Ha publicado artículos en diarios de Estados Unidos y de América Latina y ha aparecido en las cadenas televisivas.
Es miembro de la Mont Pèlerin Society y del Council on Foreign Relations.
Recibió su BA en Northwestern University y su Maestría en la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins University.
Trabajó en asuntos interamericanos en el Center for Strategic and International Studies y en Caribbean/Latin American Action.
CATO – Semanas después de un aumento del 3,75% en la tarifa del metro en Santiago, en Chile se desataron violentas protestas por parte de un pequeño grupo de estudiantes que luego generaron más disturbios generalizados. Las protestas masivas continúan. Algunos observadores han aprovechado la crisis para hacer afirmaciones frecuentemente repetidas de que el modelo de libre mercado chileno ha generado una desigualdad creciente y ha sido fundamentalmente injusto a pesar de la haber producido mayor riqueza.
Sin embargo, resulta difícil cuadrar estas afirmaciones con los hechos. Desde que empezaron las reformas de mercado en 1975, Chile ha cuadriplicado su ingreso per cápita, convirtiéndolo en el país más próspero de Latinoamérica. La mejora de Chile en una gama entera de indicadores de bienestar –mortalidad materna, acceso a saneamiento adecuado, entre otros– es impresionante, y el país supera consistentemente a los demás países de la región. Tiene la más alta calificación entre los países latinoamericanos en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU (ocupa el puesto 44 en el mundo); tiene el mejor sistema educativo de la región medido por el desempeño de los estudiantes; y no solamente tiene una de las economías más libres del mundo, sino que tiene los más altos niveles de libertad general en América Latina, libertades civiles y personales incluidas.
La caída de la desigualdad
El crecimiento de Chile le ha permitido reducir su tasa de pobreza –que superaba el 45% en la década de los ‘80– a 8,6% y crear una amplia clase media. Si bien la desigualdad de ingresos del país ha sido alta durante cientos de años, según el Banco Mundial, ha caído considerablemente desde la década de los ‘90 y es inferior al promedio latinoamericano según la Comisión Económica para América Latina de la ONU. Costa Rica tiene una desigualad mayor que Chile (ver gráfico). Un estudio de Harvard, realizado por Rodrigo Valdés, ministro de hacienda de la expresidente Michelle Bachelet, encontró que entre 1990 y 2015 el ingreso del 10% más pobre de los chilenos aumentó en un 439%, mientras que el del 10% más alto solo aumentó en un 208%.
Estudios realizados por el profesor de la Universidad Católica, Claudio Sapelli, confirman una brecha de desigualdad en ingresos y otros indicadores que se cierra. Controlando por edad y otros factores, Sapelli encuentra además que la desigualdad de ingresos entre generaciones (desigualdad dentro del mismo grupo de edad) es menor entre las generaciones más jóvenes que entre las generaciones mayores. Esto significa que a medida que el país madura, su desigualdad de ingresos general disminuye, como lo hemos observado. A diferencia de los países desarrollados, Chile, en rápido desarrollo, tiene niveles notablemente diferentes de desigualdad por generación, dadas las mayores oportunidades disponibles para los jóvenes chilenos. Por ejemplo, el número de estudiantes matriculados en educación superior se ha multiplicado por 10 desde que comenzaron las reformas en Chile.
En comparación a los países desarrollados, un estatus que Chile está cerca de alcanzar, la desigualad de ingresos es alta (aunque es casi el promedio en términos de ingresos antes de impuestos y transferencias gubernamentales). Por esta razón, algunos abogan por incrementar los impuestos y la distribución. Dejando de lado los efectos en el crecimiento y la oportunidad que un gobierno más grande en Chile tendría, los hallazgos de Sapelli indican que el país ya está camino hacia una continuada disminución de la desigualdad de ingresos que lo posicionará en el mismo rango que otros países desarrollados en un futuro no muy lejano. (Utilizando la medición estándar del coeficiente de Gini de la desigualdad de ingresos, Sapelli estima que Chile tendrá un puntaje de Gini de 0,35, lo que indica una desigualdad menor que la de España o EE.UU., por ejemplo, y una desigualdad ligeramente mayor que la de Canadá de 0,34).
Alta movilidad social
Diversos estudios también han documento la alta movilidad social chilena. La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) encontró que el 23% de los hijos con padres provenientes del cuartil más bajo de ingresos se mueven hacia arriba al cuartil más alto de ingresos. Chile supera a los otros países miembros de la OCDE (compuesta principalmente por los países más ricos del mundo) en este aspecto. La movilidad ascendente de Chile desde otros cuartiles también se compara favorablemente con los países ricos, según la OCDE, y es uno de los países que muestra la mayor movilidad desde el cuartil más alto.
Utilizando deciles de ingresos, Sapelli encuentra similarmente altos niveles de movilidad de ingresos. Por ejemplo, en un margen de 10 años, la mayoría de los que se encontraban en el decil superior han caído a deciles inferiores, mientras que 71% de los que empezaron en el decil inferior se han movido a deciles superiores. Sapelli nota un alto nivel de movilidad intrageneracional (movilidad dentro de la misma generación) al igual que movilidad intergeneracional (estatus social de una generación comparada a otra). Por ejemplo, sólo el 40% de los chilenos de entre 55 y 64 años han cursado estudios secundarios, en comparación con el 85% de los de entre 25 y 34 años, una cifra que se compara favorablemente con la de los países ricos. Después de revisar la evidencia, Sapelli concluye que “Chile es una sociedad más móvil que Francia, EE.UU. y Alemania”.
Causas de descontento
Si el progreso de Chile ha sido tan impresionante, ¿qué es lo que explica las protestas? Muchos en la izquierda chilena están interpretando el malestar como un rechazo al modelo de mercado que la derecha ha impuesto al país. Pero esa interpretación es simplista y errónea. Chile ha sido una democracia durante unos 30 años y los gobiernos de centro-izquierda han gobernado el país la mayoría del tiempo. El actual gobierno de centro-derecha de Sebastián Piñera llegó al poder hace menos de dos años cuando los chilenos rechazaron al candidato izquierdista en favor de la agenda de Piñera que era más pro-crecimiento y orientada al mercado.
Las causas del descontento actual son más complejas y aun no se comprenden plenamente. Sin duda, expresan quejas legítimas. El crecimiento experimentó una desaceleración durante el gobierno anterior y Piñera no ha revertido las políticas anti-crecimiento introducidas por su predecesora ni ha sido capaz de reactivar la economía como había prometido. El consiguiente estancamiento de los salarios, combinado con un mayor gasto gubernamental y una mayor carga tributaria sin la correspondiente mejora en la calidad de los servicios públicos, ha contribuido al malestar de los chilenos. También lo han hecho los escándalos de corrupción que estallaron durante el gobierno anterior y que implicaron a los principales partidos políticos y a la élite empresarial. Las crecientes expectativas que no se han cumplido son sin duda parte de esta historia.
Como explica Álvaro Vargas Llosa, a diferencia de la mayor parte de la era post-Pinochet, la mitad de la izquierda chilena se ha radicalizado en los últimos años. Ha silenciado las voces de la izquierda moderada con la cual había formado una alianza en el gobierno anterior y ha influenciado fuertemente a la juventud chilena, la cual ha crecido escuchando la retórica de que los últimos 30 años han sido un fracaso. La derecha, centro e izquierda moderadas no han proporcionado prácticamente ninguna defensa moral del modelo chileno a pesar de su desempeño.
Cuando estallaron los saqueos y protestas violentas, la izquierda justificó los disturbios públicos y alentó a que dichas protestas continuaran, pidiendo explícitamente al presidente que dimitiera. Usar la violencia como un medio legítimo para influir en la política sentaría un precedente terrible y socavaría la democracia de Chile, pero es consistente con la ideología radical de izquierda y tiene sentido estratégico. Como señaló Axel Kaiser de la Fundación para el Progreso, si la extrema izquierda lograra alcanzar su meta, el jefe del Senado, un político de la izquierda dura, sería el siguiente en la fila para asumir la presidencia.
Las protestas también pueden explicarse parcialmente dentro de un contexto regional. En los últimos meses, han estallado disturbios similares en numerosos países incluyendo Ecuador, Argentina y Honduras. El mes pasado, el Secretario General de la Organización de los Estados Americanos condenó el papel que los regímenes cubano y venezolano han desempeñado en instigar y alimentar la inestabilidad regional:
Las actuales corrientes de desestabilización de los sistemas políticos del continente tienen su origen en la estrategia de las dictaduras bolivariana y cubana, que buscan nuevamente reposicionarse, no a través de un proceso de reinstitucionalización y redemocratización, sino a través de su vieja metodología de exportar polarización y malas prácticas, pero esencialmente financiar, apoyar y promover conflicto político y social.
En las últimas semanas, el dictador venezolano Nicolás Maduro y el número dos del régimen, Diosdado Cabello, se han referido explícitamente a la inestabilidad en Chile y otros países como presagio de un “huracán bolivariano”, en referencia al socialismo al estilo Chávez, y como parte del plan del Foro de Sao Paulo, la alianza de los partidos políticos de extrema izquierda de América Latina fundada por Fidel Castro para socavar las democracias de la región. Desafortunadamente, la nefasta influencia externa también ha jugado un papel en las protestas de Chile.
Es demasiado pronto para saber cómo se resolverá finalmente la crisis política o para conocer todos los factores que explican las protestas. Sin embargo, el impresionante progreso social y económico de Chile desde el inicio de sus reformas de mercado es difícil de negar y las protestas de ninguna manera pueden ser utilizadas para reescribir radicalmente la historia de éxito del país.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog Cato at Liberty (EE.UU.) el 3 de noviembre de 2019.