Por Valentina Camerano.
Hace no mucho tiempo, se dieron a conocer los resultados de las pruebas PISA 2018, causando gran revuelo en todos los medios de comunicación: Argentina está ubicado, en promedio, en el puesto 67 de 79 países. Luego de ser publicados, los argentinos nos encontramos con sentimientos de desolación y, en algunos casos, confusión, pero mayormente fue la impotencia la que reinó en aquel momento. ¿Cómo es posible que un país con tanto potencial como la Argentina esté posicionado entre los peores a nivel académico de la región? El problema radica esencialmente en la cuantía ideológica, sesgada por la escasa predisposición y un alto nivel de adoctrinamiento. Un sistema educativo, completamente desconectado del sistema productivo, carente de praxis y que lo único que hace es fomentar el resentimiento y el partidarismo está indefectiblemente condenado al fracaso.
-Desempeño argentino en las pruebas PISA (no se incluye el año 2015 debido a que solamente fueron realizadas en CABA).
Es un hecho que el deterioro de dicho sistema es cada vez mayor; la idea de decadencia nacional cada día cobra más sentido. El sistema educativo actual es el victimario que, apoyado en el discurso político del “fomento al pensamiento crítico”, sumerge cada vez más al país en la ignorancia y la envidia.
Si comparamos al sistema educativo de los países cuya calidad de vida es mayor con el sistema argentino, los errores que presenta este último claramente se evidencian. La educación en dichos países está íntimamente ligada al sistema productivo. Currículas con este tinte han demostrado contribuir fuertemente con el enriquecimiento intelectual de los/las estudiantes, y actúan no sólo como una fuente de información sino también como motor de innovación. Como resultado, la aspiración a emprender y aprender genera sensaciones de bienestar en el/la alumno/a, favoreciendo también indirectamente al resto de la sociedad si dicha enseñanza es puesta en práctica. Sin embargo, resulta más importante aún el efecto que genera dicha implementación en el desarrollo del verdadero pensamiento crítico: Le abre las puertas a la libertad de pensamiento y de expresión, para que cada quien pueda formar su propia visión del mundo y alcanzar las metas que tanto aspira.
-Desempeño en matemáticas, PISA (no incluye el año 2015 debido a que solamente fueron realizadas en CABA).
Con el presente sistema educativo no puede esperarse mucho, los mismos resultados lo reflejan. Sin lugar a dudas, se requiere una modificación urgente ya que, como todos/as sabemos, el futuro del país depende de ello. Pero, ¿Qué se puede hacer? Argentina necesita realizar una gigantesca y ardua tarea estructural. Se requieren modificaciones “de raíz”; los propios datos empíricos nos demuestran la insolvencia del actual sistema. Existen dos modelos “revolucionarios”, y por lo tanto, incómodos para la mayor parte del público, a aplicarse. El renombrado “sistema dual de formación profesional” es uno de ellos. Se ha comprobado que, en países como Alemania por ejemplo, dicho modelo ha sido notablemente reconocido. El principal fin es lograr la cualificación personal y profesional a través de acciones e iniciativas formativas mixtas de formación y empleo. Como resultado, el/la estudiante adquiere experiencia, consigue una orientación de sus futuros estudios, se mantiene motivado/a y se inserta al mercado laboral fácilmente, sin descuidar sus estudios. Por otra parte, otro de los modelos es aquel conocido como “sistema educativo de vouchers”, aplicado, por ejemplo, en Nueva Zelanda, Australia, Suecia, Corea del Sur y Singapur (cabe aclarar que todos estos países se posicionaron dentro de los 20 mejores en el podio de las pruebas PISA 2018). Dicho sistema consiste en el otorgamiento de “vouchers educativos” (cantidad de dinero destinada exclusivamente al financiamiento de la educación del niño/a, otorgada a los padres para que su hijo/a asista a la institución educativa). De esta forma, el gobierno subsidia la demanda en lugar de la oferta, evitando así la dependencia de la institución del Estado y la subordinación al poder político de turno, impidiendo la desviación de fondos, el autoritarismo y la burocratización. Asimismo, fomenta la iniciativa y el emprendimiento, aumenta la capacitación y presentismo del personal, por lo que la calidad educativa indefectiblemente incrementa.
Es de extrema urgencia realizar reformas estructurales, no sólo en materia económica y política, sino también a nivel social-educacional. Para ello, hay que dejar de darle protagonismo a personas que afirman que “los alumnos tienen que aprender a luchar y salir a la calle, no la raíz cuadrada de un montón de cosas” (Santiago Goodman, secretario general de la ATECh, 2019) y empezar a cambiar la situación desde sus raíces, con seriedad y sensatez. De lo contrario, seguiremos atrapados en el mismo círculo vicioso y la idea de progreso cada vez nos resultará más inalcanzable, porque “son las ideas (…) las que, en definitiva, deciden” (Ludwig Von Mises en “Liberalismo”, 1927).