Magister en Estudios Internacionales UTDT (Universidad Torcuato Di Tella) y colaborador de Libertad y Progreso.
Alberto Fernández conducirá los destinos de la Argentina en un contexto internacional plagado de incertidumbres y desafíos. Hacer una lectura correcta de este escenario será clave para salir del pantano y retomar la senda del crecimiento. La política exterior no es un apéndice separado del resto de las políticas públicas, sino que inexorablemente forma parte de una visión de conjunto sobre el manejo institucional del país. Teniendo en consideración esta premisa, varias son las dinámicas que hay que analizar.
Vayamos de lo macro a lo micro. No es una novedad que en lo global asistimos a un proceso vertiginoso de redistribución de poder de Occidente a Oriente; lo que sí constituye algo distintivo es el clima de tensión que tiñe actualmente la relación entre Estados Unidos y China. El choque entre ambas potencias se produce en numerosos frentes y a diferentes niveles: las desavenencias en el ámbito comercial, la disputa por la supremacía tecnológica y las fricciones en el plano militar son algunos de los rasgos que caracterizan a nuestra época. En esta arquitectura compleja, la Argentina tendrá que dar muestras de prudencia y equilibrio, tanto para evitar la penetración política china como para lograr un entendimiento ameno con Washington.
Con China y Estados Unidos es imprescindible mantener relaciones fundadas en la sensatez y el pragmatismo; esto es, una política que combine aproximación con previsión. La aproximación requiere que el país asuma la iniciativa de tejer lazos comerciales que favorezcan el intercambio de productos y servicios. La previsión consiste en propiciar un diálogo constructivo en términos políticos y alejar el fantasma de la dependencia. En pos de ese objetivo, será necesario profundizar los vínculos con India, la ASEAN, África y Medio Oriente.
Recordemos que Estados Unidos tiene un protagonismo inocultable en el tema de la deuda con el FMI. Por otro lado, la ralentización de la economía china es una mala noticia, porque ello trae aparejado un aumento de la volatilidad financiera mundial. El mejor medio para inmunizarse de los efectos de la guerra comercial es firmar acuerdos de libre comercio con la mayor cantidad de naciones posible.
El hecho de que el multilateralismo y los organismos internacionales se encuentren seriamente cuestionados tampoco resulta alentador, puesto que son ésos los mecanismos que tienen los países chicos para tamizar sus demandas.
A nivel regional, resulta imperativo que la Argentina condene firmemente las violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura chavista en Venezuela. Es un error que el Frente de Todos adopte una postura de presunta no intervención, ya que eso implica hacer oídos sordos a un problema que pone en peligro la estabilidad del Cono Sur. Si la Cancillería se tomara en serio el principio de no intromisión en los asuntos internos de otro Estado, entonces ¿por qué le concede refugio a Evo Morales y le permite hacer campaña desde estas tierras?
El apoyo al Grupo de Puebla es otro desvarío que hay que corregir cuanto antes. Sería conveniente que la Argentina no convalide nuevamente una ideologización de su política exterior, menos aún si ésta se da en clave bolivariana. El mismo Fernández ya ha empezado a pagar los costos por esta equivocación: sólo tres Jefes de Estado estuvieron en la ceremonia de traspaso de mando que lo consagró como presidente.
En nuestro espacio geográfico más próximo, el reto inminente es la aparente falta de predisposición de Brasil a colaborar con la nueva administración kirchnerista. Es muy importante que la Argentina acompañe la propuesta de Brasil de reducir el Arancel Externo Común del Mercosur. A su vez, el acuerdo con la Unión Europea podría servirle al bloque sudamericano para flexibilizar sus regulaciones y remover sus trampas paraarancelarias.
Asimismo, urge que Argentina y Brasil trabajen en conjunto para mejorar los ejes de infraestructura física y las redes de transporte y logística. Además, se deberá seguir con atención lo que el gobierno de Bolsonaro decida respecto a la implementación del sistema 5G de comunicaciones chino dentro de su territorio.
Las cuestiones domésticas suelen colarse en la política exterior. Y Argentina no es la excepción. El gobierno de Fernández seguramente tendrá que lidiar con fuertes condicionamientos a la hora de planificar su proyección internacional. El peronismo y los sectores de izquierda ejercerán presión para que el trabajo diplomático se oriente a la búsqueda de mayores márgenes de maniobra a través de un fortalecimiento de la autarquía. Lo que no se dan cuenta es que este camino ya ha sido ensayado en repetidas ocasiones y siempre ha terminado en un fracaso estrepitoso. Para revertir esta tendencia habrá que diagramar una estrategia de inserción realista y consciente de los fenómenos que nos rodean. La Argentina, en este sentido, tiene una chance de oro.