Una crítica al Mainstream económico

VISIÓN LIBERAL – La  escuela neoclásica, considerada Mainstream, es la línea de pensamiento económico que se estudia en cualquier institución académica que forme futuros economistas. En algún momento de la historia se llegó a un consenso de que dicha escuela de pensamiento era superadora al resto y se determinó que debería ser estudiada por todos.

Desafortunadamente, el profesional puede salir formado únicamente con dicha visión. Por lo tanto, es muy probable que conciba la intervención como punto de partida para solucionar los problemas económicos de su país.

La escuela neoclásica posee el germen inequívoco desde su punto de partida. El Mainstream intenta explicar el funcionamiento de la economía de mercado partiendo del supuesto irreal de que el individuo es un homo economicus que únicamente maximiza su beneficio personal.Análisis político

El homo economicus puede definirse como un agente económico representativo, homogéneo y racional que posee preferencias que son completas y transitivas. Es decir, se supone de antemano que este agente pose información perfecta, capacidad para comparar todas las opciones y consistencia en la decisión.

Asimismo, este agente es un individuo adulto que obtiene sus ingresos a través de la remuneración a los factores de producción y al que se supone libre, no influenciado por el contexto y además egoísta e individual. Dicha remuneración siempre es gastada, de forma racional, en bienes materiales.

Los pilares conceptuales de este modelo yacen sobre los supuestos de racionalidad del individuo, imposibilidad de comparar las utilidades, gustos exógenos y no cambiantes, y agentes que se comportan de manera egoísta. Estos supuestos son necesarios ya que garantizan la representación matemática de las preferencias por medio de una función de utilidad que ordena las diferentes opciones de acuerdo a la satisfacción que le produzcan a cada consumidor. El homo economicus constituye un modelo teórico que pretende explicar cómo actúa el individuo “perfectamente racional”. Es racional quien toma sus decisiones en términos de “coste de oportunidad”: cada opción (estar aquí en vez de ahí, trabajar en esto o en aquello) conlleva, a la vez e inseparablemente, alguna ganancia y alguna pérdida. Pues bien, será máximamente racional quien mejor sepa escoger en términos de oportunidad entre las diversas posibilidades reales que se le ofrecen. Casarse o no, estudiar o no (o hacerlo más o menos años), tener hijos o no (y, en su caso, cuántos), trabajar en una u otra cosa, etc., tiene unos costes de oportunidad que producirán más o menos bienestar.

No obstante, el individuo no sigue este patrón de “racionalidad”. El individuo tiene la completa libertad de comprar bienes en el mercado o donar a un centro de caridad la remuneración que recibe. Y no por ello es más o menos racional que el homo economicus. Es su remuneración y con ella puede hacer lo que se le plazca.

Otro de los supuestos en los que se basa esta escuela es que el individuo siempre prefiere entre dos cosas iguales la más barata. Sin embargo, a menos que se haya equivocado en su decisión, si prefiere pagar más por un bien es porque le brinda cierta satisfacción al hacerlo.

Por ejemplo, comprar entradas para ver un partido de fútbol o verlo en casa sin pagar más que el abono mensual del cable. Ambas acciones parece que satisfacen la misma necesidad. A pesar de ello, las canchas están siempre llenas. Eso no quiere decir que los que van a la cancha son menos racionales que los que se quedan en casa sino que para ellos el placer que les provoca ir a la cancha es mayor que cualquier otra decisión.

La decisión que el individuo toma para mejorar su bienestar no es plausible de ser matematizado, racionalizado o determinado. Cuando la teoría neoclásica plantea el homo economicus lo que en verdad está emitiendo de fondo es un juicio de valor a un tercero.

El juicio de valor, en tanto no sirva para que el individuo pueda discernir entre lo que le provoca más placer que otro, no es aceptable en el estudio económico.

La emisión de juicios de valor no son más que pautas morales de cómo debería funcionar la realidad utópica pero no permiten entender la realidad tal cuál es.

Si sesgamos la ciencia de entrada imponiendo la visión de cómo debería ser economía en vez de analizarla tal cuál es, incurrimos en el error de creer que podemos “intervenir” para mejorarla. Cuando lo hacemos, vamos en contra de la libertad del individuo y de su elección.

Estudiando el Mainstream no es casualidad que los profesionales crean que pueden imponerle a terceros acciones, derivados de juicios de valor. Por ende, nuevamente, la raíz del problema se encuentra en adoctrinamiento educativo.

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