LA VOZ DEL CHACO – La pobreza promedio de los últimos treinta años se ubica aproximadamente en el 30%. Y este año se encamina a finalizar con una pobreza en torno al 40%. Estos números duelen más al compararse con el 4% de pobreza que el país tenía en 1974. ¿Qué nos pasó? Una seguidilla de crisis que agravaron la situación de pobreza y la transformaron en carácter estructural, lo que hace más difícil que se pueda reducir. Obviamente la pregunta es cómo revertir esta situación. No existe ni un solo país que hoy sea más pobre de lo que era en 1800. En pocas palabras, todos mejoraron su situación y no hubo perdedores, sólo ganadores. Esto demuestra que la economía no es un juego de suma cero, como proponen los «redistribucionistas». La riqueza puede crearse; tal vez sea más efectivo combatir la pobreza agrandando la «torta» entonces. ¿Cómo lograr esto?
Según el documental Poverty Cure, publicado por el Instituto Acton, la diferencia de la riqueza entre los países de altos ingresos y países de bajos ingresos radica en la riqueza que pueden crear las pequeñas y medianas empresas (pymes). El problema que tienen países de bajos ingresos es que los pequeños emprendedores, por alguna razón, no pueden dar el salto a convertirse en una empresa mediana. En este marco, en Argentina, según el Ministerio de Producción, hay 853.886 pymes, de las cuales 508.110 se encuentran registradas (59,5% del total). Estas últimas generan aproximadamente el 70% del empleo en Argentina (4.200.000 trabajadores registrados). Claramente hay un potencial de crecimiento de empleo fenomenal en el mundo pyme.
Peor aún, emprendedores en situación de vulnerabilidad que trabajan en la informalidad tienen la intención de volverse formales, pero encuentran obstáculos. En el trabajo «Desregular Para Emprender», realizado por la Fundación Libertad y Progreso, se realizaron sondeos en La Cava (San Isidro), la Villa 21-24 (Barracas) y en Barrios vulnerables de Tigre, San Fernando y San Martín. Al comparar estos tres casos de estudio con la situación de emprendedores informales pero que no se encuentran en situación de vulnerabilidad, se pueden sacar algunas conclusiones (ver cuadro).
En primer lugar, tanto el promedio de los tres casos de estudio (Columna IV) como los emprendedores no vulnerables (Columna V) tienen intenciones de pasar a la formalidad. Un 57,6% de los vulnerables, una cifra similar a la de los segundos, con un 59,2%. Otra coincidencia radica en que, para ambos casos, el principal obstáculo para pasar a la formalidad es la situación económica (crisis recurrentes), 27,7% y 25,2% respectivamente. Sin embargo, una de las diferencias más sustanciales se observa en el nivel educativo. El promedio de los casos de emprendedores vulnerables, el 56,5% no finalizó el secundario, mientras que ese número se reduce al 3,7% para el caso de los no vulnerables. Sin embargo, la mayoría (62% del total) de los emprendedores vulnerables no recibe capacitaciones ni pública ni privada. Esto no quiere decir que no les interese, sino que su contexto y su realidad a veces se lo impide. Finalmente, un punto que tampoco es menor, a muchos de los emprendedores (vulnerables o no) les toca ser emprendedores para sobrevivir en un país con desequilibrios macroeconómicos estructurales y no por vocación.
El problema es que los desequilibrios económicos son tan grandes que 8 de cada 10 emprendimientos fracasan en los primeros dos años de vida. En este marco, ¿es el emprendedurismo la mejor alternativa para salir de la pobreza? En realidad, se trata de que cada uno pueda perseguir sus sueños personales y no de emprender para sobrevivir o de capacitarse para obtener un trabajo alejado de la vocación personal. La única manera de cambiar esto es simplificado la cantidad de regulaciones que existen en el sector privado formal asfixiando la iniciativa y creatividad de la gente.
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