatismo empobrecedor hoy expresados por “salvatajes” a empresas ineptas o irresponsables, a endeudamientos que comprometen severamente el patrimonio de futuras generaciones que ni siquiera han participado en el proceso electoral para elegir al gobernante que contrajo la deuda, a la participación aún mayor de instituciones que han contribuido a desarticular las sociedades abiertas como el Fondo Monetario Internacional, auspiciando recetas estatistas y alimentando gobiernos corruptos.
Es de desear que volvamos sobre nuestro pasos y seamos capaces de seguir ejemplos como los de Juan Bautista Alberdi en la Argentina quien inspiró una Constitución que hizo de ese país la envidia del mundo donde millones de inmigrantes buscaban refugio para “hacerse la América”, antes del fascismo de los años treinta agudizado por el estatismo de la década siguiente, así como también el ejemplo de los notables principios y valores de los Padres Fundadores en EE.UU. antes de que la dupla Bush-Obama encaminaran a ese gran país hacía la decadencia.