Consejero Académico de Libertad y Progreso
Desde las páginas de El País nos advirtió Cristina Manzano: “Disfruten de las últimas navidades ultracapitalistas”. Parece, sin embargo, que no hemos tenido fiestas ultracapitalistas nunca.
Salvo que deambulemos en el mundo de Humpty Dumpty, que definía por su cuenta y riesgo el significado de las palabras, el capitalismo es un “sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción y en la libertad de mercado”. Si eso es el capitalismo según el DRAE, entonces el ultracapitalismo es un sistema que defiende de manera extrema la propiedad privada y los mercados libres.
La señora Manzano puede comprobar sin dificultad que el mundo real no es nada ultracapitalista. En efecto, los Estados son los más grandes de la historia, con unos niveles de gasto público, y, por tanto, de presión fiscal, que alcanzan el 40% del PIB, o incluso más. Los capitalistas y los trabajadores son privados mediante la coacción política de estos porcentajes inéditos de su riqueza, que son apropiados por el Estado.
Asimismo, el nivel de intrusión de las autoridades en los mercados, en los contratos y transacciones de la gente, es también extraordinariamente elevado, como se aprecia fácilmente ponderando el sinfín de controles y regulaciones que los limitan y condicionan.
Pero, siendo esto así ¿por qué dice doña Cristina lo que dice? ¿por qué se inventa un mundo que no tiene nada que ver con la realidad?
Lamentablemente, no tengo la respuesta, pero sí puedo confirmar que esta fantasía está bastante extendida en el pensamiento intervencionista hegemónico. Desde púlpitos, y cátedras, y tribunas sin fin, somos aleccionados con mensajes muy parecidos al de la señora Cristina Manzano. Así, se nos habla de un inexistente capitalismo “ultraliberal” o “neoliberal” totalmente desregulado, que acaba con el planeta y extiende la miseria y las desigualdades.
Y el mensaje de fondo, típico de los socialistas de todos los partidos, es la condena al vicio inerradicable de las mujeres y los hombres libres, que “un año más nos entregamos con frenesí a un hiperconsumismo irracional, como si no hubiese un mañana”.
Según estas jeremiadas progresistas, somos imbéciles, y por tanto será bueno que vengan los poderosos y recorten nuestros derechos y libertades, que usamos tan mal.
En fin. No les hagamos caso, señora, y Felices Fiestas.
Este artículo fue publicado originalment en La Razón (España) el 28 de diciembre de 2019.