Diana Mondino es Directora de Relaciones Institucionales y profesora de Finanzas en los Master en Dirección de Empresas y Master en Finanzas de la Universidad CEMA. Tiene experiencia en temas económicos y de management.
LA NACIÓN – Durante la segunda guerra mundial hubo encarnizados combates aéreos y pocos aviones volvían en condiciones de asumir una nueva misión. Se asignó a un avezado grupo de técnicos para que analizara estos aviones. Asumiendo que los pilotos tenían el mismo entrenamiento, era entonces esencial estudiar los propios aviones, que generalmente tenían múltiples daños en las alas y ciertas partes del fuselaje. Se examinó cómo fortalecer esas áreas sin afectar el peso y capacidad de sustentación en vuelo de los aviones. Sin embargo, alguien observó que los aviones con ese tipo de daños eran justamente los que volvían. Tal vez pudiera suponerse que los que tenían daños en otras partes eran los que no sobrevivían. Se resolvió así fortalecer otras partes del avión, y efectivamente, muchos más lograron regresar a la base.
Un caso similar es el que tenemos en la economía argentina. Es necesario fortalecer sus partes débiles.
Hay pocas empresas que han sobrevivido a una opresiva carga regulatoria e impositiva, con un triste resultado: la actividad económica está estancada desde hace años. Es importante no afectar a quienes están en condiciones de seguir produciendo y, especialmente, fortalecer a quienes puedan crecer. Ellos pueden llegar a ser impulsores de la economía.
Actualmente, el Congreso ha definido que tenemos nueve emergencias: no sólo económica sino también financiera, fiscal, administrativa, previsional, tarifaria, energética, sanitaria y social. Para algunos es una exageración y para otros es imprescindible. Esta diversidad de opiniones nos muestra que ni siquiera hay un diagnóstico compartido por diferentes partidos políticos (y especialmente la población) que permita identificar cuáles son las necesidades más urgentes, por lo que difícil será identificar a quién hay que fortalecer. No intentamos saber si es crítico proteger de los balazos a las alas o al fuselaje.
La economía crecerá si hay empresas que crecen y tienen perspectivas de recuperar su inversión. Los jóvenes no migrarán si tienen oportunidades laborales. Son los argumentos que usan los políticos, lo sé. Pero no toman las decisiones políticas que lo facilitarían. Creo que lo correcto sería reducir trabas, no subir más impuestos, permitirnos acceder a otros mercados, igualar la cancha para poder competir entre empresas argentinas y con el exterior.
El mercado doméstico y exterior es muchísimo mayor que nuestra capacidad de producción, por lo que cerrarnos al mundo es parte del problema. Las retenciones son un disparate sin atenuantes. La poca recaudación adicional que haya este año se perderá el año que viene, por menores exportaciones y porque caerá la recaudación de otros impuestos. Las exportaciones de servicios que estaban creciendo saludablemente sin dudas comenzarán a ser facturadas desde el exterior o lisa y llanamente serán menos atractivas.
Sin embargo, desde el punto de vista del Estado nacional las retenciones son un golpe político magistral por varias razones. Como las retenciones no se coparticipan, quitan recursos a las provincias que se empobrecerán por menos coparticipación y tristemente habrá menos actividad en cada una de ellas, dado que los productores tendrás menos recursos para volcarlos en su comunidad. Los gobernadores deberán mendigar al gobierno nacional. Tristemente, y deliberadamente, también ahonda la grieta y fideliza a parte de la base de votantes que esperan recibir más recursos a costa de otros.
Un punto a destacar es que los exportadores agropecuarios tienen, por definición, cosechas sólo una o dos veces al año. Sean frutillas, arándanos, yerba mate o té, sean cereales u oleaginosas, sean terneros o corderos, el productor tiene una producción totalmente estacional.
Exagerando, se podría decir que tienen todas sus ventas en un solo día. Con lo que recauden deberán vivir todo el año, pagar sus gastos y planificar su próxima zafra. Las retenciones reducen brutalmente sus ingresos y puede que no les alcancen para el año siguiente.
Antes de eso, y para lograr llegar al año siguiente, tendrá que distribuir sus gastos a lo largo del año. Si no tiene ningún elemento de mercado de capitales para ahorrar y no puede confiar en su propia moneda, sólo le queda hacer acopio de algún insumo o comprar dólares. Tendrá entonces una doble brecha entre retenciones y dólares. ¿Cómo puede esperarse crecimiento de la producción en esos términos? Es indispensable reconstruir el capital de trabajo de los exportadores.
La discusión en Argentina no es cómo insertar al mundo ni mucho menos un plan estratégico para diferentes sectores. Estamos en modo supervivencia, todos protegiendo lo poco o mucho que tenemos, y las medidas políticas se dirigen constantemente a la redistribución y no a la creación.
La productividad se considera un engendro opresivo y quienes por sus propios medios pueden crecer son tildados de egoístas. Un modelo donde un país intenta “vivir con lo propio” es anacrónico. Hace 300 años que se demostraron las virtudes de las ventajas comparativas y de la especialización. La conclusión es inexorable: si nos cerramos nuevamente al mundo tendremos más pobreza.
La obsesión con una cuenta corriente del sector externo superavitaria nos debería inducir a exportar más. Por comodidad y mucha miopía, es más rápido reducir las importaciones. El resultado puede parecer el mismo, pero no lo es. Exportar más es un camino de conocimiento, de mejora continua en las actividades, de incorporar conocimientos. En cambio, importar menos significa privarse de algunos productos o producirlos internamente a mayor costo. En ambos casos (privación o encarecimiento) es lo mismo que decidir aumentar la pobreza.
También se perjudica a todo el ecosistema que funciona alrededor del comercio exterior: si se importa menos cae, si se exporta más crece. De nuevo, no es lo mismo tener superávit comercial por vender más que por comprar menos. No pongamos tanto peso en las alas de la economía, o jamás podremos levantar vuelo. .