Fundador y Presidente de @FundacionBases (Rosario, Argentina). AEIOU.
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Vivimos en una era en la cual le debemos mucho a la innovación. De hecho, parecería que todo el mundo ama la innovación y reconoce que es una fuerza que trae el progreso. Quizás con la excepción de Corea del Norte, ningún gobierno en el mundo tiene como política oficial prohibir la innovación o desalentar a las personas innovadoras.
Es más, la innovación está tan universalmente aceptada que hasta el dictador venezolano, Nicolás Maduro, reconoce su potencial. En septiembre de 2019, su gobierno convocó a un censo de innovadores y científicos a fin de encontrar soluciones para los problemas del país. Entre ellos, la crisis alimenticia y el colapso industrial. De acuerdo con la vicepresidente Delcy Rodríguez, el objetivo es utilizar las “capacidades creativas” y el “genio” del pueblo venezolano.
Parece entonces que todo el mundo ama la innovación, ¿no? En realidad, sabemos que estas cosas son siempre más complicadas. Muchas veces las loas a la innovación son sólo de la boca para afuera. El diablo está en los detalles.
La innovación bajo amenaza
Una mirada rápida a esos detalles en Latinoamérica nos muestra un panorama mucho más complicado. Ideas y proyectos innovadores se encuentran muchas veces bajo fuego.
Comencemos con Glovo, el popular servicio de delivery, cuyas operaciones han sido suspendidas dos veces en la ciudad de Buenos Aires en lo que va del año. En una ciudad conocida por un tránsito demencial, para ciertos jueces el problema reside en que las compañías de delivery violan las normas de tránsito…
Mientras tanto, en Chile, un grupo de senadores ha presentado un proyecto para crear un vínculo laboral tradicional entre Glovo y sus colaboradores. Regulación que no comprende en nada la naturaleza de la economía colaborativa y destruiría el modelo de negocios de la compañía.
El vapeo es otro ejemplo interesante. En la mayoría de los países de LatAm la comercialización de los llamados cigarrillos electrónicos está lisa y llanamente prohibida. Sin embargo, el mercado está en absoluto auge. ¿Cómo puede ser? Porque estas prohibiciones sólo viven en el papel y raramente se las hace cumplir. Pero ello no quita que la prohibición penda como la espada de Damocles sobre las cabezas de todos aquellos que están involucrados en la actividad. Como en todo mercado gris, la falta de reglas claras distorsiona lo que podría ser una floreciente actividad económica y priva a los consumidores de una oferta óptima.
Este año en la ciudad de México, Uber ha sido forzado a establecer precios mínimos y a no cobrar por sus viajes en efectivo. Estas medidas representan una gran amenaza para la compañía, que teme perder hasta 40 mil conductores a causa de las mismas.
A su vez, el status legal de Uber en Colombia sigue siendo gris. Y eso a pesar de los millones que la compañía paga por IVA. Al menos, la Corte Constitucional recientemente anuló una norma que establecía la prohibición de manejar por 25 años a los conductores de Uber.
Finalmente, en Chile se ha llegado tan lejos que los conejos de Pascua carecen de rostro y se han vuelto una monstruosidad amorfa. ¿Por qué se les ha privado a los niños del placer del chocolate y las marcas de ejercer su derecho de expresión? Porque las políticas de empaquetado genérico han invadido una multiplicidad de productos. Por si esto fuera poco, uno de los ideólogos de la extremista ley de etiquetado chilena fue premiado por las Naciones Unidas por “contribuir notablemente a la seguridad alimentaria mundial”.
El futuro llama
Pese a todos estos desafíos y atropellos, sabemos que el único camino para Latinoamérica es el de abrazar la innovación.
A través de soluciones innovadoras las personas toman su destino en sus propias manos. Cuando creamos nuevas tecnologías o nuevos modelos de negocios, los mismos deberían estar permitidos instantáneamente. LatAm necesita de una innovación sin permisos. Salvo que se puedan levantar objeciones muy fuertes, la innovación debería existir libremente para ser testeada en el mercado por los consumidores. La verdadera catástrofe es hacer lo contrario. Tal como explica Adam Thierer, “planificar de manera preventiva suponiendo cada hipotético peor escenario significa que muchos de los mejores escenarios nunca sucederán”.
Por estas razones es que estamos lanzando la alianza latinoamericana Somos Innovación (SI). Vamos a estar presentes desde México hasta Argentina y Chile porque queremos promover las soluciones innovadoras en cada uno de nuestros países. Y queremos verlas aplicadas y funcionando. Vamos a ser la voz de la sociedad civil pujante que quieren progresar a través de la innovación, la adopción de nuevas tecnologías y la creatividad humana.
Nuestra visión es la de una América Latina convertida en una tierra fértil para la innovación y el ensayo de soluciones novedosas. Un continente donde haya una disposición generalizada tanto de la población como de los gobiernos en favor de la experimentación de nuevas alternativas para la resolución de problemas.
La nuestra va a ser una red orientada por la búsqueda de resultados y reformas. Queremos provocar cambios positivos que generen mejoras en las áreas que nos interesan. Y siempre vamos a enfatizar mensajes positivos e historias humanas que muestren el poder de la innovación.
Para lograr todo esto necesitamos de tu ayuda. Visita nuestra web en www.somosinnovacion.lat, síguenos en redes y juntos liberemos a la innovación en LatAm.
* Federico N. Fernández es Director Ejecutivo de Somos Innovación (la alianza latinoamericana dedicada a la implementación de soluciones innovadoras en toda la región), Presidente de la Fundación Internacional Bases (Rosario, Argentina) y Senior Fellow del Austrian Economics Center (Viena, Austria). Es también presidente del Comité Organizador del IX Congreso Internacional “La Escuela Austríaca de Economía en el Siglo XXI”, a realizarse del 14 al 16 de agosto en la ciudad de Córdoba (Argentina).