¿Están Israel e Irán a punto de colisionar?

Magister en Estudios Internacionales UTDT (Universidad Torcuato Di Tella) y colaborador de Libertad y Progreso.

Es público y notorio que Israel e Irán son enemigos irreconciliables. También lo es que ambos atraviesan momentos muy complicados en su política interna. En Israel, el primer ministro Netanyahu se encuentra en el medio de la tormenta luego de ser acusado por cargos de fraude, cohecho y abuso de confianza. Sin gobierno refrendado en las urnas desde hace varios meses y con el Parlamento bloqueado luego de dos elecciones que arrojaron resultados no concluyentes, los ciudadanos están a punto de ser convocados para sufragar en unas legislativas por tercera vez en un año. Las cosas no están mejor en el Estado persa, donde miles de manifestantes riñen desde hace días con las fuerzas de seguridad debido a un fuerte aumento en el precio de los combustibles.

A nivel internacional, los dos países parecen estar, no obstante, enzarzados en una lucha regional por el predominio en Medio Oriente. Se trata de un enfrentamiento de larga data en el que Israel busca disuadir a Irán, y viceversa. Pero lo que está claro a esta altura del conflicto es que Israel ha fracasado en su estrategia de imposición y que Irán está aprovechando la oportunidad para ejercer más presión.

Empecemos por Israel. Con la llegada al poder de Donald Trump en Estados Unidos las elites políticas israelíes se aferraron a la idea de que la estrategia de “máxima presión” adoptada por Washington daría buenos resultados. Esto es, que Irán aceptaría un acuerdo nuclear más exigente, que limitaría su programa de misiles y que renunciaría a intervenir en otras naciones de Medio Oriente. Nada de eso sucedió: aún con sanciones a cuestas, la República Islámica no dio el brazo a torcer y aceleró su comportamiento agresivo tanto militar como políticamente. En los últimos meses, atacó barcos petroleros en el Golfo Pérsico, derribó un avión no tripulado de la inteligencia estadounidense y realizó un ataque altamente destructivo contra instalaciones petroleras sauditas.

La segunda suposición errónea de los israelíes tiene que ver con Trump. El primer ministro Netanyahu creyó equivocadamente que, al llegar a la Casa Blanca, Trump no dudaría en recurrir a la fuerza para ayudar a sus aliados en Medio Oriente. Lo que ocurrió, empero, fue exactamente lo contrario: Estados Unidos se abstuvo de reaccionar con fuerza ante los ataques iraníes a Arabia Saudita y dejó a los kurdos librados a su suerte frente a Turquía. Esto ha llevado a que los líderes políticos de Israel se pregunten, con razón, si las buenas relaciones con Washington constituyen realmente una garantía.

Existe a su vez mucha evidencia que demuestra que Israel falló en su acercamiento a Arabia Saudita. En este caso, Netanyahu esperaba que los sauditas cooperaran con Israel contra Irán a pesar de sus posiciones opuestas sobre la cuestión palestina. Esto tampoco se hizo realidad: los sauditas se negaron reiteradas veces a avanzar en sus relaciones con Israel hasta tanto no hubiera un progreso político en el frente palestino.

Desde luego, los pasos en falso de Israel están siendo aprovechados hábilmente por Irán. En efecto, el régimen de los ayatolas ha intentado atacar a Israel con cohetes y aviones teledirigidos cinco veces en los últimos dos años. Paralelamente, en Gaza, la Jihad Islámica, apoyada por Irán, también ha estado intensificando sus ofensivas con cohetes, al igual que Hamas y Hezbolá. De hecho, Hezbolá cuenta con más de 100 mil cohetes en el sur del Líbano. La mayoría son los obsoletos katiushas, sin apenas precisión. Pero Irán está enviando a Hezbolá unos kits de ensamblaje que mejoran estos cohetes hasta hacerlos inteligentes, capaces de hacer blanco en un objetivo predeterminado.

Irán no sólo se ha dedicado a atacar objetivos israelíes, sino que además se ha propuesto mejorar sus capacidades militares. Esto incluye UAV´s (aviones no tripulados) de largo alcance, misiles de crucero y la implantación de una base al este de Damasco para reforzar sus sistemas de logística. Pero las apetencias estratégicas de Teherán no se quedan allí: hace poco la armada anunció que construirá un destructor capaz de desplazar hasta 7000 toneladas de agua, lo que podría colocarlo en la misma clase que los principales combatientes de superficie estadounidenses y europeos. Todo un avance si se tiene en cuenta que los buques de guerra más grandes de la flota iraní son corbetas que desplazan alrededor de 1300 toneladas de agua.

La cuestión principal radica en saber si las pequeñas guerras que se están librando en Gaza, Siria y el Líbano se convertirán en conflictos mayores. Irán y Siria tienen industrias militares muy fuertes. Mientras los misiles iraníes de hasta 200 kilómetros son muy fiables, los sirios son muy buenos ajustando la precisión. La cooperación entre ambas industrias es algo que pone en apuros a Israel.

Precisamente, el escenario que más preocupa a Israel es el del Líbano, lugar en el que Hezbolá está desarrollando armas que pueden poner en peligro la “cúpula de hierro” que protege gran parte del territorio israelí. La cúpula es un sistema de defensa antiaérea que tiene más de 90 por ciento de fiabilidad interceptando cohetes que salen de Gaza. En el norte del país, la fiabilidad es del 100 por ciento, ya que los misiles iraníes se encuentran más lejos de la frontera y el tiempo de respuesta del sistema se alarga. Sin embargo, en el caso de que Hezbolá fuera capaz de disparar más de cien misiles inteligentes al mismo tiempo, la cúpula de hierro no podría con todos.

Con todo, Israel sigue siendo el poder militar más fuerte de Medio Oriente, aunque la reciente necesidad de aumentar el presupuesto de defensa en 1200 millones de dólares es un buen indicio de sus nuevas aprensiones en materia de seguridad.

Netanyahu dijo una vez que deseaba ser recordado como “el defensor de Israel”. Pero dadas las circunstancias que hemos analizado, es difícil que la historia le guarde un lugar de honor.

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